Desde el jueves, el cine Cosmos será sede de un ciclo en el que se estrenarán trabajos de varios de los más prestigiosos documentalistas del mundo. |
"Cuentos de la
ciudad dura", un retrato de la ciudad industrial de Sheffield;
"Nuestros amigos de la banca", un increíble trabajo sobre el
FMI. Por
Luciano Monteagudo
Precisamente a Kramer
(1939-1999), fallecido en noviembre pasado, está dedicada la muestra, que
se abre y se cierra con Punto de partida (1993), uno de sus trabajos más
celebrados. Cineasta errante, en movimiento perpetuo, Kramer perteneció a
una generación de intelectuales neoyorquinos políticamente
comprometidos, que a partir de los años '60 hicieron de la lucha por los
derechos civiles, la oposición a la guerra de Vietnam y el apoyo a la
causa de la liberación de los países del entonces llamado tercer mundo
su campo de acción. Esta posición le ganó un vacío absoluto en su
propio país, al que Kramer a su vez le dio la espalda para radicarse en
Europa, aunque su filmografía habla de una geografía móvil, con sedes
tan disímiles como Berlín, París y Hanoi.
Punto de partida nació allí,
en 1969, cuando Kramer llegó por primera vez a Vietnam para filmar La
guerra de un pueblo, un trabajo que sufrió tanto la censura occidental
--por su impugnación a la intervención militar estadounidense-- como la
del propio Vietnam, porque el film no se ajustaba a las rígidas pautas
del realismo socialista. Casi un cuarto de siglo después, Kramer volvió
a Hanoi para coordinar un taller de jóvenes cineastas vietnamitas y puso
en marcha este film que reflexiona sobre la realidad de un país y su
gente, y también sobre el imaginario que engendró para toda una generación
de occidentales. "Punto de partida no es un film sobre Vietnam, o sólo
sobre Vietnam", decía Kramer. "Es sobre todo un film sobre el
tiempo, el olvido y la memoria." Se verá este jueves y el 23.
La frontera cada vez más
indiscernible entre registro directo y puesta en escena, entre la
autenticidad de los materiales y la construcción narrativa, es una de las
características más salientes del mejor cine contemporáneo, empeñado
en borrar los límites entre el documental y la ficción. En esa línea se
inscribe también La gente del arrozal (1994), opera prima del realizador
camboyano Rithy Pahn, trágico retrato de una familia campesina cuya vida
gira alrededor de los ciclos naturales y de la cosecha del arroz (el
viernes 17). Este film tuvo una amplia circulación por festivales
internacionales después de su estreno en la competencia de Cannes '94,
pero si el espectador tuviera que elegir le conviene guardar fuerzas para
las cuatro magníficas horas de Amsterdam Global Village, obra maestra del
notable cineasta holandés Johan van der Keuken.
Entre 1993 y 1996, Van der
Keuken fue construyendo esta declaración de amor a su ciudad natal, que
vista hoy se convierte en el mejor cine político posible. En un momento
en el que Europa asiste perpleja al renacimiento del neonazismo y la
xenofobia, con el austríaco Joerg Haider como jefe, Amsterdam Global
Village es, por el contrario, una celebración de la diversidad, un
mosaico capaz de dar cuenta de la riqueza humana de una ciudad hecha de
gentes de los más diversos orígenes y culturas, que permanentemente
nutren su historia y su porvenir. Film múltiple, abierto al mundo,
Amsterdam... elige hablar de la ciudad no precisamente a partir de los
relatos de sus nativos sino de sus inmigrantes: un boliviano, un checheno,
un marroquí... Así, la película viaja �-Van der Keuken es un gran
viajero-- de Amsterdam a los países de origen de sus personajes, para
volver luego a su punto de partida y reencontrarse con toda la dinámica
de su aldea global, que se resiste a ser globalizada. Va el sábado 18.
Considerado un auténtico
acontecimiento por la prensa europea, en ocasión de su emisión por la
cadena franco-alemana ARTE, Nuestros amigos de la banca (1997), del
realizador inglés Peter Chappel, es un documento tan insólito como
revelador. Por primera vez un cineasta pudo registrar con su cámara las
negociaciones entre el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y
un país subdesarrollado, en este caso Uganda. El resultado es un film con
una intriga que no tiene nada que envidiarle al mejor policial y que
expone con humor y con crudeza la rueda siniestra que mueve al mundo
(domingo 19). Ganador del Gran Premio en el Festival Internacional de Cine
Documental de Marsella, Cuentos de la ciudad dura (1994), del inglés Klim
Flitcroft, sigue las vidas de varios habitantes de Sheffield, una ciudad
destruida por el capitalismo salvaje y la desocupación. "Es un
documental raro, que mezcla los géneros: escrito como un film de ficción,
filmado de a ratos como un video amateur y a veces como un reportaje con cámara
al hombro", afirmó el periódico francés Libération. Se exhibirá
el lunes 20.
Finalmente, El affaire Grüninger
(1997) permite el reencuentro del público local con el extraordinario
documentalista suizo Richard Dindo, el recordado realizador de Ernesto
"Che" Guevara: diario de Bolivia. Continuando con su modo
arqueológico de trabajo, que consiste en rastrear las huellas de un
personaje en los mismos lugares donde vivió momentos determinantes de su
historia personal, aquí Dindo vuelve a la misma sala del tribunal suizo
de St. Gall, donde Paul Grüninger fue condenado por salvar a centenares
de judíos austríacos, ayudándolos a escapar de la persecución nazi.
Fallecido en 1972, Grüninger -�que durante la Segunda Guerra Mundial
fue jefe de policía de su ciudad�- tuvo una rehabilitación bien tardía.
En el film --pautado para el martes 22--, sobrevivientes de todo el mundo
vuelven a esa sala de audiencias para brindar su testimonio sobre un
hombre de un coraje ejemplar, un servidor público que en tiempos de
oscuridad fue capaz de seguir la voz de su conciencia y de oponer a la
implacable máquina del Holocausto la debida desobediencia.
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