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Otro aniversario del atentado, con una nueva promesa de investigar

"Aquí está el Presidente, aquí está el vicepresidente, aquí esta todo el gabinete entero."

El presidente De la Rúa intentó diferenciarse del anterior gobierno y prometió "todo el peso y toda la voluntad" para investigar los atentados. Uno de los oradores se salió de libreto y acusó a la Corte Suprema.


Por Sergio Kiernan
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El presidente Fernando de la Rúa transformó el acto tenso y formal con que se conmemoró el octavo aniversario del atentado contra la embajada de Israel, en una declaración de principios al intentar distinguirse del gobierno de Carlos Menem. "Este gobierno pondrá todo el peso toda la voluntad para profundizar las investigaciones," dijo De la Rúa. "Este gobierno está abierto para toda la información, para todas las pistas, para todos los datos", completó, ante la primera ovación del evento. Y para que no queden dudas destacó que "aquí está el Presidente, aquí está el vicepresidente, aquí esta todo el gabinete entero, aquí está el jefe en ejercicio de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad, aquí está todo su gabinete, aquí están los líderes del Congreso, todos juntos para decir que este atentado fue contra todos los argentinos". Menem nunca concurrió a un acto en memoria de ninguno de los atentados.

  El acto en la esquina de Arroyo y Suipacha comenzó a las 14.20, al rayo de sol y entre un impresionante esquema de seguridad que incluía hombres de traje negro, con auriculares y largavistas en varios balcones. "Parece una película yanqui", definió, casi fascinado, uno de los adolescentes del sistema de escuelas judías que formaban buena parte de las 500 personas presentes. Todavía cerrada con vallas, se podía ver la flamante plaza Embajada de Israel, que quedó inaugurada como "memorial y memoria de las víctimas inocentes".

  La plaza, diseñada por dos jóvenes arquitectos argentinos que ganaron un concurso internacional, está cruzada por una doble fila de árboles. En la antigua medianera donde se alzaba la embajada destruida el 17 de marzo de 1992, todavía se ve la silueta del edificio. En esa pared se fijaron dos placas con los nombres de las víctimas y, en una suerte de estante, el candelabro de siete brazos que por 42 años se alzó en el hall de la sede diplomática. El candelabro es prácticamente el único objeto que sobrevivió al atentado. "¿Querés saber cuánto va a durar ahora?", quiso apostarle a un amigo uno de los presentes. "Una semana va a durar, hasta que alguno lo rompa."

  El sector oficial, alrededor del palco alzado sobre Suipacha, casi no alcanzaba para los ministros y funcionarios presentes. La ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández Meijide, y el vicepresidente Carlos "Chacho" Alvarez fueron los únicos que pasaron entre el público, confinado a la calle Arroyo. El acto abrió con un largo tema en homenaje compuesto por Eladia Blázquez. El primer orador, después del canto, fue Roberto Null, presidente de B'nai B'rith Argentina, la institución comunitaria dueña de la plaza y que impulsó el Proyecto Hatikva (Esperanza) para reunir fondos en todo el mundo. El siguiente en hablar fue el norteamericano Melvin Weiss, presidente del proyecto internacional que ayudó a financiar la Plaza.

  Enseguida, De la Rúa y el embajador de Israel en Argentina, Itzhak Avirán, cortaron las cintas y entraron a la plaza. Pedro y Claudia Berenstein, padre y hermana de una de las víctimas del atentado, develaron las placas y una antorcha en homenaje a los muertos, mientras se leían sus nombres y la multitud contestaba "presente". Ya eran las 14.40, hora exacta del atentado, y una larga serie de campanadas acompañó la nómina de nombres. Luego, un cantor litúrgico cantó los himnos argentino e israelí.

  Fue entonces que este acto tranquilo y casi desanimado se transformó. Carlos Susevich, que perdió una hija en el ataque, fue invitado a rezar una oración fúnebre, pero aprovechó para decir otras cosas. "Acusamos a gran parte del más alto estamento político del anterior gobierno porque no quisieron o no pudieron investigar esto e hicieron posible el segundo atentado", disparó Susevich. "Y también a la Corte Suprema, por su total desidia e indiferencia, que es en realidad un encubrimiento." La ovación fue cerrada y entusiasmada. Susevich emocionó a todos al introducir su oración fúnebre, el kaddish, diciendo que "estoy vulnerando la tradición bíblica: esta oración la dicen los hijos en memoria de los padres, y no al revés, como hago yo".

  El embajador Avirán tuvo un tropiezo al comenzar su discurso. Cuando dijo que en breves meses dejará su puesto después de siete años, desde el fondo de la calle Arroyo arrancó un sonoro aplauso. Incómodo, Avirán logró sin embargo superar esta recepción cuando recordó las "humillaciones que se sufrieron, los amagues de cierre de la causa, las pistas serias que terminaron en tibios comunicados de la Corte Suprema", y cuando definió a los atentados como "funestas consecuencias del antisemitismo que existe en este país y del fundamentalismo". Avirán apeló "al Poder Ejecutivo, al Poder Legislativo y al Judicial para que hagan un giro completo en la marcha de la investigación y limpien esta mancha de la impunidad" y pidió que se use la recién sancionada Ley del Arrepentido y no se cierre la causa.

  El cierre estuvo a cargo de De la Rúa, que improvisó. "Los atentados son todavía una herida abierta para todos los argentinos, como dos tajos en el rostro de la patria", comenzó el Presidente. "Debemos afirmar la memoria y así no prevalecerá el olvido en nuestros corazones", continuó, levantando gradualmente el tono. "Impartí instrucciones a los ministros para que actúen para impulsar todas las investigaciones necesarias y también a los jueces que utilicen todos los medios disponibles", dijo sobre el final.

 

Los Bignoli y la implosión

  En su discurso, el embajador de Israel Itzhak Avirán, enunció entre las "humillaciones" que sufrieron las víctimas del atentado la idea de que la bomba estuvo adentro de la sede diplomática. "Se comprobó que hubo un auto con la bomba --dijo el embajador--, pero igual se habló de implosión." El autor del informe técnico presentado ante la Corte Suprema que planteó una implosión fue Arturo Bignoli. Curiosamente, Bignoli fue noticia nuevamente este mes, cuando las oficinas de las dos firmas que dirige con su hijo Santiago fueron allanadas por el juez federal Rodolfo Canicoba Corral. Los Bignoli están acusados, junto a María Julia Alsogaray, por defraudación pública en las reformas de las oficinas de Prodia, irregularmente contratadas.

 

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