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En el último ejercicio, Aerolíneas
facturó 1100 millones de dólares, pero perdió 120 millones y cerró su
balance con una deuda superior a los 800. American Airlines abandonó hace
pocos meses la compañía, resignando su gerenciamiento. Después de esta
renuncia, la Sociedad Española de Participaciones Industriales --holding
estatal y principal accionista de Aerolíneas-- prometió presentar un
plan de salvataje, que sólo podrá estar listo después de que sean
designadas sus nuevas autoridades, o reconfirmadas las actuales, tras las
elecciones de ayer en la península.
"El único esquema viable
es que la SEPI absorba la deuda financiera, cercana a los 500 millones de
pesos y se decida, luego, a aportar unos 30 millones de pesos por mes para
capitalizar la compañía", especuló ante Página/12
un estrecho colaborador de Gallo, cuyo equipo no parece muy optimista
respecto del futuro de Aerolíneas. Por ahora, el inminente recambio de
autoridades en España mantiene la incógnita sobre el plan rector
prometido. Pero en el Gobierno no hay grandes expectativas respecto de esa
propuesta, que para los gremios del sector está casi cantada y sería una
réplica de la receta utilizada para racionalizar Iberia: reducir costos
recortando salarios y eliminando frecuencias.
Gallo declaró dos semanas atrás
que el Estado estaría dispuesto a aportar fondos para capitalizar la
empresa, en proporción al 5 por ciento del capital que posee, si el
programa de salvataje de la SEPI lo convenciera de que es eficaz. Sin
embargo, en Transporte descuentan que la alternativa de que el Tesoro
argentino haga algún desembolso para Aerolíneas es casi utópica.
Si, por el motivo que fuere, el
prometido plan de rescate de la SEPI no resultara, la Asociación
Argentina de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA) arremetería con el plan
del que ya esbozó ante la subsecretaria de Aeronavegación, Angela
Donato, quien prometió considerarlo con el ministro de Infraestructura
durante el fin de semana. "Lo mejor que nos puede pasar es que SEPI
haga una buena propuesta y nosotros podamos ocuparnos de seguir volando y
nada más. Pero si eso no ocurre, ofrecemos una alternativa", comentó
ante Página/12 Rogelio
Cirigliano, dirigente de APLA.
La chance de que los
trabajadores sean protagonistas del próximo capítulo de esta historia no
fue desechada por el Gobierno, pero tampoco inspira algarabía en sus
funcionarios. Según los cálculos oficiales, la empresa privatizada
necesita no menos de 200 millones de dólares frescos "para
arrancar" y reforzar algo de su menguado capital, obligación que se
suma a la de afrontar su abultada deuda. Así las cosas, el Gobierno
calcula que, además del anhelado auxilio del BID, los gremios precisarían
algún otro apoyo económico que difícilmente consigan.
¿Qué pasaría si Aerolíneas
Argentinas quiebra, tal como los directivos de la SEPI advirtieron en
Buenos Aires hace poco tiempo? Todo dependería, entonces, de la voluntad
del juez de no embargarle los bienes y permitirle seguir funcionando, como
ocurre actualmente con Racing Club o con la transportista Chevallier. Caso
contrario, los argentinos se verían ante la dramática situación de
asistir al derrumbe de su tradicional línea de bandera, que de local
conserva el nombre y las pocas acciones en poder del Estado y de los
trabajadores. También para esa hipotética situación el Gobierno tiene
un remedio de emergencia: otorgarle la condición de línea de bandera a
alguna otra compañía que esté operando en el mercado. RESTRINGEN
EL INGRESO DE TERCEROS Por
C.C.
La norma suspendida --ideada
por el entonces secretario de Coordinación Legal, Horacio Liendo, luego
de intrincadas negociaciones con el gobierno español-- eliminó aquella
restricción, con el afán de permitirle operar al estado ibérico en
forma conjunta Aerolíneas y Austral con status de línea de bandera.
Pero la secretaría de
Transporte, a cargo de Jorge Kogan, advirtió el peligro de que cualquier
otra compañía extranjera, por el solo hecho de domiciliarse en la
Argentina, exija cubrir rutas domésticas. Quizá porque Lan Chile demostró
genuino interés en aprovechar el filón. Esta u otra virtual competencia,
juzga el funcionario, podría ser letal para la endeudada Aerolíneas.
Su colaboradora, Angela Donato,
tiene previsto ir a los Estados Unidos para seguir debatiendo acerca de la
apertura de los cielos, que daría a las compañías de ese país la
potestad de volar a territorio argentino con la frecuencia que mejor le
convenga y sin que Washington garantice a una línea argentina similar
penetración en su mercado. Esta reciprocidad es la que intentan preservar
hoy los acuerdos bilaterales, que la Administración Clinton pretende
sustituir por la política de libre vuelo. El Gobierno intenta demorar esa apertura o acompañarla de algún compromiso de cierta equidad entre las poderosas compañías norteamericanas y la tambaleante Aerolíneas. Hacer otra cosa en este momento sería como asestarle un golpe mortal.
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