Por José Natanson y Fernando Cibeira
Jorge
de la Rúa recibe a Página/12 en su pequeño y elegante despacho, ubicado
en el primer piso de la Casa de Gobierno, a metros del de su hermano. Con
suave tonada cordobesa, el secretario general de la Presidencia repasa los
temas del Gobierno: asegura que con equilibrar las cuentas no alcanza,
defiende la reforma laboral y explica por qué, a pesar del riesgo de
aparecer como un monje negro, se resiste a las cámaras y continúa
cuidando el bajo perfil que cultivó siempre.
�¿El Gobierno va a cambiar sólo el estilo de gestión o va a modificar
el fondo del modelo?
�En 90 días se ha avanzado bastante en ciertos cambios estructurales:
un comportamiento fiscal serio y equilibrado que posibilitó una
renegociación con el Fondo, el acuerdo con las provincias, la reforma
laboral. Pero yo creo que no es correcto hablar de �modelos� en este
momento de globalización. Hay ciertos presupuestos que hay que observar y
cumplir, como la disciplina fiscal. En realidad, el verdadero modelo está
dado por la prioridad que se da, luego de cumplir con esos presupuestos, a
ciertos ámbitos como la salud, la cultura, la educación. En ese sentido
creo que la igualdad de oportunidades es una política que el Estado no
puede dejar de cumplir. Nadie aspira a hacer una gestión equilibrando
simplemente el Presupuesto. Es una condición necesaria pero no
suficiente.
�¿La reforma laboral va a bajar el desempleo?
�Quizá no sea generadora directa de empleo, pero es posible que genere
desarrollo, sobre todo de las pymes, que a su vez generarán empleo. Por
otro lado, esta simplificación de la estructura laboral va a permitir
disminuir el volumen del trabajo en negro.
�La Ley tiene que pasar por el Senado. ¿La falta de una conducción
unificada en el peronismo es un problema para el Gobierno?
�No me corresponde hablar sobre la oposición, pero a veces sería
conveniente tener un diálogo más unificado. En una negociación hoy las
tratativas se hacen más complejas, más lentas e imprevisibles.
�Usted diseñó la reforma del Estado que realizó la Alianza apenas
asumió. ¿Cuánta plata se ahorró?
�El ahorro puntual en pesos no es tanto. Pero contribuyó a dar más
racionalidad al gobierno, coherencia en la labor. Trabajamos frente a una
estructura administrativa muy grande. En ese sentido el diseño funciona.
�¿Está previsto que se achique más?
�Depende de la operatividad. Puede haber secretarías que pasen a
jerarquía de Ministerios, que cumplan otro rol. Pero por ahora no.
�La Alianza formuló denuncias contra algunos funcionarios de la
gestión anterior, pero todavía no hubo una condena. ¿Cree que eso puede
generar decepción en la opinión pública?
�El Presidente ha sido muy claro: el gobierno no es una comisión
investigadora, pero tiene el deber de cumplir con la ley. Todo lo que se
encuentre contra la ley deberá ir a la Justicia. Lo que se procura es
determinar puntualmente a los responsables y luego actuar.
�Pero hay una presión pública.
�Es cierto. A veces uno siente como un reclamo: deberían meter presa a
más gente. Esa es una cuestión del Poder Judicial. Nosotros no podemos
hacer una política de encontrar culpables para que la sociedad los vea.
�¿Está conforme con el funcionamiento de la Justicia?
�No. Hay problemas severos en algunas áreas de lentitud y corrupción.
No hay un servicio de Justicia eficiente. Hay que enfrentar un cambio de
procedimientos, dar mayor autonomía y reforzar al Ministerio Público
para que actúe en la investigación de los casos. Generar un sistema que
reduzca los tiempos. El mayor daño para la Justicia es que se produzca la
noticia de un ilícito y que pasen años y años sin una sentencia.
�¿Qué va a hacer el Gobierno para modificar eso? �Tiene que
dedicarse a un proceso de reforma del sistema procesal, darle más
agilidad y colaborar fuertemente con el Ministerio Público para que tenga
recursos para avanzar en la investigación. Y la Justicia tiene que darle
una dinámica para que la sociedad vea que actúa.
�No mencionó la influencia del menemismo sobre la Justicia, que durante
la campaña la Alianza criticó mucho.
�Esta gestión no ha tenido ningún problema positivo ni negativo con el
Poder Judicial. En ese sentido hay una situación de plena independencia.
�¿Ni siquiera con la Corte Suprema?
�Tampoco. Lo fundamental es que el sistema judicial funcione como tal.
No advertimos conflictos que pudieran calificarse de políticos con la
Corte desde que asumimos.
�¿De qué ministro se siente más cerca?
�Por mi función yo tengo que tener un contacto con todos los ministros.
La buena relación entre los miembros del gabinete es notable. Yo la
atribuyo a un factor fundamental: el Presidente está en todos los temas y
entonces los conflictos entre ministros son muy remotos.
�¿Por qué eligió el bajo perfil?
�La tarea de un secretario general no es mediática, sino de apoyo al
Presidente. No es un rol político o protagónico como si estuviera a
cargo de un tema particular. Es la forma de cumplir mejor esa
responsabilidad.
�¿No teme que el bajo perfil lo coloque en un lugar de monje negro?
�Lo del monje negro sería imposible, básicamente por la forma de
trabajo del Presidente. El Presidente es una persona que sigue
absolutamente todos los temas de la administración. No hay tema que pase
por sus manos y que no lo maneje él, que no lo haya manejado él o que no
lo conozca a fondo. No hay delegación. Lo del monje negro no se da.
�¿La secretaría tiene un perfil muy distinto al de Alberto Kohan?
�Indudablemente. La idea es dar una clara idea de una secretaría
abocada a sus funciones. No hay operativos desde la secretaría.
Progres y conservadores
�¿El paquete impositivo va a afectar el humor social?
�Es posible que, cuando la gente tenga que pagar los impuestos, no
tenga una sensación agradable. Pero se ha explicado adecuadamente,
porque era una situación que nos llevaba al abismo. Con un déficit
de 10.500 millones no hubiéramos podido renegociar con el Fondo, no
tendríamos crédito, tendríamos un faltante de caja y las provincias
estarían incendiándose.
�¿Los impuestos pueden afectar el panorama para las elecciones del
7 de mayo?
�No me atrevo a opinar.
�¿El acuerdo entre Cavallo y Beliz complicó a la Alianza?
�Simplifica las opciones y es un progreso en la medida en que un
elector sepa con más claridad qué va a votar. Me parece que la
fórmula Ibarra-Felgueras es una síntesis muy clara de la opción que
presenta la Alianza. Frente a eso, Cavallo y Beliz son una alternativa
conservadora.
�¿Usted cree que es una opción progresista contra una
conservadora?
�Sin duda. |
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