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DECLARO UNO DE LOS APOSTOLES DEL MOTIN
�Yo fui una víctima�


t.gif (862 bytes) El apóstol arrepentido Rubén Darío Ocanto Ramírez �uno de los 24 procesados por el sangriento motín de Sierra Chica� dio finalmente su versión. Caminando sobre la cuerda floja, buscó el equilibrio para evitar la caída al abismo: se declaró víctima del motín asegurando que fue �obligado� a tomar rehenes, pero se abstuvo de acusar a sus 23 coimputados en la causa. Como supuestos responsables de la toma del penal señaló a tres presos que están muertos, en circunstancias poco claras ocurridas después de la gran revuelta, y a un cuarto al que identificó sólo como �El Negro Teté�, nombre que nunca había aparecido en el juicio. Para darse ánimo, Ocanto se vistió con un jogging con los colores de Boca Juniors, pero en algún momento lloró, confesó que está con tratamiento psiquiátrico porque intentó suicidarse dos veces y aseguró que luego de declarar se siente �un muerto caminando�, por las represalias de las que podría ser objeto en prisión.
Siempre que pudo, Ocanto Ramírez le apuntó al Servicio Penitenciario Bonaerense y llegó a decir que durante la toma uno de los guardias, al que identificó como Diego Schmall, le entregó estupefacientes para que se los diera a los apóstoles Víctor Esquivel Barrionuevo y Marcelo Brandán Juárez. �Por teléfono me avisaron que había cosas para entregar. Yo tenía una faca y había entrado Schmall. Se acercó, me dio comida, cigarrillos, tres paquetes de levadura para hacer pan y drogas que eran para Brandán y Esquivel�. Agregó que el guardia le dijo que �las mandaba �el jefe� y yo se las entregué a Cacho Perales�, el preso que presuntamente daba las órdenes en el hospital donde estaban los rehenes.
Luego de sentarse frente a los jueces, visiblemente nervioso, Ocanto pidió ayuda: �Antes de declarar quisiera que se me den las garantías hasta que cumpla mi condena�. Aseguró que ya tuvo inconvenientes en el penal de máxima seguridad de Melchor Romero, donde está alojado: �Hace poco me entregaron dos facas para que me mate y puede ser peor cuando termine el juicio y todos se olviden de mí�.
Tan arrepentido está Ocanto Ramírez que hasta se cambió el nombre. Aclaró que se llama Rubén Darío y no Daniel Antonio, como figura en las actas del juicio. Esos nombres son los de su hermano. El primer apóstol que declara relató que cuando empezó el motín él estaba �en la cancha de Sierra Chica�. Lo llamaron desde los pabellones para decirle �que todo estaba podrido y que tomara rehenes o si no me mataban�.
El que lo amenazó fue �El Negro Teté�, cuyo verdadero nombre es hasta hoy desconocido por todos, incluyendo los jueces y el fiscal. Ocanto se encargó de remarcar que su objetivo fue conseguir �ropa y mantas� para los rehenes. Sostuvo que con él colaboraron los también acusados Jaime Pérez Sosa y Marcelo González Pérez. Como los líderes del motín señaló a los internos conocidos como �Cacho� Perales, �Caramelo� Palacio Chávez, Iñapil Cristalde y el ya nombrado �Negro Teté�. Los tres primeros murieron en distintos hechos ocurridos tiempo después del desastre.
Si bien admitió que los apóstoles Brandán Juárez, Esquivel, Miguel Acevedo y Jorge Pedraza estuvieron rondando el comando general, ubicado en la zona del hospital, benefició a los dos primeros al asegurar que los vio en el mismo lugar la noche en que fue asesinado Agapito Lencina, en otro lugar del penal. Brandán y Esquivel están acusados por ese crimen. Ocanto fue custodio de los 17 rehenes que tuvo el motín, muchos de los cuales reconocieron que él les dio un trato �cordial� o �amable�, aunque siempre andaba con una faca en la mano.

 


 

Motín, pero de guardias

Mientras el motín del penal de San Luis se encontraba en vías de una solución después de que medio centenar de policías provinciales entrara a los pabellones a dialogar con los internos, dentro del penal se vivía una situación insólita: el motín había cambiado de manos. Ahora eran los guardiacárceles los que se negaban a entrar a los pabellones para requisar a los presos. Los efectivos del penal quedaron divididos en dos grupos que llegaron incluso a tirotearse.
Aparentemente divididos en dos bandos, los cuarenta penitenciarios del penal mantuvieron enfrentamientos cuerpo a cuerpo, hubo golpes de puño, e incluso disparos entre ambas facciones. Posteriormente, las autoridades gubernamentales redujeron el conflicto a un reclamo gremial ya solucionado, pero según los testimonios de periodistas que rodeaban el penal, el enfrentamiento �fue muy crudo�.
A media tarde, el juez de turno Carlos Varela, miembros de la APDH, el subsecretario de Relaciones Institucionales Marcelo Ciaglia, y el de Justicia Héctor Toranzo habían entablado un diálogo con los presos que se mostraban dispuestos a regresar a sus celdas. Faltaba, nada más, que los guardiacárceles depusieran su actitud. El reclamo era de corte gremial (más personal y mejores condiciones de trabajo) aunque según versiones que recorrían los bordes de los muros del penal, el levantamiento penitenciario habría sido provocado por grupos enfrentados que responden a dos altas jerarquías del instituto.

 

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