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Por
Raúl Kollmann
La izquierda no sedujo y la
derecha cosechó el auge económico. Una de las consecuencias más
impactantes de la noche fue la renuncia inmediata del secretario general y
candidato del PSOE, Joaquín Almunia, quien dio un paso al costado porque
"hay que renovar el socialismo en sus ideas y sus hombres".
Mientras tanto, las grandes empresas que lograron un crecimiento explosivo
en los últimos años --Telefónica, Repsol, los bancos españoles--,
tienen garantizado un fuerte respaldo en los próximos cuatro años. Los
datos son categóricos: el Partido Popular de Aznar obtuvo 183 diputados,
seis más de los que se necesitan para gobernar. El PSOE perdió 16 bancas
y la Izquierda Unida (IU), que apoyaba al candidato socialista, concretó
la catástrofe que se prenunciaba, ya que se quedó con menos de la mitad
de sus diputados. Bastante antes del cierre de los comicios a las 20, las
caras eran largas en el comando del PSOE. Es que los datos indicaban que
bajó en forma abrupta --un 11 por ciento-- la cantidad de votantes.
Traducido, esto significaba que Almunia --un hombre con pinta de tío
bueno, pero no un dirigente carismático-- no había logrado movilizar a
lo que ellos llaman "la mayoría de izquierda". Es que hubo 15 años
en que la izquierda le pegaba nítidas palizas a la derecha, pero ese
electorado se volvió más bien pasivo, poco entusiasta. "Estos no
son de izquierda, se hincharon a robar", argumentan muchos de los que
ayer no fueron a votar. Anoche, en el comando de IU no faltaban los que decían, un
poco en serio y un poco en broma, que "si esto es así, los pocos
rojos que quedamos nos vamos a tener que exiliar".
En verdad, no era para
dramatizar tanto, pero obviamente el fracaso fue estruendoso. Con algunas
diferencias importantes, el pacto que se hizo aquí se parece un poco a la
formación de la Alianza en la Argentina. Aquí quedaron heridos de ambos
lados. En el PSOE, el votante moderado se espantó con el acuerdo con la
izquierda, y en IU, que se la pasó años criticando al PSOE acusándolo
de implementar políticas de derecha, más de la mitad de los votantes le
dieron la espalda a las urnas. La experiencia indica que en general estos
pactos no funcionan salvo, como ocurrió en la Argentina, que la prioridad
muy mayoritaria del electorado sea sacarse de encima --sí o sí-- al
partido o al candidato que ejerce el gobierno.
No era ése el caso aquí en
España. Se consiguen créditos para la vivienda a veinte años y con un
interés anual del 4 por ciento; hay una irrupción de celulares,
Internet, viajes baratos y coches modernos. Pero tal vez lo más
importante es que bajó el desempleo casi a la mitad, aunque en muchos
casos se contrata a la gente por una semana y se le va renovando ese
contrato semana a semana durante muchos meses. Al mismo tiempo, el
gobierno de Aznar no se vio envuelto en grandes escándalos. O sea que no
había un fuerte ambiente a favor de sacarse de encima la administración
Aznar y, por el contrario, entre los jóvenes parece surgir una generación
--se ve en la universidad-- de centroderecha.
En paralelo, los directorios de
las grandes corporaciones españolas seguramente festejaban anoche el
resultado. Siempre estuvieron cerca de Aznar y éste los respaldó en sus
alianzas y en su política de expansión, tanto en España como en América
latina, especialmente la Argentina. Seguramente Telefónica tiene ahora
las espaldas aún más cuidadas para seguir con su política de
adquisiciones en nuestro país.
¿Prenuncia esta victoria
aplastante en España un giro hacia la derecha en el conjunto de Europa?
No parece. Hay gobiernos de centroizquierda en 12 de los 15 países de la
Comunidad Económica Europea, incluyendo algunos de primera importancia
como Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia. Lo que sucede además, es
que el conjunto de la población no percibe grandes diferencias en los
planes de gobierno del centroderecha y del centroizquierda. El apoyo o el
rechazo se da más bien por el carisma de los dirigentes, los casos de
corrupción y, sobre todo parece que los ciudadanos se cansan de los
gobiernos que están demasiado tiempo en el poder. Ahí, el desgaste
produce un vuelco y es cuando los oficialismos suelen perder. Aznar no está
desgastado ni mucho menos, pero su gobierno de centroderecha es mucho más
una excepción que la regla en Europa.
Como ocurrió durante toda la
campaña, la gente se mantuvo un poco ausente de la contienda. Aznar arrasó,
pero aun así en el festejo en la calle frente a la sede del Partido
Popular no hubo más de dos mil personas que le gritaban a Aznar
"torero, torero". Lo que se dice una elección sin
dramas ni euforias.
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