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Acaba de aparecer y en estos días
saldrá a la venta en una importante cadena de librerías del país, el
libro Kemble, hecho por Julieta Kemble, hija del pintor.
El volumen, de 216 páginas,
respeta el recorte temporal de la exposición "La gran ruptura,
1956-1963" que se realizó en el Centro Cultural Recoleta en 1998 y
lleva como subtítulo esta misma secuencia encomillada. Aquel fue un período
no sólo iniciático y fundacional, sino también particularmente fecundo
del artista. La publicación incluye extensos ensayos críticos de Jorge López
Anaya y Marcelo Pacheco, así como dos exhaustivas cronologías, una biográfica
y otra contextual (sobre arte argentino) a cargo de la investigadora
Adriana Lauría. Además se incluye una selección de artículos y textos
críticos de autores de la época, varios escritos inéditos de Kemble y
una serie de sus lúcidas y belicosas críticas de arte publicadas en el
diario Buenos Aires Herald durante ese período. Su escritura facciosa
formaba parte de una estrategia de persuasión y de refuerzo de sus
propias posiciones en el contexto de la plástica local. Pero el artista y
crítico también fue un gran docente: por su taller pasaron innumerables
camadas de discípulos a los que formó buscando que se parecieran lo
menos posible a él mismo.
En el libro se constata que la
práctica artística, para Kemble, no tenía sentido sino como salto al
vacío, como riesgo y cuestionamiento. Allí puede verse gran cantidad de
imágenes de obras y de fotografías documentales, en las que se registran
las primeras etapas del artista: su época informalista y de pintura
objetual, y su propuesta de arte destructivo.
A través de toda su historia
artística Kemble hizo de la pintura una práctica consciente de la teoría
que le daba sentido y de los procesos creativos que la iban generando.
A fines de la década del
cincuenta Kemble integró el Movimiento informalista, que se jugaba por el
caos y sostenía el placer por el dominio de la materia, la densidad de la
pintura, el uso del collage, los grafismos y la espontaneidad del gesto
expresivo.
Si bien en el informalismo es
posible ver el vértigo del arte por fijar su propio presente con la
improvisación como elemento central, la naturaleza de los materiales y
las incorporaciones e incrustaciones de Kemble comienzan a enrarecer y
cuestionar los principios generales de la tendencia hasta el límite de
recuperar cierta herencia del arte concreto. Este desarrollo lo lleva
naturalmente a reaccionar contra la pintura informalista y se vuelca, a
mediados de los sesenta, hacia una pintura de superficie, de
yuxtaposiciones de colores y formas. En su obra, cada etapa sucesiva o
simultánea va cerrando, cuestionando pictóricamente o dando cuenta de
las anteriores, en una relación dinámica.
Como se ve en el libro, hay
obra de Kemble que cita, se relaciona o, sencillamente, anticipa ciertas
etapas de la producción de otros grandes artistas: como Antonio Berni,
Alberto Greco, Rubén Santantonín y Luis Wells. Son imágenes que forman
parte de un sistema estético compartido que se cruza en particulares
intersecciones.
Kemble experimentó también
con lo extrapictórico y el arte destructivo. En aquella muestra de Arte
destructivo, en 1961, en la Galería Lirolay, donde lo acompañaron
Enrique Barilari, Jorge López Anaya, Jorge Roiger, Antonio Seguí, Silvia
Torras y Luis Wells.
En la cita del comienzo el
paradigma científico sirve para explicar el caos, pero también le servirá
para dar cuenta de su revés de trama: una clase especial de orden. Pocos
años más adelante -�fuera del alcance temporal que abarca este libro,
aunque ya se esbozan allí algunos indicios-�, comienza a pensar la
pintura como derivación creativa de la física y la percepción visual,
junto con una economía de las formas, la nitidez de las superficies, la
plenitud del colorido, la separación y diferenciación de los colores. Es
decir, habrá nuevas rupturas del código. Entre sus sólidas posiciones
teóricas y criticas, el pintor revelaría su admiración por el
pensamiento y la obra del germano-norteamericano Joseph Albers, en
especial por la búsqueda del equilibrio entre los medios y los
resultados. Pero eso será parte de próximos libros. KEMBLE
POR EL MISMO Por
K.K. *
"A partir de ese momento pinté febrilmente, anotando todas
las ideas que se me ocurrían. Ese fue un período de experimentación y
aprendizaje. Con el tiempo, por supuesto, todo esto se condensó en una
especie de síntesis y, gradualmente, comencé a dibujar formas muy
simples que yo consideraba satisfacían por sí mismas mi necesidad de
expresión." "A partir de estas simples relaciones de formas negras
sobre fondo blanco obtengo formas nuevas restringiendo el rango de visión
a una porción muy reducida de la obra. Descubrí que se producían
tensiones muy interesantes entre los espacios blancos a través de
variaciones de tamaño y dirección."
(...)
"Estoy obsesionado, como muchos de nosotros, por el hecho de
que el conocimiento absoluto es inalcanzable. Porque todo lo que podemos
conocer acerca de nuestra existencia probablemente es sólo una mera
partícula del todo. Y entonces pinto esa partícula, y la simplifico, con
la mayor de las humildades. Pero, por supuesto, no estoy satisfecho, y mi
ego se rebela contra esta limitación, y protesto, y afirmo mi
personalidad agrandando esta partícula a proporciones monstruosas, quizá
con la fatua esperanza de que, debido a este gesto, no pasaré al
olvido."
* Fragmento, citado en el libro Kemble y traducido por Florencia
Batitti, de una conferencia que el pintor dio el 15 de julio de 1960 ante
The Society of British Arts de Buenos Aires.
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