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El día que la Revolución Cubana alcanzó a Fangio

Una notable película de espíritu independiente, pero lanzada por una mayor, una argentina sobre el secuestro de Juan Manuel Fangio en Cuba , y una adaptación de una famosa novela de Patricia Highsmith se destacan en una semana con cinco novedades cinematograficas en la cartelera porteña.

La película relata un hecho real sucedido en 1958: el secuestro de Fangio por el Movimiento 26 de julio.


Por H.B.

t.gif (862 bytes) �Ahora vamo� pa� la sierra, chico�, le dice uno de los guerrilleros a sus compañeros, luego de que la �Operación Fangio� ha quedado consumada, y la cámara deja que el auto en el que viajan se pierda allá, a lo lejos, rumbo a la Sierra Maestra y a la Historia grande. Coproducción entre Cuba y la Argentina, con participación española, Operación Fangio cuenta un episodio que aconteció, de verdad, en un pliegue algo escondido de la Historia, mientras Fidel Castro y sus muchachos preparaban la revolución desde la sierra, a fines de los años �50. Aquel episodio involucra directamente a la Argentina. Si bien muchos lo ignoran aún y suene como �de película�, es estrictamente cierto que los revolucionarios cubanos tuvieron secuestrado, por unos días, al quíntuple campeón mundial Juan Manuel Fangio. Una aventura que parece nacida para ser filmada, pero que a nadie se le había ocurrido hacerlo. Hasta ahora.
Ahora, la Operación Fangio ya tiene quien la cuente. El año: 1958. El mes: febrero. El lugar: La Habana, Cuba, pleno gobierno de Batista, asediado por los fidelistas, que preparaban el asalto final sobre la capital. El objetivo: secuestrar a Juan Manuel Fangio para que no pueda correr en el 2º Gran Premio Automovilístico de La Habana, aguarle así la fiesta al dictador y de paso llegar hasta las primeras planas del mundo entero. Una espectacular maniobra publicitaria, en una época bastante anterior a la política diseñada por marketing.
Con un guión escrito a seis manos, elenco mixto y dirección del ajetreadísimo Alberto Lecchi (ésta es la primera de tres películas que estrenará en el curso del año), Operación Fangio cuenta los preparativos, el desarrollo y la culminación de ese audaz operativo guerrillero, que sentó las bases para acciones similares de grupos armados en otros rincones del continente. La historia está servida para un thriller y Lecchi la narra como tal, apelando al roce con el género que le dio sobre todo su primera película, Perdido por perdido. Como allí, el realizador evita innecesarios énfasis y subrayados, dejando que la historia fluya. Todo posible maniqueísmo o demagogia quedan diluidos, aunque obviamente las simpatías están puestas en los miembros del Movimiento 26 de Julio, y está claro que los representantes del régimen no son precisamente �buenos chicos�. Los guerrilleros, subraya la película, no secuestraron a Fangio porque les gustase sino porque en términos de estrategia militar debían hacerlo.
En la vereda de enfrente no se cargan las tintas sobre la villanía de Batista y sus jefes de seguridad, prefiriendo Lecchi y sus guionistas, con acierto, mostrar la falta de escrúpulos con que aquéllos se manejan dentro de la interna del poder. Con similar criterio, se insinúa una evidente atracción entre el campeón (Darío Gradinetti) y una de sus secuestradoras, la periodista Pilar (Laura Ramos, una bonita morocha cubana). Pero la cosaqueda ahí, evitándose forzar un romance que hubiera sonado demasiado hollywoodense.
Regida por la moderación, Operación Fangio esquiva sistemáticamente los golpes bajos (aunque podría haberse evitado la extracción de una bala en primer plano), evita regodearse con el tentador color local (la banda de sonido está libre de mambos y cha-cha-chás; los diálogos no apelan casi nunca al �chico� de rigor) y recurre a suaves pinceladas de humor, como cuando Fangio les firma autógrafos a sus secuestradores. El film, de hecho, parece contagiado del espíritu del protagonista, un campeón proverbialmente modesto, que pone paños fríos en medio de una situación no precisamente cómoda. Imposibilitado de toda mimesis física con el verdadero Fangio (que no era ni alto ni flaco, aunque sí tenía poco pelo), Grandinetti se empeña en copiar sus modos camperos, aunque luce bastante rígido. Cosa que no ocurre con sus pares cubanos, todos ellos correctísimos. Como la película misma, a la que la palabra agradable parece definir con justeza.

