Por H.B.
�Ahora
vamo� pa� la sierra, chico�, le dice uno de los guerrilleros a sus
compañeros, luego de que la �Operación Fangio� ha quedado consumada,
y la cámara deja que el auto en el que viajan se pierda allá, a lo
lejos, rumbo a la Sierra Maestra y a la Historia grande. Coproducción
entre Cuba y la Argentina, con participación española, Operación Fangio
cuenta un episodio que aconteció, de verdad, en un pliegue algo escondido
de la Historia, mientras Fidel Castro y sus muchachos preparaban la
revolución desde la sierra, a fines de los años �50. Aquel episodio
involucra directamente a la Argentina. Si bien muchos lo ignoran aún y
suene como �de película�, es estrictamente cierto que los
revolucionarios cubanos tuvieron secuestrado, por unos días, al
quíntuple campeón mundial Juan Manuel Fangio. Una aventura que parece
nacida para ser filmada, pero que a nadie se le había ocurrido hacerlo.
Hasta ahora.
Ahora, la Operación Fangio ya tiene quien la cuente. El año: 1958. El
mes: febrero. El lugar: La Habana, Cuba, pleno gobierno de Batista,
asediado por los fidelistas, que preparaban el asalto final sobre la
capital. El objetivo: secuestrar a Juan Manuel Fangio para que no pueda
correr en el 2º Gran Premio Automovilístico de La Habana, aguarle así
la fiesta al dictador y de paso llegar hasta las primeras planas del mundo
entero. Una espectacular maniobra publicitaria, en una época bastante
anterior a la política diseñada por marketing.
Con un guión escrito a seis manos, elenco mixto y dirección del
ajetreadísimo Alberto Lecchi (ésta es la primera de tres películas que
estrenará en el curso del año), Operación Fangio cuenta los
preparativos, el desarrollo y la culminación de ese audaz operativo
guerrillero, que sentó las bases para acciones similares de grupos
armados en otros rincones del continente. La historia está servida para
un thriller y Lecchi la narra como tal, apelando al roce con el género
que le dio sobre todo su primera película, Perdido por perdido. Como
allí, el realizador evita innecesarios énfasis y subrayados, dejando que
la historia fluya. Todo posible maniqueísmo o demagogia quedan diluidos,
aunque obviamente las simpatías están puestas en los miembros del
Movimiento 26 de Julio, y está claro que los representantes del régimen
no son precisamente �buenos chicos�. Los guerrilleros, subraya la
película, no secuestraron a Fangio porque les gustase sino porque en
términos de estrategia militar debían hacerlo.
En la vereda de enfrente no se cargan las tintas sobre la villanía de
Batista y sus jefes de seguridad, prefiriendo Lecchi y sus guionistas, con
acierto, mostrar la falta de escrúpulos con que aquéllos se manejan
dentro de la interna del poder. Con similar criterio, se insinúa una
evidente atracción entre el campeón (Darío Gradinetti) y una de sus
secuestradoras, la periodista Pilar (Laura Ramos, una bonita morocha
cubana). Pero la cosaqueda ahí, evitándose forzar un romance que hubiera
sonado demasiado hollywoodense.
Regida por la moderación, Operación Fangio esquiva sistemáticamente los
golpes bajos (aunque podría haberse evitado la extracción de una bala en
primer plano), evita regodearse con el tentador color local (la banda de
sonido está libre de mambos y cha-cha-chás; los diálogos no apelan casi
nunca al �chico� de rigor) y recurre a suaves pinceladas de humor,
como cuando Fangio les firma autógrafos a sus secuestradores. El film, de
hecho, parece contagiado del espíritu del protagonista, un campeón
proverbialmente modesto, que pone paños fríos en medio de una situación
no precisamente cómoda. Imposibilitado de toda mimesis física con el
verdadero Fangio (que no era ni alto ni flaco, aunque sí tenía poco
pelo), Grandinetti se empeña en copiar sus modos camperos, aunque luce
bastante rígido. Cosa que no ocurre con sus pares cubanos, todos ellos
correctísimos. Como la película misma, a la que la palabra agradable
parece definir con justeza.
�INOCENCIA
INTERRUMPIDA�, CON WINONA RYDER, decepcioona
La locura, pero según Hollywood
Hollywood
Por Martín Pérez
El Oscar tiene esas cosas. Así como permite el milagro de que una
película tan desquiciada como ¿Querés ser John Malkovich? tenga su
estreno porteño, suele también convocar con sus nominaciones a un
desfile de films �en el mejor de los casos� convencionales. Y esto es
lo que sucede con Inocencia Interrumpida, película protagonizada por los
ojitos sorprendidos y temerosos de Winona Ryder (también productora de la
misma), pero que ha puesto en el candelero a Angelina Jolie, nominada al
Oscar por su papel de la rebelde y prepotente Lisa, un caso de chaleco que
atemoriza y seduce al personaje de Winona durante su estancia en un
hospital psiquiátrico llamado Claymore.
