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Por Rodrigo Fresán Desde Barcelona En
estos días, Mario Vargas Llosa está en todas partes. Columnas ominosas
de ejemplares de La fiesta del chivo recién editada por la editorial
Alfaguara compiten y ganan �por una vez� a las pilas de Grisham,
Allende, King y Coelho en la recién estrenada Casa del Libro,
macrolibrería de Barcelona. La victoria no es casual ni inmerecida. La
novela de más de quinientas páginas sobre una Santo Domingo que �pequeña,
provinciana, aislada y aletargada por el miedo y el servilismo, tenía el
alma encogida de reverencia y pánico al Jefe, al Generalísimo, al
Benefactor, al Padre de la Patria Nueva, a su Excelencia el Doctor Rafael
Leonidas Trujillo Molina� no sólo es una �otra� gran novela sobre
dictadores latinoamericanos sino, también, una exquisita exploración del
alma femenina a partir del personaje de Urania Cabral �la mujer que
vuelve a enfrentarse con su pasado� y, finalmente, la mejor novela en
mucho tiempo del autor de Conversación en la catedral y una de sus
mejores y más acabadas obras. Una vez más, lo histórico y
latinoamericano �un tirano asesinado en 1961 luego de treinta y un años
en el poder� crece a perfecto reflejo de lo universal. LO REAL �La peor de las realidades �los momentos oscuros� es siempre la más estimulante para el ejercicio de la literatura. La verdad que, si hiciéramos un balance o analizáramos alguna estadística, seguramente resultaría que la literatura ha servido básicamente para dar testimonio de lo peor de la experiencia humana. Yo creo que esto tiene su explicación.Yo creo que nosotros escribimos sobre aquello que nos atormenta, nos desgarra, nos angustia... sobre lo que de alguna manera nos exige un tipo de desagravio. Creo que la felicidad se expresa de otra manera artística o, directamente, se vive y nos colma. Digamos que la felicidad es mucho menos estimulante para la imaginación. El sufrimiento nos hace fantasear y desear cosas distintas. Y la literatura es una expresión clara de ese deseo.� LO INICIATICO �La literatura iniciática latinoamericana �a diferencia de lo que ocurre en otros países donde ese tipo de libro aparece más ligado al gozo, al viaje, al descubrimiento� está intrínsecamente relacionada con las sombras de dictaduras y dictadores, porque ésa es nuestra historia después de todo. Guerras civiles, enormes desequilibrios y frustraciones... Y ese drama se refleja muchísimo en una literatura que por otra parte fue durante muchos períodos el único vehículo que tuvo esa experiencia iniciática para poder manifestarse. Abundaba, siempre, una cultura oficial que no tomaba cuenta de la experiencia vivida y la literatura fue esa vía de expresión.� LO GENETICO �Decir que la dictadura es un gen latinoamericano sería una exageración, porque la dictadura es un fenómeno universal. Es la tradición más antigua de la humanidad. La diferencia es que las dictaduras del siglo XX han tenido muchas veces un sesgo ideológico que no han tenido las dictaduras en el pasado. La democracia es un sistema que pertenece a quien lo adopta. Tiene esa particularidad: es una cultura que uno puede adoptar individual o colectivamente y hacerla suya. Pero aun en las democracias más antiguas y arraigadas aparece siempre, de vez en cuando, un sesgo dictatorial. Algo que tiene que ver, quizá, con la búsqueda del padre todopoderoso, de alguien que nos mande y nos gobierne y nos ordene y nos pida un sacrificio extremo. El fenómeno que produjo a Trujillo está vivo y coleando. Por eso es un error interpretar el fenómeno de las dictaduras en términos de derecha e izquierda. Las dictaduras están por encima de eso y no son una anomalía histórica. La anomalía histórica es la democracia.