 


 

�INOCENCIA INTERRUMPIDA�, CON WINONA RYDER, decepcioona
La locura, pero según Hollywood Hollywood

Por Martín Pérez

El Oscar tiene esas cosas. Así como permite el milagro de que una película tan desquiciada como ¿Querés ser John Malkovich? tenga su estreno porteño, suele también convocar con sus nominaciones a un desfile de films �en el mejor de los casos� convencionales. Y esto es lo que sucede con Inocencia Interrumpida, película protagonizada por los ojitos sorprendidos y temerosos de Winona Ryder (también productora de la misma), pero que ha puesto en el candelero a Angelina Jolie, nominada al Oscar por su papel de la rebelde y prepotente Lisa, un caso de chaleco que atemoriza y seduce al personaje de Winona durante su estancia en un hospital psiquiátrico llamado Claymore.
�Todo el mundo en Hollywood habla de ella, especialmente ella habla demasiado de sí misma�, ha escrito Pedro Almodóvar recientemente en su diario del Oscar sobre Jolie. Su actuación en el film, sin embargo, se asemeja mucho más a un castigo que a una sorpresa. Versión femenina del personaje de Jack Nicholson en Atrapado sin salida, la sobreactuación permanente de Jolie en Inocencia interrumpida recuerda también a Val Kilmer actuando de Jim Morrison �o a Jim Morrison, sencillamente�, y hace replantearse qué es lo que considera Hollywood una buena actuación. Tan insoportable como Jim Carrey en �precisamente� El insoportable, hay que reconocer que el desafiante y desquiciado personaje de Jolie es el que moviliza la trama en la tan inmóvil memoria del hospicio que es esta adaptación de la novela biográfica de Susana Keysen. Y eso habla aún más de la insipidez del film de James Mangold, que a través de todo su metraje (y a pesar de las indudables buenas intenciones de Rider, una fanática del libro original) oscila culpable entre la vendedora estética de la rebeldía juvenil y femenina, y un mensaje final de adaptación a las reglas de juego de ese mundo loco que acecha ahí afuera.
Crónica de los dos años que la autora pasó encerrada en Mc Lean (un hospital psiquiátrico privado que tuvo entre sus internos más famosos a Sylvia Plath, James Taylor y Ray Charles) durante fines de los años sesenta, la versión fílmica del libro de Kaysen comienza cuando el personaje de Winona es enviado en taxi a su destino de encierro luego de un intento de suicidio. Al bajar, será recibida por la enfermera Valerie (nada menos que Whoopi Goldberg, que parece no haber dejado nunca el set de Sister Act), y le presentarán a las internas que la acompañarán en su viaje a la locura de ida y vuelta.
Es posible que a la hora de mirar otra vez los 60 desde el fin de siglo sea necesario hacer todo tipo de revisiones a ciertos actos de rebeldía finalmente tan inconducentes como los que llevaron al personaje de Nicholson a la tragedia. Y tal vez el libro original de Kaysen �un recuerdo de los 60, pero escrito desde los 90� se sitúe en un lugar equidistante en esa lucha entre una sociedad injusta y una rebeldía fatal. Eso es, al fin y al cabo, lo que en el fondo quizás pretenda decir un film en el que la locura de los sesenta entra al hospicio a través de los televisores.
Sin embargo, en el camino que va de la crítica de la psiquiatría de la época al reclamo de un lugar en el mundo como parte de la rehabilitaciónpersonal de su protagonista, Inocencia interrumpida parece ser apenas un film lleno de significativas rebeliones adolescentes (que sólo son lugares comunes), sobreactuado y reaccionario. Y así es como, a pesar de todo lo que el tiempo le haya pasado por encima a Atrapado sin salida, una comparación del papel que ocupan en ellos sus dos rebeldes (el McMurphy de Nicholson y la Lisa de Jolie) no hace más que evidenciar cuánto se ha terminado aferrando Hollywood (e incluso toda una generación de seudorebeldes) a las reglas de un mundo que consideran pragmáticamente único e inamovible.

 


 

�¿QUIERES SER JOHN MALKOVICH?�, UN ORIGINAL DEBUT DE SPIKE JONZE
Ideas, talento y sentido del riesgo

Idea: La de este cineasta surgido del videoclip podría ser postulada como una de las películas más originales de la historia: no se parece a nada.

Catherine Keener y John Malkovich enfrentados a la naturaleza equívoca de sus deseos ocultos.
Como en un efecto dominó, cada idea demencial dispara otra más inaudita aún, y así sucesivamente.