�Todo el mundo en Hollywood habla de ella, especialmente ella habla
demasiado de sí misma�, ha escrito Pedro Almodóvar recientemente en su
diario del Oscar sobre Jolie. Su actuación en el film, sin embargo, se
asemeja mucho más a un castigo que a una sorpresa. Versión femenina del
personaje de Jack Nicholson en Atrapado sin salida, la sobreactuación
permanente de Jolie en Inocencia interrumpida recuerda también a Val
Kilmer actuando de Jim Morrison �o a Jim Morrison, sencillamente�, y
hace replantearse qué es lo que considera Hollywood una buena actuación.
Tan insoportable como Jim Carrey en �precisamente� El insoportable,
hay que reconocer que el desafiante y desquiciado personaje de Jolie es el
que moviliza la trama en la tan inmóvil memoria del hospicio que es esta
adaptación de la novela biográfica de Susana Keysen. Y eso habla aún
más de la insipidez del film de James Mangold, que a través de todo su
metraje (y a pesar de las indudables buenas intenciones de Rider, una
fanática del libro original) oscila culpable entre la vendedora estética
de la rebeldía juvenil y femenina, y un mensaje final de adaptación a
las reglas de juego de ese mundo loco que acecha ahí afuera.
Crónica de los dos años que la autora pasó encerrada en Mc Lean (un
hospital psiquiátrico privado que tuvo entre sus internos más famosos a
Sylvia Plath, James Taylor y Ray Charles) durante fines de los años
sesenta, la versión fílmica del libro de Kaysen comienza cuando el
personaje de Winona es enviado en taxi a su destino de encierro luego de
un intento de suicidio. Al bajar, será recibida por la enfermera Valerie
(nada menos que Whoopi Goldberg, que parece no haber dejado nunca el set
de Sister Act), y le presentarán a las internas que la acompañarán en
su viaje a la locura de ida y vuelta.
Es posible que a la hora de mirar otra vez los 60 desde el fin de siglo
sea necesario hacer todo tipo de revisiones a ciertos actos de rebeldía
finalmente tan inconducentes como los que llevaron al personaje de
Nicholson a la tragedia. Y tal vez el libro original de Kaysen �un
recuerdo de los 60, pero escrito desde los 90� se sitúe en un lugar
equidistante en esa lucha entre una sociedad injusta y una rebeldía
fatal. Eso es, al fin y al cabo, lo que en el fondo quizás pretenda decir
un film en el que la locura de los sesenta entra al hospicio a través de
los televisores.
Sin embargo, en el camino que va de la crítica de la psiquiatría de la
época al reclamo de un lugar en el mundo como parte de la
rehabilitaciónpersonal de su protagonista, Inocencia interrumpida parece
ser apenas un film lleno de significativas rebeliones adolescentes (que
sólo son lugares comunes), sobreactuado y reaccionario. Y así es como, a
pesar de todo lo que el tiempo le haya pasado por encima a Atrapado sin
salida, una comparación del papel que ocupan en ellos sus dos rebeldes
(el McMurphy de Nicholson y la Lisa de Jolie) no hace más que evidenciar
cuánto se ha terminado aferrando Hollywood (e incluso toda una
generación de seudorebeldes) a las reglas de un mundo que consideran
pragmáticamente único e inamovible.
�¿QUIERES SER JOHN
MALKOVICH?�, UN ORIGINAL DEBUT DE SPIKE JONZE
Ideas, talento y sentido del
riesgo
Idea: La de este cineasta
surgido del videoclip podría ser postulada como una de las
películas más originales de la historia: no se parece a nada.
Catherine Keener y John Malkovich
enfrentados a la naturaleza equívoca de sus deseos ocultos.
Como en un efecto dominó, cada idea demencial dispara otra más
inaudita aún, y así sucesivamente. |
|
Por Horacio Bernades
Originalidad,
creatividad, talento, audacia, sentido del riesgo: como si se tratara de
una imagen invertida, Being John Malkovich, que en la Argentina se estrena
como ¿Quieres ser John Malkovich? tiene todo lo que al cine
estadounidense actual le falta. Es tan rara, tan anómala e inclasificable
esta ópera prima del wonder boy Spike Jonze, que su distribuidora local,
habituada a lanzar �tanques� de Hollywood, parecería no saber ni
cómo lanzarla. Pese a estar nominada a tres Oscar, y no precisamente de
los menos importantes (mejor dirección, guión original y actriz
secundaria), ¿Quieres ser John Malkovich? se estrena en la Argentina casi
sin publicidad, en el mayor de los silencios de radio, como si se tratara
de una peliculita independiente distribuida por una compañía sin dinero.
