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"Quiero conmover, no hacer experimentos matemáticos"

A más de veinte años de su debut en Alas y Seru Giran, Pedro Aznar puede darse el lujo de pensar que ya hizo de todo. Pero sigue activo, y no le preocupa que lo consideren un músico intelectual, un artista técnico pero frío.

Spinetta: "Debo tener millones de células con la impronta Spinetta. Creo que no hay músico en la Argentina que no tenga influencias del Flaco."


Por Cristian Vitale

t.gif (862 bytes) Sus 40 años de existencia no parecen condecir con su producción, y su curriculum impresiona. Pedro Aznar hizo de todo: cantar el himno a San Martín en el Colón y homenajear a Luca Prodan y Gardel; tocar diez años con Pat Metheny y grabar con Caetano Veloso y Gal Costa; componer música de películas y tocar con Los Caballeros de la Quema; hacer folklore en Cosquín y en el volcán Pululahua y compartir tareas con Charly García, Spinetta y Fito Páez. Todo eso, más Seru Giran, Madre Atómica, Alas, ocho discos grabados como solista y casi 40 colaboraciones con otros artistas. Aznar está a años luz del adolescente que ingresó a Seru Giran. Y lejos de sentarse a disfrutar su obra, sigue activo. Recién llegado de España, donde grabó con el músico de flamenco Vicente Amigo, está produciendo un disco del brasileño Vitor Ramil. Con el tiempo que le sobra, sigue presentando Cuerpo y alma (1998) y espera ansioso la edición de Caja de música, con canciones inspiradas en la obra poética de Jorge Luis Borges.     --¿Cómo llegó a hacer una obra sobre los poemas de Borges?

  --Tardé bastante en descubrir a Borges. El primer escritor que me interesó fue Julio Cortázar. Muchos años después de eso, entrar en Borges fue penetrar en un océano vastísimo. Creo que si la idea de cantar sus poemas hubiese nacido de mí la hubiera descartado por ambiciosa. Pero el hecho de que me hayan convocado me tranquilizó y me dejé llevar. Pude vencer el miedo.

  --Trabajar en este tipo de proyectos, y su actitud superprofesional, llevó a muchos a considerarlo un "artista intelectual". ¿Le molesta?

  --Depende. Lo que genera la palabra intelectual en primera instancia es una cosa fría, racional. Y yo no creo que mi música pase por ahí. Habría que definir bien qué se quiere decir con intelectual. Lo habitual es "te vas a aburrir". Es más, si a mí me dicen que alguien hizo un trabajo musical "intelectual", tampoco compro. Yo quiero escuchar cosas que me conmuevan, no experimentos matemáticos. En ese sentido, espero no ser intelectual. Y si a alguien mi música le suena matemática es porque nunca la entendió. Ocurre que la música se puso muy fácil, se niveló para abajo. Yo le escapo a lo fácil, sin que eso quiera decir que haga música difícil.   --Usted dice que no es un intelectual sino un músico refinado.

  --En cuanto a ser un esteta, a buscar cuál es la medida exacta de las cosas, sí. Me preocupo, estudio, me concentro y soy tenaz en esa búsqueda. Esto no quiere decir que no sea espontáneo. Cuando grabamos Tango 4 con Charly, él insistía en rehacer "Mala señal", que habíamos improvisado en un casete, y yo insistí para dejar el original, que tenía un pequeño error garrafal. Si se tradujera la conversación sin deschavar a los personajes, seguro que todos me señalarían a mí como el que quería rehacerla.

  --¿Cómo explica su romance con la música brasileña?

  --La amo desde los 9 años. Cuando escuché las armonías jazzísticas de la bossa nova fue tremendo, me quedé alucinado frente al tocadiscos. Me parecía maravillosa, pero difícil de descifrar. Hasta que a los 15 años comencé a digerirla mejor, fue cuando estacionó en mis manos un disco de Egberto Gismonti. Eso sí fue un viaje de ida. Un flash.

  --¿Por qué, cuando se habla de los "grandes", se menciona a Spinetta, Charly García, Fito y Calamaro y nunca lo nombran a usted?

