Por Silvina Szperling
Julio
Bocca celebrará los diez años de vida del Ballet Argentino del único
modo posible para su temperamento: bailando. Pero lejos de elegir un
camino de facilidad, Bocca se planteó un programa importante y a la vez
atrevido, que el público podrá ver hoy y mañana en el Teatro Coliseo.
El plato fuerte de las veladas será el estreno de una obra especialmente
escrita para el Ballet por el coreógrafo estadounidense Kevin O�Day
sobre música original de John King. La pieza se llama Sangredor y su
instrumento solista es un instrumento para nada habitual en el ballet, el
bandoneón. A esta novedad, Bocca sumará dos reposiciones de calibre
Donizetti variations de George Balanchine y Actos de luz, de Martha
Graham. Para el homenaje a esa coreógrafa que cambió parte de la danza
del siglo veinte fue especialmente convocada Peggy Lyman, integrante de la
compañía Graham de Nueva York.
�La idea inicial de Sangredor fue, ya que se trataba de una obra para un
ballet argentino, usar un bandoneón, y luego samplearlo y convertirlo en
40 bandoneones a través del uso de software de computación�, contó O�Day
en una entrevista con Página/12. �El centro de la pieza es una canción
con melodía, ritmo y timbre tradicionales, y hacia el comienzo y final
los sonidos están progresivamente distorsionados. Por ejemplo, una de las
secciones está compuesta sólo por finales, los finales típicos del
tango. En otro momento se usa sólo el sonido de los botones al percutir.�
O�Day conoció a Bocca en sus años como bailarín en el American Ballet
Theater. Bailó también en el Joffrey Ballet, el Ballet de Frankfurt con
la coreógrafa Twyla Tharp, y el White Oak Project que dirige Mihail
Baryshnikov. El propio Misha fue quien lo instó a comenzar como
coreógrafo en su grupo.
�¿A qué se refiere el título de la obra?
�El título en inglés es Blood Groove, que traducida literalmente
sería �Surco de sangre�, pero como la palabra groove tiene también
un significado de cadencia, no cuadraba la traducción. Buscando en el
diccionario encontré Sangredor, que se refiere tanto a instrumento como a
la persona que practica una insición para liberar un fluido, para
permitir que ese fluido corra libremente por el cuerpo o hacia afuera.
� ¿Y cómo se representan esos conceptos bailando?
�En principio, esta obra es abstracta. Posiblemente la sección central
puede ser leída como una historia, uno tiende a ver un desarrollo
narrativo desde el momento en que hay seres humanos en el escenario que se
unen, se separan, cambian sus dinámicas y estados. Pero yo lo dejo
abierto, no le digo a la gente �esto es lo que deben mirar�. Creo que
uno debe otorgarle al público la posibilidad de interpretar. El público
es inteligente y si los bailarines le muestran cabalmente lo que es la
obra, la gente puede tomar la decisión de si hay una historia allí para
ellos. Los intérpretes son los portadores de la pieza, ya que la obra no
es una construcción de madera: sobre el escenario hay sangre,
músculos...
�¿Cómo fue la experiencia de dirigir a Baryshnikov?
�Muy buena. El clima de trabajo que él genera es muy agradable e
intenso, y siempre me dio su apoyo. Hasta hoy, cada vez que estreno algo
en Nueva York, él viene a ver la obra y me da su opinión.
�Teniendo en cuenta el ecléctico background del que usted proviene,
¿cuál es el estilo de su compañía?
�Es muy abierto. A veces los bailarines con los que trabajo en un
determinado proyecto tienen una mayor base clásica o contemporánea. Por
ejemplo, suelo trabajar con Patricia Keeney, que es mi hermana y una
excelente bailarina contemporánea. Creo que ambos estilos no deben estar
separados a estas alturas. Eso es para la historia.
BUENOS AIRES TIENE LEY DE
DANZA
Los pasos que vienen
Dos buenas noticias
recorren por estos días el espinel de la danza independiente porteña: la
aprobación de la ley de danza no oficial en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires y la realización del segundo festival de Danza Contemporánea de
Buenos Aires. La ley fue aprobada por la Legislatura porteña el 17 de
febrero y está a punto de publicarse en el boletín oficial.
Básicamente, dispone que el gobierno cuente con un presupuesto anual de
200 mil dólares para solventar la producción de grupos independientes
estables, coreógrafos o elencos con proyectos puntuales, salas teatrales
dedicadas en un 70 por ciento a la danza y asociaciones con personería
jurídica cuyos proyectos favorezcan a la danza y su difusión. La
autoridad de aplicación será una Comisión Ejecutiva presidida por el
Secretario de Cultura de la Ciudad, e integrado por dos cargos
jerárquicos en el área danza, un representante de la Comisión de
Cultura de la Legislatura, un representante de la Comisión de Presupuesto
y Hacienda y cuatro personalidades de reconocida trayectoria en la
actividad.
En el caso del Festival, se trata de la continuidad del que en 1998
organizó Cocoa, la entidad que agrupa a los coreógrafos independientes,
en conjunto con el Gobierno de la Ciudad, gracias a un monto equivalente a
cuatro coproducciones del teatro San Martín ($ 60.000). La Secretaría de
Cultura porteña firmó el decreto que dio legalidad a la creación de un
festival bienal. Este año, según acaba de confirmarse, el festival se
realizará en la segunda quincena de setiembre, en varios teatros: la sala
Ernesto Bianco del Centro Cultural San Martín y la sala Contemporánea
del Centro Cultural Recoleta, entre otras.
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