� LO GENERICO �En Conversación en la catedral yo ya intentaba describir una sociedad bajo una dictadura en la que el dictador casi no aparece. Un modelo más europeo de novela de dictaduras. Me interesaba narrar las consecuencias de las decisiones del dictador, pero no me interesaba mostrarlo tomando esas decisiones. En La fiesta del chivo yo sí quise acercarme a ese centro del poder, un lugar que es muy difícil trasponer a una novela porque es un escenario que adquiere todos sus rasgos recién cuando es visto desde afuera. La distancia es lo que permite a un dictador convertirse en superhombre semidivino, odiado y adorado, que genera sentimientos anormales en la gente. Volverse popular y tan temido como querido. Los dictadores son una forma de adicción y tal vez por eso uno de los pocos dictadores a los que Trujillo no despreciaba era a Perón porque veía en él la capacidad para volver y salirse con la suya. El desafío estaba en presentar al monstruo de Trujillo como un ser humano. El padre, el marido, el ser vulnerable, el enfermo... ¿Un top-five dictatorial? ¿Me preguntas por una lista de dictadores con novela pendiente? Yo creo que lo más terrible es que hay muchas novelas por escribir en ese sentido. Y lo que ocurre es que el personaje del dictador siempre es atractivo �por más que en ocasiones aparezca como un personaje �aburrido� como podría ser Pinochet� porque lo que vale a la hora del dictador novelizado es el tratamiento literario. Es un tema que no se agota y que �por suerte y por desgracia� marca la historia de las letras latinoamericanas. Fujimori sería una gran novela porque para mí inaugura un nuevo tipo de dictadura que tal vez sea el modelo base para las dictaduras latinoamericanas delsiglo XXI. El venezolano Chávez, por ejemplo, no se explicaría sin el precedente del peruano Fujimori: el hombre de acción que no viene a perder el tiempo y que, elegido democráticamente, está desbordado de gestos totalitarios. Yo estoy a la espera �aunque todavía está muy próximo� de la gran novela sobre Fidel Castro. Lo que pasa es que hay tantos escritores con complejo de inferioridad a la hora de criticar a Castro... Tiene unas coartadas morales e ideológicas que todavía funcionan con muchos escritores latinoamericanos... Pero ya va a llegar. Es inevitable que aparezca la novela de una dictadura tan larga, tan robusta y tan contradictoria.� LO DOCUMENTAL �Lo más excesivo de la persona de Trujillo que yo hubiera querido pormenorizar a la hora del Trujillo personaje fue la historia de este hombre a quien lo obligó a comerse a su hijo. Se lo sirvió cocido y después le mostró la cabeza. Fue imposible hacer que la ficción acepte ese hecho verídico. Tuve que ponerlo al fondo, sesgado, contado como por intermediarios y casi escondido. No es una cuestión moral sino un problema técnico. Yo sentí que no podía hallar una maniobra lo suficientemente persuasiva para dar verosimilitud a algo �no importa que lo sepas cierto- cuya realidad puede matarte una novela y una ilusión. Hay momentos de la realidad tan excesivos que no resisten su traducción a lo novelesco.� LO REALISTA (NO MAGICO) �Mi predisposición natural en lo literario es hacia el realismo y no hacia la literatura fantástica. Soy lector y admirador de ese tipo de ficciones, pero no es el tipo de literatura que a mí me interesa hacer. Incluso sí me irrita esa caricaturización de América latina a la que se le adjudica como única forma de expresión genuina ese realismo mágico. Lo que es una gran ingenuidad y que ha dado una visión totalmente falaz de nuestra realidad. Y además el realismo mágico es una tendencia o género literario que no puede ser exclusivamente adjudicable a lo latinoamericano. Tiene precedentes clarísimos en la literatura sureña norteamericana, en Africa, en Isak Dinesen, en El tambor de hojalata de Günther Grass. De acuerdo, hubo y hay grandes escritores latinoamericanos que cultivan esa tendencia y �sobre todo en Estados Unidos� han producido una distorsión y, ahora, un reacción de parte de escritores jóvenes latinoamericanos muy preocupados por separarse de todo eso y escribir desde otro lado. No hace mucho leí una antología titulada McCondo donde un grupo de nuevos escritores aparecían reunidos bajo un prólogo que más que un prólogo era un manifiesto y un llamado a las armas.