  --No sé a qué se deberá. Tampoco soy quién para objetar si me lo merezco o no. Estas elecciones son arbitrarias, hay que tener en cuenta cuáles son los parámetros que se barajan. Si vas a considerar un referente a alguien que tenga un alcance público grande, yo no lo tengo. Ahora, si se pusiera como parámetro a músicos influyentes en otros músicos o a músicos que aportaron cosas únicas, tal vez sería otro cantar.

  --¿Seru Giran fue lo más importante de su carrera o una experiencia más?

  --Fue un momento de crecimiento en todo sentido, y de exposición al gran público. Aún hoy se me conoce más por Seru que por otra cosa. 

  --¿Fueron suficientes los cuatro años de vida o pudo haber durado más?

  --No sé qué hubiera pasado con Seru si hubiese continuado tocando en los '80. Hubo un cambio estético muy grande después de Malvinas. De todas maneras, es pura especulación. Lo concreto es que cada uno de nosotros tenía caminos bastante diversos como para seguir tocando juntos. Es algo que se nota en las posteriores carreras solistas de David, Charly y Aznar.   --¿Quedó satisfecho con el regreso de 1992?

  --Quedé muy conforme con el disco en estudio (Seru 92). Tiene cosas muy bellas que están por encima de lo que fue la actuación en vivo. En éstas hubo mucha desprolijidad. Y, aunque puede haber desprolijidad de la buena, creo que hubo mucho más de la mala. Lo único que nos postulamos fue no hacer el Seru que había sido. Intentar un sonido nuevo mezclando cuatro personalidades que ya no eran las mismas. Y eso me gustó: el disco no tuvo nada que ver con el pasado. Sería triste parecer una banda de covers.

  --¿Qué diferencias notó entre el Charly del primer Seru y el del segundo?

  --Era otro tipo. Cosa que por un lado es cierta en casi cualquier persona, pero en su caso por triplicado. Sus intereses habían cambiado radicalmente. Fue aprender a relacionarme con un amigo, descubrir facetas enteramente nuevas y relacionarme sabiendo que otras ya no estaban. Ahora nos vemos más que en otros tiempos. Generalmente nos cruzamos por motivos musicales. Sólo esporádicamente nos invitamos a comer.

  --En su carrera también se cruzó Spinetta. ¿Qué le aportó a su arte?

  --Formación. Debo tener millones de células con la impronta Spinetta. Yo crecí escuchando sus canciones. Es más, creo que no hay músico en Argentina, en mayor o menor medida, que no tenga influencias del Flaco.

  --Otro rasgo de su carrera tiene que ver con la composición de música para películas como Hombre mirando al sudeste, No te mueras sin decirme adónde vas. ¿Cómo es su relación con el cine?

  --Siempre tuve una tendencia a escribir música sobre historias. Cuando era adolescente, leía un libro que me marcaba y componía algo. Componer música para cine fue como una extensión natural de esta actitud. El libro de Hombre mirando al sudeste (1987) me conmovió tanto que, al día siguiente de leerlo, ya estaba componiendo su música.

  --En la música de Botín de guerra (1999) aparece junto a músicos como Ciro Pertusi, Cerati y Gustavo Cordera. ¿Cómo ve al rock argentino actual?

  --Mi contacto con los nuevos músicos es fluido. Estuve tocando con Los Caballeros de la Quema y muchas bandas me mandan demos. Estoy al tanto de lo que pasa. Creo que hay variedad, música para todos los gustos que va del funk al rock chabón. Pero prefiero no hacer comentarios puntuales sobre colegas. Hay cosas buenas, malas y regulares. Como en todo.

  --¿Qué sintió al interpretar el himno a San Martín en el Colón?

  --Fue como sentirse el abanderado del colegio (risas). Son esas cosas que uno cantaba de chico formando fila y muerto de frío en la escuela mientras se preguntaba "¿Por qué me hacen esto?". Uno las repetía como un lorito, y cuando empezó a entenderlas estaba bajo una dictadura horripilante: la patria pasó a ser el enemigo. Patria eran los genocidas, algo horroroso. Pasado eso, uno pudo recuperar el sentimiento. Es una palabra mucho más benigna, no una frontera con alambre de púa. Poder cantarle a ella bajo este nuevo contexto político es positivo.

 

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