|
Fernández Meijide llegó a las
provincias como emisaria del Presidente. En las dos conferencias de prensa
repitió que Fernando de la Rúa, durante su estadía en Chile, se comunicó
tres veces cada día para conocer detalles. Hasta el sábado a la mañana,
la ministra no tenía pensado el viaje. Sólo coordinaría las acciones de
emergencia desde Buenos Aires. Pero durante la tarde del sábado, mientras
la crecida del río Dulce en Santiago empezaba a dar indicios de la
avanzada, se decidió la partida.
El hospital de La Madrid, en
Tucumán, está convertido en sala de evacuados. Allí, en la cocina,
Mercedes Coronel lava algo para la cena. Dice que la comida escasea,
"que entre las cosas que nos mandan --pide-- se olvidan de la carne y
los condimentos". Y repite: "Tienen que mandarnos más, no puede
ser que haya hecho ocho kilos de arroz con un solo kilo de carne". En
el centro hay 180 evacuados alojados, pero ayer almorzaron 240. Son
familias de la zona que han perdido todo, en casas donde "el suelo se
hunde", dice ahora Rosa. La mujer se mantuvo en su casa, resistiendo
el avance del agua pero también la salida. Es un síntoma que se ha
vuelto típico entre los invadidos por el río en la zonas del noroeste:
no salen, esperan como lo hizo Rosa: "Primero levanté las cositas
arriba de la mesa, después me estuve en el techo. El agua se llevó hasta
la pava".
El peregrinaje en esta área es
un circuito de tres paradas: casa, en ocasiones los techos, más tarde una
vieja estación del ferrocarril y al final los albergues preparados por
los municipios.
Ese modo de atrincheramiento
doméstico es por miedo al robo, al saqueo. Para evitarlo, cuando el agua
los corre, los que tienen autos los montan como casas sobre la ruta. Los
que no, piden prestado. Cuando ni siquiera esa instancia existe, la opción
son las columnas de carpas armadas con hule que se levantan a la vera de
la ruta que une al sur, Tucumán con Santiago. Esas rutas son refugios.
"En La Madrid, la ruta es alta y funciona como terraplén y provoca
que se estacione el agua. El problema comenzó cuando se abrió en el
norte el dique Escaba, para salvar a Alberdi", explica el intendente
Silenio Cailizo, mientras pide, con otros lugareños, alcantarillas para
resolver el problema.
Entre todos hay reclamos,
sumados y dichos de cien modos distintos. Existe el reclamo para la
subsistencia presente: el de comida, sobre todo. Fernández Meijide dijo
que era de la provincia la responsabilidad de ese envío. "Los
alimentos son perecederos, tampoco mandamos chapas ni muebles --dijo a
este diario-- por el volumen que ocupa en la carga." Las 63 toneladas
enviadas al nordeste en cinco aviones fueron distribuidas en Tucumán, a
donde se han mandado 30 y más tarde en cargas que llegaron divididas en
once toneladas cada una a Catamarca, Santiago del Estero y La Rioja. Las
denuncias por el viejo mecanismo de prebendas y de distribuciones
parecidas a la dádiva de caudillos fue balbuceada, cuchicheada y gritada
bien fuerte frente a la ministra: "No hay que dejar lugar al manoseo
de las cosas. ¿Dónde están los colchones que nos mandaron --decía
Etelvina Corisin--? yo tengo cinco hijos y dormimos en un solo colchón".
Esa dormida se hace en una habitación pequeña. El colchón es una
gomaespuma que apuntala con otro pedazo prestado por un vecino inundado.
Pero hasta la zona de Etelvina, el ministerio envió el sábado un
cargamento con 3000 colchones. Ayer al mediodía no habían llegado.
Contra los posibles fraudes, se intentó montar un sistema. El ministerio
"envió una lista con la nómina de cada una de las cosas que
enviamos a cada diputado de la Nación, no importó la extracción política",
dijo Meijide. A la lista se incorporaron dos funcionarios del organismo
que, desde la zona, se encargan de controlar los operativos de emergencia
y, en ellos, el paso de la Gobernación a cada provincia.
Para afinar estas cuestiones,
la ministra se reunió con intendentes y gobernadores de las zonas
castigadas. También lo hizo Lombardo. El ministro, desde Tucumán,
focalizó un tema: "Antes de las inundaciones existía en estas zonas
un brote de hepatitis, nosotros estamos intentando que eso no se
expanda". Esto, más prevenciones por diarreas y infecciones por el
agua que puede no ser potable son los temas sobre los que especialmente se
trabaja con el envío de materiales.
Pero hacia el sur las
necesidades tienen gamas distintas. Mientras la inundación en Tucumán
atraviesa un momento de estancamiento --la gente está volviendo a sus
casas--, en Santiago, el gobernador Juárez optó por definirla como
"desesperante, peor que la del '73". Las aguas del cauce del Salí
son en Santiago las del río Dulce. "Esto, durante todo el año, es
un hilo", dice un paisano mientras mira ahora el río convertido en
un gran bañado. En La Banda, la gente pide tierra. Es un poblado hecho de
asentamientos a la orilla del río. Una vieja mujer, Graciela Morín,
tiene ahí su cama de elásticos metálicos debajo de un toldo. "El
agua viene de abajo, se nota que la atmósfera está baja", va
pensando mientras ese charco metido en buena parte de su terreno se va
convirtiendo en laguna negra infectada. Allí está Leonardo Tévez, su
hombre, carreteando escombros para impedir el avance. Tiene confianza:
"Con un camioncito de tierra más, trabajando esta noche freno el
agua". Para el intendente local, Angel García Piazza, la única
solución es que las aguas del río bajen.
Fernández Meijide, antes del
final, voló sobre Santiago, considerada la provincia que padece
situaciones más críticas, y la que puede sufrir más el avance de las
aguas en los próximos días. "Mi preocupación más profunda es cómo
llegar hasta los ranchitos donde ninguno hasta ahora --lo reconoció el
gobernador--, puede llegar para ayudar. ¿Qué le va a pasar a esa
gente?", concluyó.
|