� LO POLITICO �Es una suerte que las nuevas generaciones de escritores latinoamericanos sean más literarias que políticas. Me alegro cuando me dicen que los escritores jóvenes se preocupan por mi obra sin que les afecten mis opiniones políticas. De acuerdo, mis posturas y pronunciamientos en ese sentido me han traído muchos dolores de cabeza y, sobre todo, en ese ámbito que es el mío, el intelectual. Se sabe que en América latina no es tan fácil decir lo que se piensa porque poca gente lo dice. Durante una buena época yo me vi muy marginado y obligado a todo el tiempo a hacer precisiones, deslindándome de una visión falsificada y calumniosa que se había vuelto una constante a la hora de hablar de mi persona. Un época en que hacer la menor crítica a lo que yo entendía como dictaduras de izquierdas era ser un fascista. Hoy día, por suerte, las cosas se han suavizado algo. Fue vivir dentro de una tensión tremenda, pero por otra parte todo eso me dio a mí una libertad y una coherencia interior que yo siempre agradeceré. Vivir en la duplicidad en la que creo que han vivido muchos escritores de América latina debe ser terrible. Yo no tengo problema en decir que un escritor es un animal burgués y no un animal proletario. Una persona privilegiada que acaba mereciendo �justa oinjustamente� unas consideraciones a las que el común de los ciudadanos no accede. Esa es la verdad.� LO PRESIDENCIAL �Haber querido ser presidente. Tal vez sea uno de los errores graves que he cometido. Una ilusión que tiene que ser situada en el contexto en que tuvo lugar para ser comprensible. Un momento muy especial de la historia del Perú. Un momento en el que parecía que la democracia podía llegar a derrumbarse. Hubo unas circunstancias que me hicieron sentir que era posible, yo me engañé mucho leyendo cosas que en realidad no ocurrían. Hice una lectura errada de la realidad y me lancé a la aventura y después de todo dicen que para un escritor no hay experiencia mala; pero desde luego no la repetiría. Y yo entiendo que me digas que un escritor no tiene nada que hacer sentado en un sillón presidencial, pero también es malo llegar a conclusiones tan definitivas porque lo cierto es que, si queremos que las cosas cambien... De acuerdo, es peligroso para un escritor y la carrera política en países como los nuestros puede resultar suicida para un hombre de la literatura. La política �en un terreno ideal� es la puesta en práctica de la buena fe y las mejores intenciones mientras que la escritura en muchos casos se fundamenta en el examen de la interioridad humana donde, por lo general, no prevalecen los buenos sentimientos. La política y la literatura se encuentran en el terreno donde ambas agudizan una conciencia crítica a la hora de examinar un sistema y, tal vez, un escritor esté mejor equipado que un político a la hora de detectar problemas estructurales de la realidad.� LO PERIODISTICO �La práctica del periodismo es un riesgo porque crea hábitos y tics. Pero por otra parte y para mí es una manera de tener un pie en la calle, de participar y debatir, de escapar del cuarto proustiano con paredes de corcho. Todo eso sigue formando parte de mi trabajo intelectual y de lo que creía cuando era joven: esa necesidad de opinar y comprometerse. También es una manera de ir fijando mi posición en cuanto a lo que ocurre porque, entre otras cosas, no es verdad que yo sea lo que muchas veces la gente cree que soy. Hay muchas versiones completamente caricaturescas de mi persona �que me preocupan no por vanidad sino porque desnaturalizan un esfuerzo� y el periodismo a mí me sirve para presentar mi propia versión del asunto: cómo soy y cómo pienso. Si yo me tomo un tiempo considerable para atacar o defender ciertas cosas, creo que lo mínimo a lo que puedo aspirar es a que quede claro. Y eso no es fácil y me exige constantemente estar pronunciándome y precisando mi propia posición sobre la realidad. A mí la idea del escritor ermitaño me aterroriza.