Producida por Michael Stipe (líder del grupo R.E.M.), escrita por Charlie
Kaufman y dirigida por Spike Jonze, ¿Quieres ser John Malkovich? lleva a
preguntarse de dónde salieron estos últimos, debutantes ambos. Kaufman
viene de la serie de televisión �Ned and Stacey�. Jonze, cuyo
verdadero nombre es Adam Spiegel, tiene 30 años, acaba de casarse con la
hija de Coppola y está considerado un verdadero geniecito del videoclip,
con trabajos célebres y premiadísimos, para los Beastie Boys, Björk y
los Chemical Brothers, entre muchos otros. Que ¿Quieres ser John
Malkovich? no tenga el menor rastro del regodeo frenético que suele
asociarse con el videoclip no sorprenderá a quienes hayan visto alguno de
esos clips, donde ya era palpable el gusto de Jonze por la narración
cinematográfica.
La historia de ¿Quieres ser John Malkovich? inscribe, sobre una Nueva
York estrictamente �real�, la figura funambulesca del titiritero Craig
Schwartz, que parecería escapado de un cuento de Andersen (John Cusack,
irreconocible). La barba crecida, desaliñado y con una marcada tendencia
a encerrarse en su mundo de fábula, Craig intenta vivir de su arte. Lo
cual le resulta absolutamente imposible. Sobre todo, teniendo en cuenta
que sus espectáculos callejeros suelen finalizar con sus títeres
entregados a maniobras demasiado eróticas, para un género cuyos
espectadores naturales son los niños. Empleada de una veterinaria, su
esposa Lotte (una morocha Cameron Díaz, igualita a una muñeca de trapo)
se ocupa de llenar el departamentito en el que viven con chimpancés
ulcerosos e iguanas entablilladas. Craig busca empleo y encuentra uno en
el que se requieren dedos rápidos ... pero para trabajar de archivista.
El hecho de que la oficina de Lester & Co. quede en el piso 7 y medio
hace que todo el mundo ande por los pasillos agachado, y que para bajar en
ese piso sea necesario abrir la puerta del ascensor con una barreta.
Como una nueva Alicia, Craig pasará a través del espejo e ingresará a
un mundo que desafía toda lógica. Allí hay una secretaria con cierta
clase de dislexia auditiva (si acaso eso fuera concebible), un jefe de
más de cien años (pero sexópata grave) y una morocha fatal, gélida e
hiperhistérica llamada Maxine (Catherine Keener, emperatriz del cine
indie, nominada poreste papel). Pero falta el paso definitivo a otro
mundo, y ese mundo se llama ... John Malkovich. Una tarde, Craig descubre
que a través de una portezuela del archivo se puede ingresar al cerebro
del famoso actor (a quien todos reconocen, pero nadie sabe en qué
películas trabajó). Recién allí se pone plenamente en funcionamiento
la catarata narrativa que ¿Quieres ser John Malkovich? dispara en el
cerebro del espectador, y nada más debe contarse, para no estorbar el
disfrute interminable que Jonze y Kaufman tienen preparado. Ambos
confiesan haber construido su narración siguiendo una forma de escritura
automática, y se nota: como en efecto dominó, cada idea demencial
dispara otra más inaudita aún, y así sucesivamente y sin parar.
Pero atención: como en Lewis Carroll, nada hay en ¿Quieres ser John
Malkovich? que no sea perfectamente lógico. Lo único que sucede es que
esa lógica es otra, distinta de la que conocemos. No es el menor de los
milagros que, en paralelo a esta comedia demencial que circula en la
superficie del film, se desarrolle un oscuro y por momentos muy tocante
melodrama de deseos contrariados, estructurado sobre la base del
triángulo que se forma entre Craig, Lotte y Maxine ... dentro de John
Malkovich (que está mejor que nunca, haciendo de sí mismo). Como en
torbellino, circulan aquí una cantidad de ideas suficientes como para
llenar uno o dos centenares de películas. Y que incluyen desde la
pregunta básica por la identidad hasta la que puede hacerse sobre la
naturaleza y sentido del deseo, pasando por las relaciones entre
manipulador y manipulado. De cómo puede salirse de adentro de una cabeza
y caer sobre un descampado, al costado de la ruta.
