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Santiago está cercada por el agua y la situación es "desesperante"

Los afectados resisten hasta lo último la evacuación, por temor a los saqueos

Según el gobernador Juárez, son las inundaciones más graves en la historia de la provincia: hay más de 12 mil afectados. Fernández Meijide y Lombardo recorrieron la zona del desastre y supervisaron la asistencia. Los evacuados reclaman más víveres y colchones. 


Por Alejandra Dandan 
Desde Tucumán y Santiago del Estero

t.gif (862 bytes) Hay una vieja máquina de escribir tirada en el barro. Una mujer desespera: "Mis libros, mírelos", pide. Elena Salazar es docente rural de La Madrid. O era. Parada en la calle donde una población recupera sólo de sus casas el piso de tierra, mira alrededor y dice: "Las casas de mis alumnos no están más". Esa es la situación de una de las ciudades tucumanas donde el agua ha arrasado todo, incluso lo poco. Por allí, la ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández Meijide, y el titular de Salud, Héctor Lombardo, iniciaron ayer su visita a las zonas inundadas. La situación de los seis mil evacuados y los ríos cruzando ranchos era terrible, aunque lo peor asoma después de transitar la Ruta 333. Entonces asoma el drama de Santiago del Estero, que aparece ahora como la zona que amenaza tornarse "desesperante", según el diagnóstico del gobernador Carlos Juárez, que ayer anunció que podría declarar emergencia provincial. Allí hay 8200 evacuados y otros 4290 damnificados. Juárez y Julio Miranda, gobernador tucumano, insistieron en denunciar la tala indiscriminada de árboles como uno de los factores que incide en el avance de las aguas.

  Fernández Meijide llegó a las provincias como emisaria del Presidente. En las dos conferencias de prensa repitió que Fernando de la Rúa, durante su estadía en Chile, se comunicó tres veces cada día para conocer detalles. Hasta el sábado a la mañana, la ministra no tenía pensado el viaje. Sólo coordinaría las acciones de emergencia desde Buenos Aires. Pero durante la tarde del sábado, mientras la crecida del río Dulce en Santiago empezaba a dar indicios de la avanzada, se decidió la partida.

  El hospital de La Madrid, en Tucumán, está convertido en sala de evacuados. Allí, en la cocina, Mercedes Coronel lava algo para la cena. Dice que la comida escasea, "que entre las cosas que nos mandan --pide-- se olvidan de la carne y los condimentos". Y repite: "Tienen que mandarnos más, no puede ser que haya hecho ocho kilos de arroz con un solo kilo de carne". En el centro hay 180 evacuados alojados, pero ayer almorzaron 240. Son familias de la zona que han perdido todo, en casas donde "el suelo se hunde", dice ahora Rosa. La mujer se mantuvo en su casa, resistiendo el avance del agua pero también la salida. Es un síntoma que se ha vuelto típico entre los invadidos por el río en la zonas del noroeste: no salen, esperan como lo hizo Rosa: "Primero levanté las cositas arriba de la mesa, después me estuve en el techo. El agua se llevó hasta la pava".

  El peregrinaje en esta área es un circuito de tres paradas: casa, en ocasiones los techos, más tarde una vieja estación del ferrocarril y al final los albergues preparados por los municipios.

  Ese modo de atrincheramiento doméstico es por miedo al robo, al saqueo. Para evitarlo, cuando el agua los corre, los que tienen autos los montan como casas sobre la ruta. Los que no, piden prestado. Cuando ni siquiera esa instancia existe, la opción son las columnas de carpas armadas con hule que se levantan a la vera de la ruta que une al sur, Tucumán con Santiago. Esas rutas son refugios. "En La Madrid, la ruta es alta y funciona como terraplén y provoca que se estacione el agua. El problema comenzó cuando se abrió en el norte el dique Escaba, para salvar a Alberdi", explica el intendente Silenio Cailizo, mientras pide, con otros lugareños, alcantarillas para resolver el problema.

  Entre todos hay reclamos, sumados y dichos de cien modos distintos. Existe el reclamo para la subsistencia presente: el de comida, sobre todo. Fernández Meijide dijo que era de la provincia la responsabilidad de ese envío. "Los alimentos son perecederos, tampoco mandamos chapas ni muebles --dijo a este diario-- por el volumen que ocupa en la carga." Las 63 toneladas enviadas al nordeste en cinco aviones fueron distribuidas en Tucumán, a donde se han mandado 30 y más tarde en cargas que llegaron divididas en once toneladas cada una a Catamarca, Santiago del Estero y La Rioja.

  Las denuncias por el viejo mecanismo de prebendas y de distribuciones parecidas a la dádiva de caudillos fue balbuceada, cuchicheada y gritada bien fuerte frente a la ministra: "No hay que dejar lugar al manoseo de las cosas. ¿Dónde están los colchones que nos mandaron --decía Etelvina Corisin--? yo tengo cinco hijos y dormimos en un solo colchón". Esa dormida se hace en una habitación pequeña. El colchón es una gomaespuma que apuntala con otro pedazo prestado por un vecino inundado. Pero hasta la zona de Etelvina, el ministerio envió el sábado un cargamento con 3000 colchones. Ayer al mediodía no habían llegado. Contra los posibles fraudes, se intentó montar un sistema. El ministerio "envió una lista con la nómina de cada una de las cosas que enviamos a cada diputado de la Nación, no importó la extracción política", dijo Meijide. A la lista se incorporaron dos funcionarios del organismo que, desde la zona, se encargan de controlar los operativos de emergencia y, en ellos, el paso de la Gobernación a cada provincia.

  Para afinar estas cuestiones, la ministra se reunió con intendentes y gobernadores de las zonas castigadas. También lo hizo Lombardo. El ministro, desde Tucumán, focalizó un tema: "Antes de las inundaciones existía en estas zonas un brote de hepatitis, nosotros estamos intentando que eso no se expanda". Esto, más prevenciones por diarreas y infecciones por el agua que puede no ser potable son los temas sobre los que especialmente se trabaja con el envío de materiales.

  Pero hacia el sur las necesidades tienen gamas distintas. Mientras la inundación en Tucumán atraviesa un momento de estancamiento --la gente está volviendo a sus casas--, en Santiago, el gobernador Juárez optó por definirla como "desesperante, peor que la del '73". Las aguas del cauce del Salí son en Santiago las del río Dulce. "Esto, durante todo el año, es un hilo", dice un paisano mientras mira ahora el río convertido en un gran bañado. En La Banda, la gente pide tierra. Es un poblado hecho de asentamientos a la orilla del río. Una vieja mujer, Graciela Morín, tiene ahí su cama de elásticos metálicos debajo de un toldo. "El agua viene de abajo, se nota que la atmósfera está baja", va pensando mientras ese charco metido en buena parte de su terreno se va convirtiendo en laguna negra infectada. Allí está Leonardo Tévez, su hombre, carreteando escombros para impedir el avance. Tiene confianza: "Con un camioncito de tierra más, trabajando esta noche freno el agua". Para el intendente local, Angel García Piazza, la única solución es que las aguas del río bajen.

  Fernández Meijide, antes del final, voló sobre Santiago, considerada la provincia que padece situaciones más críticas, y la que puede sufrir más el avance de las aguas en los próximos días. "Mi preocupación más profunda es cómo llegar hasta los ranchitos donde ninguno hasta ahora --lo reconoció el gobernador--, puede llegar para ayudar. ¿Qué le va a pasar a esa gente?", concluyó.

 

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