Por Horacio Bernades

Originalidad, creatividad, talento, audacia, sentido del riesgo: como si se tratara de una imagen invertida, Being John Malkovich, que en la Argentina se estrena como ¿Quieres ser John Malkovich? tiene todo lo que al cine estadounidense actual le falta. Es tan rara, tan anómala e inclasificable esta ópera prima del wonder boy Spike Jonze, que su distribuidora local, habituada a lanzar �tanques� de Hollywood, parecería no saber ni cómo lanzarla. Pese a estar nominada a tres Oscar, y no precisamente de los menos importantes (mejor dirección, guión original y actriz secundaria), ¿Quieres ser John Malkovich? se estrena en la Argentina casi sin publicidad, en el mayor de los silencios de radio, como si se tratara de una peliculita independiente distribuida por una compañía sin dinero.
Producida por Michael Stipe (líder del grupo R.E.M.), escrita por Charlie Kaufman y dirigida por Spike Jonze, ¿Quieres ser John Malkovich? lleva a preguntarse de dónde salieron estos últimos, debutantes ambos. Kaufman viene de la serie de televisión �Ned and Stacey�. Jonze, cuyo verdadero nombre es Adam Spiegel, tiene 30 años, acaba de casarse con la hija de Coppola y está considerado un verdadero geniecito del videoclip, con trabajos célebres y premiadísimos, para los Beastie Boys, Björk y los Chemical Brothers, entre muchos otros. Que ¿Quieres ser John Malkovich? no tenga el menor rastro del regodeo frenético que suele asociarse con el videoclip no sorprenderá a quienes hayan visto alguno de esos clips, donde ya era palpable el gusto de Jonze por la narración cinematográfica.
La historia de ¿Quieres ser John Malkovich? inscribe, sobre una Nueva York estrictamente �real�, la figura funambulesca del titiritero Craig Schwartz, que parecería escapado de un cuento de Andersen (John Cusack, irreconocible). La barba crecida, desaliñado y con una marcada tendencia a encerrarse en su mundo de fábula, Craig intenta vivir de su arte. Lo cual le resulta absolutamente imposible. Sobre todo, teniendo en cuenta que sus espectáculos callejeros suelen finalizar con sus títeres entregados a maniobras demasiado eróticas, para un género cuyos espectadores naturales son los niños. Empleada de una veterinaria, su esposa Lotte (una morocha Cameron Díaz, igualita a una muñeca de trapo) se ocupa de llenar el departamentito en el que viven con chimpancés ulcerosos e iguanas entablilladas. Craig busca empleo y encuentra uno en el que se requieren dedos rápidos ... pero para trabajar de archivista. El hecho de que la oficina de Lester & Co. quede en el piso 7 y medio hace que todo el mundo ande por los pasillos agachado, y que para bajar en ese piso sea necesario abrir la puerta del ascensor con una barreta.
Como una nueva Alicia, Craig pasará a través del espejo e ingresará a un mundo que desafía toda lógica. Allí hay una secretaria con cierta clase de dislexia auditiva (si acaso eso fuera concebible), un jefe de más de cien años (pero sexópata grave) y una morocha fatal, gélida e hiperhistérica llamada Maxine (Catherine Keener, emperatriz del cine indie, nominada poreste papel). Pero falta el paso definitivo a otro mundo, y ese mundo se llama ... John Malkovich. Una tarde, Craig descubre que a través de una portezuela del archivo se puede ingresar al cerebro del famoso actor (a quien todos reconocen, pero nadie sabe en qué películas trabajó). Recién allí se pone plenamente en funcionamiento la catarata narrativa que ¿Quieres ser John Malkovich? dispara en el cerebro del espectador, y nada más debe contarse, para no estorbar el disfrute interminable que Jonze y Kaufman tienen preparado. Ambos confiesan haber construido su narración siguiendo una forma de escritura automática, y se nota: como en efecto dominó, cada idea demencial dispara otra más inaudita aún, y así sucesivamente y sin parar.
Pero atención: como en Lewis Carroll, nada hay en ¿Quieres ser John Malkovich? que no sea perfectamente lógico. Lo único que sucede es que esa lógica es otra, distinta de la que conocemos. No es el menor de los milagros que, en paralelo a esta comedia demencial que circula en la superficie del film, se desarrolle un oscuro y por momentos muy tocante melodrama de deseos contrariados, estructurado sobre la base del triángulo que se forma entre Craig, Lotte y Maxine ... dentro de John Malkovich (que está mejor que nunca, haciendo de sí mismo). Como en torbellino, circulan aquí una cantidad de ideas suficientes como para llenar uno o dos centenares de películas. Y que incluyen desde la pregunta básica por la identidad hasta la que puede hacerse sobre la naturaleza y sentido del deseo, pasando por las relaciones entre manipulador y manipulado. De cómo puede salirse de adentro de una cabeza y caer sobre un descampado, al costado de la ruta.
O, simplemente, sobre cómo puede habérsele ocurrido a alguien esta película que no se parece a ninguna otra cosa sobre la tierra. Y que vale la pena disfrutar a pleno, como quien se tira de cabeza, desde un piso nueve (y medio) hasta una piscina.

