Domingo
Cavallo. Jugó fuerte y ganó. En una prueba más de lo que
su socio llamó --insuperablemente-- "bulimia de poder",
tragó saliva y llamó a "Gustavo". Aceptó competir con
quien considera, en forma a menudo demasiado ostensible, un competidor
menor. Sobrellevó un par de knocks downs en los debates, sin
amilanarse, quizá sin registrarlo. Y terminó en lo que considera su
lugar natural, de hecho el único que soporta: el de número uno. Y va
por más. Si consigue el batacazo de derrotar a Aníbal Ibarra no sólo
será Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. También quedará
ubicado en la pole position para candidatearse a presidente por el PJ
en el 2003.
Aun si pierde en forma
honrosa (con alrededor del 35 por ciento de los votos, hipótesis más
que posible) quedará en carrera. Y, como fuera, engrosará sus
huestes con un batalloncito de legisladores porteños, ya que tendrá
su lista propia de diputados. En la anterior elección le había
dejado ese feudo a Beliz. Tendrá por añadidura casi dos meses de
protagonismo, el juego que mejor juega y que más le gusta.
Gustavo
Beliz. Cavallo lo tiene de hijo, en el sentido futbolístico
de la expresión. Lo domina, le impone las reglas, de alguna forma le
gana siempre. De nada le sirvió al ex ministro del Interior su
abrumadora superioridad en el maratón de debates que jalonó la breve
e intensa primaria del centroderecha. De poco sirvieron sus
pretendidas potentes redes territoriales reforzadas por punteros
peronistas. Con los primeros datos a la vista, todo indica que los
justicialistas que mejor trabajaron el territorio fueron los
cavallistas Jorge Argüello y Alberto Iribarne, tal vez favorecidos
porque son fuertes en los barrios del norte de la ciudad, obviamente más
proclives a participar en la partida. Los participantes en el sur de
la Capital donde Beliz fincaba buena parte de sus expectativas apenas
superaron el 18 por ciento del total.
Beliz
podía haber terminado aún peor: su reconciliación con Cavallo lo
salvó de una caída libre, precipitada en buena medida por su gravísimo
error de buscar una entente con sectores impresentables del PJ
Capital. Pero esas dos jugadas consecutivas no le saldrán gratis:
erosionarán a futuro su patrimonio simbólico, lo que seguramente no
ocurrirá con Cavallo que no "vende" coherencia ni estilos
impolutos sino pragmatismo y ambición de poder.
Para redondear sus
desdichas, es razonable profetizar que su lista de legisladores sacará
menos votos que la del ex ministro de Economía, por lo que su bloque
de 11 legisladores corre serios riesgos de adelgazamiento.
La
Alianza. Los aliancistas dicen estar contentos porque
aseguran, basándose en encuestas propias, que la presencia de
Encuentro por la Ciudad polarizará al electorado y les dará mayores
perspectivas de ganar en la primera vuelta. Pero también deberán
bancar a un adversario de primer nivel, capaz de hacer campaña 18
horas por día, que ayer empezó a mojar la oreja de Aníbal Ibarra
exigiéndole debate y tratando de "provincializar" la elección.
Los
independientes. Los candidatos y sus allegados se llenaron
la boca festejando la mayoritaria presencia de votantes
"independientes" (72, 6 por ciento del total). Habría que
aclarar un "detalle": hay muchos no afiliados que son igual
periferia de los aparatos partidarios, en este caso del PJ.
"Detalle" que los peronistas que trabajaron para Cavallo o
Beliz le harán saber e intentarán facturar como adicional de los
afiliados al PJ que llegaron a ser un --nada desdeñable-- 11 por
ciento del total de televotantes.
Lateralmente, cabría
preguntarse si es válida esa permanente apología del
"independiente" frente a quien define su pertenencia, se
afilia, tal vez milita. Una suerte de superioridad del descomprometido
que opera sobre los discursos públicos. Amén de eso, tal y como
funciona el sistema político, el no afiliado tiene una ventaja enorme
sobre el que lo es: puede votar en la pléyade de internas abiertas
que convocan la inmensa mayoría de los partidos y alianzas. Una
suerte de voto calificado respecto de los afiliados, que sólo pueden
hacerse valer en la propia interna. Una paradoja, entre tantas, de un
sistema que funciona a golpes de efectos publicitarios, cimentado en
discursos efectistas que usualmente contienen una permanente
desvalorización de lo político como algo antagónico a "la
gente".
Good
show. Una de cal y una de arena. El sistema político tiene
de vez en vez mayor competitividad y exigencia. La necesidad hecha
virtud obligó a dos figuras con --atendibles-- veleidades de ser número
uno a reconciliarse. Los integrantes de las dos fórmulas competitivas
son dirigentes nacionales de primer nivel. El peronismo pagará su
carencia de de figuras potentes con un papelón histórico. La
asistencia de 67.370 votantes revela la proclividad de los ciudadanos
a participar. Aunque los números finales de una interna siempre
susciten dudas y aunque se tabule el aliciente "artificial"
para participar que significa el anzuelo del chiche nuevo,
El lugar. El resultado de la primera interna telefónica de la
historia de la humanidad se dio a conocer en el porteñísimo barrio
de Barracas, en un galponazo llamado Central Park que en sus buenos
tiempos supo ser una fábrica. De ella se conservan el edificio
original, una chimenea industrial de más de 20 metros y un laberinto
de escaleras metálicas. Ahora el edificio está adornado en los
pujantes colores que son la marca de fábrica de La Boca pero pintados
por la mano de Pérez Celis y funciona como call center. Una fábrica
reconvertida en call center con nombre en inglés, sede ideal para una
interna de dos ex ministros del menemcavallismo. A veces, la realidad
es generosa inventora de metáforas. Hasta a Pino Solanas le hubiera
costado imaginar algo mejor.
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