O, simplemente, sobre cómo puede habérsele ocurrido a alguien esta
película que no se parece a ninguna otra cosa sobre la tierra. Y que vale
la pena disfrutar a pleno, como quien se tira de cabeza, desde un piso
nueve (y medio) hasta una piscina.
�EL TALENTOSO SR. RIPLEY�,
CON MATT DAMON
Un juego de espejos
El director Anthony Minghella ��El paciente inglés�� ofreceuna versión fluida y elegante de la novela de Patricia Highsmithaunque altere el carácter de su protagonista, el letal Tom Ripley.
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Matt Damon en la
piel de Ripley, el hombre que quiere ser otro.
El actor tiene un candor excesivamente juvenil para el personaje. |
Por Luciano Monteagudo
A pesar de que a
primera vista pueda parecer lo contrario (y a esta altura no son pocos los
films que se han hecho a partir de sus novelas), la literatura de Patricia
Highsmith presenta no pocas dificultades para ser traducida al cine. En el
caso específico de El talentoso señor Ripley, el primer problema que
enfrentó el director inglés Anthony Minghella no fue precisamente que
existiera una lejana versión anterior �A pleno sol (1959), de René
Clément, con Alain Delon� sino el punto de vista del relato. La novela,
que es la primera de la trilogía que tiene como protagonista al ambiguo,
inasible, letal Tom Ripley, está narrada en tercera persona, pero siempre
a partir de la subjetividad de este personaje, de su inmoralidad esencial,
de su patología incluso. El texto apela inclusive al reiterado
intercambio espistolar para dar cuenta no tanto del pensamiento íntimo de
Ripley �algo de lo que Highsmith no presume saber� sino más bien de
sus modos de razonamiento, de la compleja mente capaz de imaginar las
maquinaciones más intrincadas con tal de alcanzar su objetivo: ser otro,
vivir otra vida, aunque para ello tenga que matar.
No es poco mérito el del director de El paciente inglés haber logrado en
parte esa perspectiva, sobre todo en la primera mitad, que avanza con
fluidez y elegancia, cuando Ripley (interpretado con un candor demasiado
juvenil por Matt Damon) consigue embarcarse hacia Europa con todos los
gastos pagos, con la promesa de hacer regresar a Estados Unidos a Dickie
Greenleaf (Jude Law), el despreocupado heredero de un armador de barcos
norteamericano. Se le podrá imputar al film que se pasee por Italia a la
manera de un folleto de turismo, pero al fin y al cabo ese deslumbramiento
de la cámara de John Seale es también un poco el de Ripley, cuando
descubre lo que Europa tiene para ofrecerle a un joven talentoso como él,
dispuesto a todo, a usurpar incluso la identidad de Dickie en caso de que
sea necesario.
El guión, escrito por el propio Minghella, también resuelve con eficacia
algunos tramos que en la novela funcionan sin problemas de verosimilitud
(el hecho de que la policía romana no alcance a distinguir que Dickie y
Tom puedan ser la misma persona), pero que un film es incapaz de sostener,
al menos en un registro realista. La película hasta se da el lujo de
incorporar un personaje �la frívola heredera de Cate Blanchett� que
no estaba en el original y que aquí funciona un poco sorpresivamente como
dea ex machina, sin que llegue a parecer un mero agregado.
Lo que cabe cuestionar al film de Minghella, en todo caso, es haber hecho
de Ripley un personaje distinto, en la medida en que sus móviles para
matar son otros que los del Ripley del libro. Es verdad que tampoco el
Delon de Clément o �por tomar un caso más extremo� el Dennis Hopper
de Wim Wenders (en El amigo americano) eran exactamente los Ripley que
imaginó Patricia Highsmith. Pero aquí la traición en todo caso tiene
que ver con el carácter del primer crimen de Ripley, que no es tanto el
de un hombre que ha decidido finalmente usurpar la personalidad de su
amigo, sino el de alguien que mata en una suerte de arrebato pasional,
dando rienda suelta a unas pulsiones homosexuales que en la novela estaban
sutilmente sugeridas y que en la película están expuestas de forma más
obvia. Se diría que para Minghella, Ripley también es una víctima: de
su ambición, su soledad, su inclinación sexual. Para Highsmith, en
cambio (y allí radica cierto carácter subversivo de la novela), Ripley
es el victimario, un personaje siempre consciente de sus actos y con quien
el lector, trágicamente, no puede dejar de identificarse, hasta poner en
cuestión su propia moralidad.
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