El triunfo por mayoría absoluta del Partido
Popular de José María Aznar tiene un significado bien claro: una
victoria con mayoría simple hubiera condenado al centroderecha a
sucumbir a las exigencias extorsivas del partido nacionalista catalán
Convergencia i Unió --lo que hubiera degradado la democracia española
a niveles casi austríacos-- mientras hace semanas era claro que la
alianza entablada a último momento y desprolijamente entre el
socialismo de Joaquín Almunia y la Izquierda Unida de Francisco
Frutos carecía de toda posibilidad de imponerse frente a la drástica
reducción del desempleo de la gestión Aznar. El resultado de ayer es
también un golpe fortísimo contra el terrorismo de la organización
separatista vasca ETA y las políticas de apaciguamiento del Partido
Nacionalista Vasco, que rehusó salir de los pactos fuertemente
nacionalistas de Estella con Herri Batasuna --expresión política de
ETA--, aun cuando la organización rompió unilateralmente su tregua y
asesinó a un militar español y al diputado socialista al Parlamento
vasco Fernando Buesa, en torpe anticipación de un triunfo del PSOE e
Izquierda Unida y preparando la escena para nuevos intentos de extorsión
por amedrentamiento. Lo que más convenía a estas formaciones era un
nuevo Ejecutivo débil, que fuera incapaz de impedir que ellas
siguieran carcomiendo desde adentro los fundamentos del Estado
nacional y llevando a España hacia su desintegración. De hecho, las
concesiones ya entregadas a los nacionalismos regionalistas ponen al
poder central de Madrid al borde de su extinción como tal. El
resultado de ayer insinúa que el proceso podría ahora revertirse.
De este modo, la apuesta de
Aznar al adelantar las elecciones funcionó espectacularmente bien.
Desde luego, lo determinante fue la economía y no los asesinatos de
ETA y las tramas sórdidas de las distintas formaciones políticas
nacionalistas, pero no puede descartarse que estos últimos factores
hayan jugado un papel al sumar razones, en la perspectiva de muchos
españoles, para desear el triunfo de su Partido del Orden. Un sí al
empleo, un no al terror constituyen, por lo tanto, los primeros saldos
de las elecciones, mientras el PSOE va a ser forzado a un replanteo de
su estrategia, que hasta ayer se limitó a criticar la concentración
del poder económico bajo Aznar en el lenguaje monocorde y tecnocrático
de Almunia y a insinuar tenebrosos pactos entre el PP y el PNV de los
que no aparecieron evidencias en ninguna parte.
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