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Por
Clare Dyer
Después de los 17 meses de
incesante montaña rusa, Caplan admite que suspiró de alivio cuando el
707 de la fuerza aérea chilena levantó vuelo hace 10 días, a pocas
horas de la decisión del ministro del Interior británico Jack Straw de
que el general no estaba en condiciones de salud para enfrentar un juicio.
Cuando el avión comenzó a pistear, "los presentes sentimos que
presenciábamos un pedazo de historia". Hasta entonces, cualquier
movimiento legal desesperado de los grupos de derechos humanos o de uno de
los cuatro países litigantes hubiera impedido su partida. "Me di
cuenta de que aunque habíamos recibido la decisión del Ministerio del
Interior a las ocho de esa mañana, el caso estaba lejos de estar
terminado. Había establecido conexiones directas con mi oficina para
poder estar informado por otra línea mientras íbamos por la autopista.
Tuve que llevar otro celular porque la prensa había conseguido el número
del mío. Había abogados y oficiales de la policía en el automóvil y
cada vez que un teléfono sonaba, todos lo miraban ansiosamente."
El caso ocupó gran parte de la
vida de Caplan desde el viernes de octubre de 1998 cuando Pinochet fue
arrestado. El ex dictador necesitaba un abogado, y rápido. Le
recomendaron Kingsley Napley, la firma para la que trabaja Caplan, por su
reputación en derecho internacional. Kingsley Napley apoya
financieramente a Amnesty International, el organismo de derechos humanos
que trabajó mucho para entregar a Pinochet a sus acusadores españoles,
pero nunca se planteó la posibilidad de rechazar como cliente al ex
dictador. Los abogados criminalistas no suelen rechazar clientes
impopulares. Si lo hicieran, figuras odiadas como los asesinos británicos
como Myra Hindley o Ian Brady no habrían tenido quién los representara.
Caplan, que trabaja como juez "part time" durante cuatro
semanas al año, se ve a sí mismo como cumpliendo un rol profesional,
como un médico que nunca se niega a tratar a un paciente acusado de los
crímenes más horribles. No quiere decir cuáles son sus simpatías políticas.
Pero, como la mayoría de los criminalistas, es proclive a adoptar una
posición antiestablishment. Es probable que sus opiniones sean
izquierdistas. Fue agredido por militantes de derechos humanos saliendo
del juzgado, pero no se queja. "Soy un gran defensor de la libertad
de expresión. Espero que la gente entienda que estoy cumpliendo con mi
deber hacia un cliente, de la misma manera que lo haría un cirujano con
su paciente."
Al principio todo parecía
simple: ¿podía un país juzgar al ex jefe de Estado de otro país por crímenes
contra la humanidad? Cuando Lord Bingham escuchó el caso junto con otros
dos jueces en el Tribunal Superior, los jueces tenían solamente dos cajas
de archivos con documentos, y rápidamente decidieron que Pinochet tenía
inmunidad como ex jefe de Estado. Pero el caso regresó a la Cámara de
los Lores tres veces, hasta que al final cada juez tenía 20 cajas de
expedientes. En la primera apelación, los Law Lords revocaron la
sentencia del Tribunal Superior por un margen de tres a dos, abriendo el
camino para la extradición. Luego Kingsley Napley recibió un llamado anónimo
denunciando que Lord Hoffman, cuya decisión inclinó la balanza, era
director ad honorem de una fundación de caridad dependiente de Amnesty
International, que era parte del juicio.
¿Qué se podía hacer? Los Law Lords son el tribunal final de
apelación. Nunca habían revocado una de sus propias sentencias.
"Teníamos que pensar si podíamos crear lo que sería historia
legal." Un panel de Law Lords distinto decidió que Hoffmann quedaba
descalificado por su interés en Amnesty. Pero un nuevo panel de siete Law
Lords falló por seis a uno que Pinochet sí podía ser enjuiciado, aunque
sólo por cargos de tortura y conspiración para torturar, y por crímenes
cometidos después del 8 de diciembre de 1988, recortando el número de
cargos de 31 a tres. España inmediatamente presentó nuevos cargos. Pero
ahí intervino Jack Straw.
Caplan confirma que la
propuesta de que Pinochet se sometiera a un examen médico fue del
ministro. "Hubo un tanteo preguntándome si el senador se sometería
a un examen por clínicos nombrados por el ministro del Interior, con la
condición de que los informes serían confidenciales para él y para
nosotros." Caplan siempre se negó a comentar sobre la salud de
Pinochet. En la única ocasión en que tuvo que hablar públicamente de
los problemas médicos de su cliente, tuvo mucho cuidado en ser
"extremadamente circunspecto".
Pinochet escapó al
procesamiento en Europa. "El punto fundamental es claramente que la
ley evoluciona, no es estática", dice Caplan. Pero cree que los
tribunales nacionales de terceros países no son el lugar apropiado para
decidir esos temas. "Demuestra la necesidad de un foro internacional
apoyado por todos los países", concluyó diplomáticamente.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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