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OPINION
Hay más paparruchas
Por Diego Bonadeo

Posiblemente sea Jorge Solari uno de los casos más paradigmáticos de la historia del fútbol del mundo, en cuanto a directores técnicos acotados hasta el límite en sus posibilidades de entrenar un equipo a cargo. Y se trató nada menos que del prólogo del Mundial de 1994 en Estados Unidos, cuando, desde que se hizo cargo del seleccionado de Arabia Saudita hasta el debut del combinado en la Copa del Mundo, no habían pasado más de cien días, alrededor de diez de ellos neutralizados por ceremonias religiosas que impedían prácticas lúdicas.
Sin embargo, es muy poco lo que se recuerda de este episodio, pese a ser Solari un técnico argentino y pese a ser el árabe un fútbol por lo menos pintoresco, aunque con un desempeño sorprendentemente auspicioso, tanto en el juego como en los resultados, durante esa Copa del Mundo.
Al discurso tacticista y cibernético, pleno de lugares comunes y de frases vacías de contenido, cuya finalidad última es lograr resultados dibujando catetos e hipotenusas como si Pitágoras fuese el enganche del Panathinaikos, le resulta ajeno aquella experiencia árabe del Indio Solari. Tan ajena como les puede resultar �Oktubre� o �La bestia pop� como experiencias del Indio Solari ricotero. No le es demasiado conveniente a ese discurso recordar demasiado aquello, tan alejado del �trabajo de la semana� o de las caseteras.
Mucho más cercano, seguramente, les resultará a los apólogos de las ciencias deportivas la última paparrucha de Carlos Bilardo, ahora a cargo de la selección de Libia, tratando de convertir en algo parecido a un jugador de fútbol al joven Al Saadi Khadaffi, el hijo del propio Muammar Khadaffi, cuya �modesta� pretensión pasa por integrar el seleccionado de su país como número diez, como si el número del más grande se pudiera rematar en una kermesse o canjear en un mercado de pulgas.
Todo esto con el agregado del ex atleta y velocista Ben Johnson como merodeador profesional, quizás soñando con la posibilidad de que en un futuro no demasiado lejano dejen de estar prohibidos los estimulantes, los alfileres y los bidones con vomitivos.
Para completar el dislate, el informe que llegó desde las Islas Canarias daba cuenta de que una nutrida delegación libia se prepara a través de Internet para las eliminatorias del Mundial 2002. Y uno, desde la ingenuidad, no puede menos que preguntarse cómo puede seriamente nadie suponer que un equipo deportivo de cualquier cosa puede entrenarse con o desde una computadora.

 

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