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Una rave de autódromo, de pancho y hamburguesa


Por Mariana Enriquez
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Llegar al escenario de Goliath 2000, los boxes y las carpas montadas en el Autódromo de Buenos Aires no era tarea fácil: casi cuatro cuadras separaban a los bailarines y djs de la puerta de acceso. El Autódromo no es un lugar precisamente accesible de cualquier modo, y eso sumado al precio de las entradas (18 pesos) quizás ocasionó que la mega-rave, de procedencia suiza, que pasó por Buenos Aires, distase de ser un éxito: "apenas" 6000 personas con brillo en la cara y coloridos atuendos se paseaban con las típicas botellas de agua en la mano.

  Como en otras oportunidades, el público era de lo más heterogéneo. Muchos extranjeros, que llegaron con los djs italianos, suizos y alemanes, fotografiaban a los bailarines. Un grupo de jóvenes uruguayos viajó especialmente para asistir a la fiesta. Los locales se dividían entre los ravers asumidos y los observadores ocasionales, aunque quizá los primeros eran mayoría. Belén, una chica de Barrio Norte que estuvo en fiestas de todo el mundo (Londres, los Estados Unidos, incluso Bolivia), llevaba unas coloridas plumas de indiecita en la cabeza, y un atuendo glamoroso. "Me gusta la fiesta", decía, "pero me molesta un poco que no haya agua gratis, como en otros países". Un grupo de siete chicos que llegó desde Merlo, llevaban plataformas peligrosamente altas, y ropas coloridas que habían confeccionado por su cuenta. "Nos cambiamos en los baños de acá", se reían, "porque si venimos así en el tren nos cagan a piñas. No teníamos ganas de encontrarnos con ningún redondito o ningún fierita que nos rompiera la cara". Los llamativos jóvenes se definían como psicodélicos. ¿La diferencia? En sus propias palabras "los psicodélicos somos más 'hágalo usted mismo'. Es otro espíritu. Los ravers son más caretas".

  Otra particularidad de Goliath 2000 fue que las ambientaciones de diseñadores de interiores y la típica comida exótica o vegetariana que suelen ser una escenografía corriente de las raves estuvo ausente: sólo se vendían panchos y hamburguesas, bien a la Argentina. No se trató tanto de una fiesta de cultura rave: más bien fue un encuentro para bailar, y escuchar a djs de otras latitudes. Entre los que tocaron promediando la noche se contaban los alemanes Piet Blank y Jaspa Jones comandaron las bandejas en la carpa de circo, la pista más grande. Y a pesar de que ellos también notaron la escasez de participantes, cuando tomaban algo en el backstage decían "si bien eran pocos, nos gustó la calidez de la gente, estamos impresionados. En Alemania es completamente distinto, es raro que la gente te vitoree o algo. Acá, si bien quizá no bailan tanto, la pasan muy bien. Saben divertirse".

  Jaspa Jones y Piet Blank son de Colonia y grabaron su nuevo video la noche del sábado en la fiesta para lo que trajeron su propio equipo de filmación. "La situación de la música dance nos recuerda lo que está pasando en Europa en los países del Este, como Polonia: la escena está creciendo. Todavía es under, pero suponemos que tiene futuro. En Europa Occidental la situación es totalmente distinta: obviamente es el estilo más popular y todos los clubes pasan esta música." Gary D, otro alemán, pero de Hamburgo, un veterarano que viene pasando música desde 1988, también estaba conforme con la fiesta. "Quizá no sea un género muy popular aquí, pero lo que siento es que el espíritu es el mismo en todas partes del mundo." Gary D debía ponerse detrás de las bandejas a las 6 de la mañana, cuando ya la fiesta no estaba demasiado concurrida: todos los djs con turno de after hours (después de las 6) sólo contaron con los ravers más entusiastas, nucleados en la carpa de circo, la pista mayor. Los otros dos boxes y la carpa chica habilitadas para bailar nunca lograron llenarse totalmente, salvo en las horas pico de entre las 3 y 5 de la mañana. 

 

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