� LO LITERARIO �Si de algo estoy seguro es de que la literatura te prepara para entender mejor la realidad. Hay una función social del escritor que es la de proporcionarle a la sociedad esa realidad paralela que es la ficción. Y me parece un peligro que estemos cada vez más marcados por los medios audiovisuales y no por la literatura. Me encanta el cine y un buen programa de televisión me parece formidable; pero creo que la ficción pasada por los medios audiovisuales es una ficción castrada, mediocrizada, banalizada y que acaba proponiendo una visión esquemática de la realidad humana, de estereotipos. Cuando uno lee, trabaja junto al escritor y pone su propia sensibilidad y conocimientos en juego para que la realidad de la ficción literaria se materialice. El lector participa.� LO FEMENINO �En el caso de La fiesta del chivo yo quería que las mujeres tuvieran un papel importante porque, por una parte, padecieron más que los hombres la dictadura de Trujillo y, por otra, porque hubo mujeres extraordinarias en esos tiempos en Santo Domingo que habían permanecido enlas sombras y me interesaba sacarlas al sol. Urania es una mujer, pero también es un símbolo. Lo cierto es que a mí me cuestan mucho más trabajo los personajes femeninos que los masculinos. Es obvio. Pero también me gusta esforzarme a la hora de escribir. El esfuerzo de lo desconocido siempre es más interesante que la comodidad �o el esfuerzo menor� de lo conocido. No sé si vendrá de Flaubert o que, sencillamente, uno quiere mantenerse vivo y en los desafíos es cuando más vivo uno se siente. Mecanizarse es, seguro, tanto para un hombre como un escritor, el principio de la muerte.� LO CLASICO �Yo sigo siendo un admirador de la novela del siglo XIX. Yo soy un hijo de todo eso. La guerra y la paz es un libro que me marcó y me sigue marcando. Balzac. Flaubert. Permanezco ajeno a este corrimiento de siglo que coloca a todo eso todavía más atrás. Para mí el siglo XIX sigue siendo y seguirá siendo el siglo pasado y siento a su literatura como algo muy próximo. Y, por supuesto, Faulkner que para mí funciona como ese pasillo que une a la literatura latinoamericana con la literatura en inglés. Una zona fronteriza donde �como ocurre con nuestras tierras� hay un choque de idiomas y culturas y climas y terratenientes. Y además es un escritor que creó una utilería y una técnica para describir realidades tan semejantes a la nuestra. Es alguien muy útil y muy funcional para nosotros y su obra no se ha empobrecido o vuelto anticuada. La fiesta del chivo es un libro muy faulkeriano y muy siglo XIX y me gusta que así sea. Hay un tratamiento de lo histórico pasado por lo popular que es una marca muy fuerte y por la que yo siempre he tenido admiración... Me preguntas qué pienso en cuanto a que a partir de ahora hay dos Trujillos: el hombre que vivió y el personaje que yo hago vivir. ¿Siento algún temor secreto en ese sentido? ¿Temo a su voz desde el Más Allá? Ojalá que mi Trujillo permanezca. Eso es, desde ya, el sueño de todo escritor... Espero �desde un punto de vista estrictamente funcional� que mi Trujillo provoque asco en los lectores y desprecio por todas las dictaduras. Usarlo para eso. Pero tampoco podría decir que detesto a un personaje con el que he vivido tantos años y he seguido y construido y me ha enriquecido la vida haciéndome trabajar e inventar... Es un hijo raro... Hay un agradecimiento perverso hacia ese dictador que, finalmente, un día me dictó una novela.�
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