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OPINION

La emergencia es social

Por Juan González *

Si de algo no tenemos dudas los argentinos es que durante la dictadura no gobernaron con el pueblo sino contra él. En 1976 tomaron el poder por la fuerza, ocuparon el país, se apoderaron del Estado y suspendieron los derechos constitucionales, estableciendo el estado de sitio e instalando el terrorismo de Estado.

  En nombre de la restitución del orden ante el caos político avasallaron los derechos humanos, y en la necesidad de recuperar gobernabilidad justificaron ese golpe de Estado. Pero, ¿quiénes gobernaron? Para responder sólo necesitamos saber quiénes se beneficiaron con esta "gobernabilidad". Y la respuesta es clara: los grupos financieros externos (banca acreedora), los grandes grupos económicos, transnacionales y sus cómplices locales.

  En 1989, el pueblo se debatía en la reconstrucción democrática con la esperanza de definir objetivos políticos de gobernabilidad popular: salariazo, cultura del trabajo y revolución productiva. Pero aquellos grupos de poder daban otro golpe, esta vez un golpe de mercado: la hiperinflación. Y el gobierno elegido por el pueblo, traicionando su mandato, respondía a las exigencias de gobernabilidad de esos grupos, identificándose con la clase dominante y estableciendo el estado de sitio económico.

  Nuevamente, en nombre de la necesidad del orden ante el caos económico, nos suspenden derechos sociales. Durante diez años nos hicieron vivir en emergencia económica, ajustándonos socialmente. En esta década, más que infame, siguieron gobernando aquellos grupos y creciendo considerablemente sus beneficios. Para sostener las grandes ganancias, la variable de ajuste es el costo laboral, en realidad, el costo social: aumento de la desocupación y la pobreza. Unos pocos grandes ganadores, y muchos cada vez más perdedores.

  A poco de iniciado el año 2000, la inercia del poder sigue implacable. En el reciente debate en la Cámara de Diputados por el proyecto de reforma laboral, un diputado, que hasta hace unos meses atrás era oficialista, decía: "Aquí pareciera que no ha cambiado nada, es el mismo escenario, la única diferencia está en que ahora dicen de aquel lado lo que durante diez años dijimos nosotros desde aquí". Nada más claro: se puede cambiar de actores y protagonistas, pero no de libreto ni de quienes lo escriben. Aún no termina la discusión sobre la reforma laboral y ya se encuentra para su tratamiento un nuevo pero no novedoso proyecto de ley de emergencia económica. Esto significa la continuidad de las políticas de emergencia en lo económico, subordinando los derechos y principios constitucionales a las necesidades de "gobernabilidad". Se mantiene en estado de sitio económico a la sociedad, suspendiendo derechos y otorgándose facultades extraordinarias de gobierno en desmedro de los derechos fundamentales de los trabajadores.

  Nuestra Constitución establece una serie de derechos fundamentales (individuales, sociales, políticos y de incidencia colectiva), cuya existencia no puede estar subordinada a normas reglamentarias, que deben garantizarse aun contra las violaciones ejecutadas desde el propio gobierno. Es esencial resaltar la preeminencia de los derechos fundamentales del hombre frente a los intentos del gobierno de suprimirlos, argumentando razones de Estado.

  La Corte argentina ha definido las emergencias como aquellas que "...derivan de acontecimientos extraordinarios, imprevisibles o bien inevitables con los recursos ordinarios y que tienen una repercusión muy honda y extensa en la vida social, de suerte que demandan remedios también extraordinarios...". No corresponde, entonces, reconocer su validez cuando se trata de una mera declaración de emergencia para desarrollar libremente políticas normales de gobierno.

  En este caso, la declaración de emergencia económica del gobierno no tiene otro objetivo que la continuidad de políticas de ajuste estructural del Estado, mostrándose rehén de los poderes económicos financieros internacionales y asumiendo su "gobernabilidad".

  La verdadera crisis es social. Por lo tanto debería asumirse la emergencia social, entendiéndola como herramienta para salir de la crisis y no para vivir permanentemente en ella. La gobernabilidad que necesitamos es el desarrollo de políticas de Estado que democraticen la economía para dar respuesta a la desocupación y a la pobreza. Necesitamos con urgencia políticas de desarrollo basadas en la inclusión y en la participación de los propios actores sociales. El desafío de la gobernabilidad es romper las políticas de ajuste permanente con más democracia.

* Secretario general ATE Consejo Directivo Nacional

 

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