 


 

�EL TALENTOSO SR. RIPLEY�, CON MATT DAMON
Un juego de espejos

El director Anthony Minghella ��El paciente inglés�� ofreceuna versión fluida y elegante de la novela de Patricia Highsmithaunque altere el carácter de su protagonista, el letal Tom Ripley.

Matt Damon en la piel de Ripley, el hombre que quiere ser otro.
El actor tiene un candor excesivamente juvenil para el personaje.

Por Luciano Monteagudo

A pesar de que a primera vista pueda parecer lo contrario (y a esta altura no son pocos los films que se han hecho a partir de sus novelas), la literatura de Patricia Highsmith presenta no pocas dificultades para ser traducida al cine. En el caso específico de El talentoso señor Ripley, el primer problema que enfrentó el director inglés Anthony Minghella no fue precisamente que existiera una lejana versión anterior �A pleno sol (1959), de René Clément, con Alain Delon� sino el punto de vista del relato. La novela, que es la primera de la trilogía que tiene como protagonista al ambiguo, inasible, letal Tom Ripley, está narrada en tercera persona, pero siempre a partir de la subjetividad de este personaje, de su inmoralidad esencial, de su patología incluso. El texto apela inclusive al reiterado intercambio espistolar para dar cuenta no tanto del pensamiento íntimo de Ripley �algo de lo que Highsmith no presume saber� sino más bien de sus modos de razonamiento, de la compleja mente capaz de imaginar las maquinaciones más intrincadas con tal de alcanzar su objetivo: ser otro, vivir otra vida, aunque para ello tenga que matar.
No es poco mérito el del director de El paciente inglés haber logrado en parte esa perspectiva, sobre todo en la primera mitad, que avanza con fluidez y elegancia, cuando Ripley (interpretado con un candor demasiado juvenil por Matt Damon) consigue embarcarse hacia Europa con todos los gastos pagos, con la promesa de hacer regresar a Estados Unidos a Dickie Greenleaf (Jude Law), el despreocupado heredero de un armador de barcos norteamericano. Se le podrá imputar al film que se pasee por Italia a la manera de un folleto de turismo, pero al fin y al cabo ese deslumbramiento de la cámara de John Seale es también un poco el de Ripley, cuando descubre lo que Europa tiene para ofrecerle a un joven talentoso como él, dispuesto a todo, a usurpar incluso la identidad de Dickie en caso de que sea necesario.
El guión, escrito por el propio Minghella, también resuelve con eficacia algunos tramos que en la novela funcionan sin problemas de verosimilitud (el hecho de que la policía romana no alcance a distinguir que Dickie y Tom puedan ser la misma persona), pero que un film es incapaz de sostener, al menos en un registro realista. La película hasta se da el lujo de incorporar un personaje �la frívola heredera de Cate Blanchett� que no estaba en el original y que aquí funciona un poco sorpresivamente como dea ex machina, sin que llegue a parecer un mero agregado.
Lo que cabe cuestionar al film de Minghella, en todo caso, es haber hecho de Ripley un personaje distinto, en la medida en que sus móviles para matar son otros que los del Ripley del libro. Es verdad que tampoco el Delon de Clément o �por tomar un caso más extremo� el Dennis Hopper de Wim Wenders (en El amigo americano) eran exactamente los Ripley que imaginó Patricia Highsmith. Pero aquí la traición en todo caso tiene que ver con el carácter del primer crimen de Ripley, que no es tanto el de un hombre que ha decidido finalmente usurpar la personalidad de su amigo, sino el de alguien que mata en una suerte de arrebato pasional, dando rienda suelta a unas pulsiones homosexuales que en la novela estaban sutilmente sugeridas y que en la película están expuestas de forma más obvia. Se diría que para Minghella, Ripley también es una víctima: de su ambición, su soledad, su inclinación sexual. Para Highsmith, en cambio (y allí radica cierto carácter subversivo de la novela), Ripley es el victimario, un personaje siempre consciente de sus actos y con quien el lector, trágicamente, no puede dejar de identificarse, hasta poner en cuestión su propia moralidad.

 

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