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El acto en la esquina de Arroyo
y Suipacha comenzó a las 14.20, al rayo de sol y entre un impresionante
esquema de seguridad que incluía hombres de traje negro, con auriculares
y largavistas en varios balcones. "Parece una película yanqui",
definió, casi fascinado, uno de los adolescentes del sistema de escuelas
judías que formaban buena parte de las 500 personas presentes. Todavía
cerrada con vallas, se podía ver la flamante plaza Embajada de Israel,
que quedó inaugurada como "memorial y memoria de las víctimas
inocentes".
La plaza, diseñada por dos jóvenes
arquitectos argentinos que ganaron un concurso internacional, está
cruzada por una doble fila de árboles. En la antigua medianera donde se
alzaba la embajada destruida el 17 de marzo de 1992, todavía se ve la
silueta del edificio. En esa pared se fijaron dos placas con los nombres
de las víctimas y, en una suerte de estante, el candelabro de siete
brazos que por 42 años se alzó en el hall de la sede diplomática. El
candelabro es prácticamente el único objeto que sobrevivió al atentado.
"¿Querés saber cuánto va a durar ahora?", quiso apostarle a
un amigo uno de los presentes. "Una semana va a durar, hasta que
alguno lo rompa."
El sector oficial, alrededor
del palco alzado sobre Suipacha, casi no alcanzaba para los ministros y
funcionarios presentes. La ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández
Meijide, y el vicepresidente Carlos "Chacho" Alvarez fueron los
únicos que pasaron entre el público, confinado a la calle Arroyo. El
acto abrió con un largo tema en homenaje compuesto por Eladia Blázquez.
El primer orador, después del canto, fue Roberto Null, presidente de
B'nai B'rith Argentina, la institución comunitaria dueña de la plaza y
que impulsó el Proyecto Hatikva (Esperanza) para reunir fondos en todo el
mundo. El siguiente en hablar fue el norteamericano Melvin Weiss,
presidente del proyecto internacional que ayudó a financiar la Plaza.
Enseguida, De la Rúa y el
embajador de Israel en Argentina, Itzhak Avirán, cortaron las cintas y
entraron a la plaza. Pedro y Claudia Berenstein, padre y hermana de una de
las víctimas del atentado, develaron las placas y una antorcha en
homenaje a los muertos, mientras se leían sus nombres y la multitud
contestaba "presente". Ya eran las 14.40, hora exacta del
atentado, y una larga serie de campanadas acompañó la nómina de
nombres. Luego, un cantor litúrgico cantó los himnos argentino e israelí.
Fue entonces que este acto
tranquilo y casi desanimado se transformó. Carlos Susevich, que perdió
una hija en el ataque, fue invitado a rezar una oración fúnebre, pero
aprovechó para decir otras cosas. "Acusamos a gran parte del más
alto estamento político del anterior gobierno porque no quisieron o no
pudieron investigar esto e hicieron posible el segundo atentado",
disparó Susevich. "Y también a la Corte Suprema, por su total
desidia e indiferencia, que es en realidad un encubrimiento." La
ovación fue cerrada y entusiasmada. Susevich emocionó a todos al
introducir su oración fúnebre, el kaddish, diciendo que "estoy
vulnerando la tradición bíblica: esta oración la dicen los hijos en
memoria de los padres, y no al revés, como hago yo".
El embajador Avirán tuvo un
tropiezo al comenzar su discurso. Cuando dijo que en breves
meses dejará su puesto después de siete años, desde el fondo de la
calle Arroyo arrancó un sonoro aplauso. Incómodo, Avirán logró sin
embargo superar esta recepción cuando recordó las "humillaciones
que se sufrieron, los amagues de cierre de la causa, las pistas serias que
terminaron en tibios comunicados de la Corte Suprema", y cuando
definió a los atentados como "funestas consecuencias del
antisemitismo que existe en este país y del fundamentalismo". Avirán
apeló "al Poder Ejecutivo, al Poder Legislativo y al Judicial para
que hagan un giro completo en la marcha de la investigación y limpien
esta mancha de la impunidad" y pidió que se use la recién
sancionada Ley del Arrepentido y no se cierre la causa.
El cierre estuvo a cargo de De
la Rúa, que improvisó. "Los atentados son todavía una herida
abierta para todos los argentinos, como dos tajos en el rostro de la
patria", comenzó el Presidente. "Debemos afirmar la memoria y
así no prevalecerá el olvido en nuestros corazones", continuó,
levantando gradualmente el tono. "Impartí instrucciones a los
ministros para que actúen para impulsar todas las investigaciones
necesarias y también a los jueces que utilicen todos los medios
disponibles", dijo sobre el final.
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