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Pierri acusado por cajonear dos años la declaración de Bussi

El ex presidente de la Cámara baja tejió una eterna telaraña
burocrática para no entregar la documentación a la Justicia.
Ahora el diputado Jorge Rivas lo denunciará penalmente.
Alberto Pierri del PJ y Antonio Domingo Bussi tuvieron por años un interés común: gambetear los reclamos del juez Maturana.

Por Felipe Yapur

t.gif (862 bytes) Alberto Pierri fue hasta el 10 de diciembre de 1999 el titular de la Cámara baja. Desde febrero de 1998 hasta que abandonó su cargo, recibió de la Justicia federal seis solicitudes para que envíe la declaración jurada que Antonio Bussi entregó en 1994 al Parlamento, cuando fue diputado nacional. Sin embargo, la declaración jurada nunca fue remitida para ser utilizada en las causas que se instruyen en contra del ex gobernador tucumano, luego de que se confirmara la existencia de cuentas bancarias en el extranjero a nombre del militar. Por eso, la semana que viene el diputado aliancista Jorge Rivas presentará una cuestión de privilegio para que se determine si el ex hombre fuerte de La Matanza merece alguna sanción �por no haber cumplido con los requerimientos judiciales�. Por otra parte denunciará penalmente a Pierri por encubrimiento, abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público.
El 18 de febrero de 1998, cinco días después de que la fiscal suiza Carla Del Ponte confirmara la existencia de cuentas bancarias a nombre de Bussi en bancos de ese país, el Parlamento en pleno decidió abrir la declaración jurada que el militar entregó cuando era diputado. Los diputados determinaron que Bussi no había consignado sus ahorros en el exterior. Esto derivó en la apertura de dos causas, una por falsedad ideológica de instrumento público, y otra por enriquecimiento ilícito. Para el primer caso la declaración de Bussi es fundamental. Pero desde que llegó el primer pedido al despacho del titular de Diputados, el 19 de febrero de 1998, éste nunca respondió y �de manera ostensible �como sostiene el diputado Rivas� Pierri dilató la respuesta durante dos años�. Rivas sostiene que la estrategia de Pierri para evitar una respuesta a los requerimientos judiciales fue la de valerse de la intrincada burocracia estatal. En primer lugar, remitió el pedido a diferentes secretarías de la Cámara. En todas ellas la respuesta era prácticamente la misma: la declaración jurada se abre a solicitud del interesado o con el voto afirmativo de las dos terceras partes de la Cámara baja.
Mientras cada secretaría se tomaba su tiempo para estudiar el caso, en el despacho de Pierri se acumulaban los reiterados pedidos del juez tucumano Ricardo Maturana, el del fiscal Paulo Starc, el de la entonces legisladora tucumana y presidente de la Comisión de Juicio Político, Malvina Seguí y el del fiscal tucumano Carlos Albaca. Un detalle que demuestra la poca voluntad para satisfacer los pedidos judiciales que le llegaban a Pierri, es que los requerimientos de Maturana exigían que la respuesta se enviara en 48 horas.
Otro dato para tener en cuenta: entre febrero y mayo del �98, Bussi enfrentó además un juicio político. Sus abogados defensores solicitaron también una copia de esa declaración jurada. Nunca obtuvieron respuesta.
Pasó el tiempo, dos años exactos, elecciones presidenciales y cambio de gobierno mediante. Fue entonces que el 14 de febrero pasado se presentó ante la Cámara el hijo del militar, el diputado Ricardo Bussi. El vástago solicitó que la declaración se abriera para determinar dónde la había fechado su padre. En principio, con este procedimiento se determinaba si Maturana tenía jurisdicción en la causa por falsedad ideológica. La decisión, sin duda, sorprendió a las nuevas autoridades de la Cámara, pero poco después se develó el misterio. �Aceptó abrir su declaración porque sabe que ésta caduca a los 6 años, por lo tanto no puede ser utilizada para determinar que falseó el instrumento público cuando omitió sus dineros en el extranjero. Bussi delinquió al confeccionar su declaración jurada, y ese delito, tal como los otros muchos y terribles que cometió, quedará impune�, se quejó Rivas quien agregó que �si la Cámara no procede a investigar a fondo la conducta de quien fuera su presidente, las mismas sospechas que hoy pesan sobre Pierri, pesarán sobre cada uno de los integrantes del cuerpo�.

 


 

JUAN CARLOS CATTANEO Y LA MUERTE DE SU HERMANO
El juez quiere hacerle unas preguntas

Por L.V.

Juan Carlos Cattáneo, el ex subsecretario general de la Presidencia, fue llamado a declarar en la causa en la que se investiga la muerte de su hermano Marcelo. Cattáneo deberá testimoniar la semana que viene ante el juez en lo Criminal y Correccional Mariano Bergés. El ex subsecretario, que fue la mano derecha de Alberto Kohan y en noviembre del �98 quedó procesado por cohecho en la causa IBM-Banco Nación, ya había sido interrogado en relación al supuesto suicidio de Marcelo cuando la pesquisa estaba en manos de otro magistrado, pero los investigadores consideran que entonces se le preguntó poco y nada. �Básicamente, no sabemos qué pasó entre los hermanos luego de que estalló el escándalo de IBM�, resumió una fuente con acceso al expediente.
Marcelo Cattáneo fue encontrado ahorcado en una casilla de Ciudad Universitaria el domingo 4 de octubre de 1998. Al igual que Juan Carlos, estaba siendo investigado por el pago de sobornos en la firma del contrato entre IBM y el Banco Nación. Meses antes de su muerte, Marcelo había sido señalado por los ex directivos del Nación Alfredo Aldaco y Genaro Contartese como la persona que había ofrecido las coimas. El empresario negó las acusaciones ante la Justicia y entregó a diputados del cavallismo documentos que apuntaban hacia Juan Carlos como pieza clave de la maniobra. Se sabe, además, que la relación entre ambos había quedado resentida desde que estalló el caso y que en el último año prácticamente no se veían.
La investigación sobre el supuesto suicidio acumula 20 cuerpos y muchas zonas oscuras. Todavía es un misterio qué hizo Cattáneo en los cuatro días previos a su muerte. Una sucesión de torpezas y omisiones acompañaron toda la pesquisa; entre otras cosas, el lugar donde apareció ahorcado fue pisoteado por policías y curiosos y así se borraron rastros fundamentales. Nadie se preocupó por levantar los últimos mensajes que Cattáneo recibió en su celular, que se borraron automáticamente. Dos testigos contaron que la hija del empresario fue filmada por desconocidos horas antes de que apareciera muerto, y sus familiares revelaron que recibieron extrañas llamadas telefónicas. Su viuda, Silvina de la Rúa, volvió a declarar hace dos semanas e insistió en que descree que su marido se haya quitado la vida por propia voluntad.

 

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