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Charly les agregó explosión a los recitales de Sabina


En el primero estrenó dos temas basados en los hechos de la semana pasada en Mendoza. En el segundo, apareció después de los bises y no había Dios que lo hiciera bajar del escenario del Luna Park.

 

Joaquín Sabina llevó 15 mil espectadores al Luna Park


Por Roque Casciero
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En dos conciertos que parecían destinados a amparar largos repasos de sus éxitos y de algunos temas de los temas de su álbum más reciente (19 días y 500 noches), Joaquín Sabina corrió un riesgo gigantesco: invitó a Charly García. El rocker argentino, se sabe, es garantía de explosión y adrenalina, pero cederle escena puede significar que no se hable más que de él. Sabina pagó ese precio con gusto. El viernes, García apareció en escena cuando ya iban casi tres horas de show y una cierta modorra se había instalado en el público. Como si con su sola presencia no bastara, Charly eligió estrenar una mezcla de dos temas desopilantes, en los que repasa los ya famosos hechos de Mendoza: "Me tiré por vos" y "Me voy a tirar del noveno". El punto culminante fue cuando parafraseó al Martín Fierro recitando: "Los hermanos sean bañados/ porque esa es la ley primera/ tengan pileta de veras/ y tírense con García/ si no váyanse a España/ y canten con Loco Mía". Say no more.

  Sabina supo capitalizar el envión y de allí hasta el final el concierto levantó la temperatura. El aguafuerte madrileño de "Pacto entre caballeros" sonó más enérgico que nunca, y el final resultó impecable, con "Noches de boda" hábilmente enganchada --con ayuda de un grupo de mariachis-- con el clásico "Y nos dieron las 10". El sábado, también a estadio lleno, el final fue otro, porque Charly subió cuando el show ya había concluido formalmente. Vació una botella de agua mineral sobre el escenario, revivió su famoso salto desde la tarima de la batería, recitó y cantó "Demoliendo hoteles", mientras todo el backstage intentaba hacerlo bajar.

  García fue el estallido, sí, pero el show de Sabina ya había presentado algunos picos importantes. El comienzo, con "Yo me bajo en Atocha", revelaba una escenografía de estación de tren, con una anciana tejiendo en un sillón al lado de un hombre que leía el diario. Detrás de las amarillentas páginas estaba el cantor español, con frac negro y bastón. Con sus guiños cómplices y sus modos de ganador-que-la-va-de-perdedor, Sabina hizo gritar a las elegantes damas --de entre 20 y 50-- que poblaban el Luna Park. "Siempre quise tocar aquí, pero claro, era como querer impedir que se suicidara Marilyn Monroe", confesó Sabina, para regocijo de la platea. Los mimos mutuos de artista y público continuaron toda la noche. "Joaquín/ Sabina/ quedate en la Argentina", le cantaron en un momento, a lo que el madrileño respondió: "Habéis de saber que eso no es imposible". Canchero, siguió atendiendo su juego al decir que un corpiño que había caído sobre el escenario seguramente se lo había "mandado Ricky Martin".

  En varios clásicos, la voz de Sabina fue tapada por el canto de la gente: "Conductores suicidas", "Pirata cojo" y "Que se llama Soledad", entre otros. También fue muy festejado el escenario de puticlub para hacer "Una canción para la Magdalena", y las intervenciones de Adriana Varela en el tango "Afiches" (que sonó muy desprolijo) y "Garganta con arena", y de Juan Carlos Baglietto en "Eclipse de mar". Otros momentos resultaron menos interesantes. El propio Sabina reconoció que "Peces de ciudad" (el único estreno de la noche) "otras veces suena muy bonita". Además, ¿era necesario que hiciera cantar un tema a cada uno de los miembros de su banda (a excepción del baterista argentino Fernando Salamea)? La verdad, el recital se estaba tornando demasiado largo para el momento en que subió García. Pero Sabina decidió pagar el precio de que su show fuera a ser recordado en el futuro más por la intervención de Charly que por todo el resto. Y eso, sin dudas, hay que agradecérselo, porque permitió a su público vivir un momento difícil de olvidar.

 

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