Distinguidos
señores:
Esta
carta va firmada por un escritor portugués que se llama José
Saramago y es premio Nobel de Literatura. Su firma es también la de
un simple ciudadano que se interroga todos los días sobre las
injusticias y miserias del mundo en que vive. En realidad, no sabe
hacer otra cosa además de escribir. No tiene la veleidad de pensar
que su palabra, sólo porque es suya, deba tener más peso que la de
cualquier otra persona, pero tampoco desconoce que la sociedad humana
es discriminatoria por definición y a unos niega lo que a otros
reconoce. Me valgo de esta diferencia injusta para dirigirles la
palabra, para pedirles que hagan justicia. Sencillamente justicia.
Les hablo de los presos políticos
de La Tablada. Ustedes conocen los datos de la cuestión, tienen en
sus manos toda la información concerniente a los sucesos de los días
23 y 24 de enero de 1989, ustedes mismos han condenado en diciembre de
1997 al Estado argentino por violaciones de los derechos humanos
perpetradas por las fuerzas represoras durante aquellos sucesos,
asimismo han decidido que las irregularidades cometidas en el juicio
son suficientes, desde la consideración que el Derecho debe merecer,
para invalidarlo.
Lo saben todo. Ahí están
ahora, la Comisión, los representantes del nuevo gobierno argentino y
los representantes de los detenidos, tienen delante los documentos de
un proceso que en cada uno de sus folios denuncia las injusticias
sufridas por los presos, el atropellamiento de los más elementales
derechos humanos por parte del poder arbitrario de la dictadura y de
una democracia que no ha sabido respetarse a sí misma o que no ha
sido respetada por sus propios dirigentes. Saben lo que deben medir y
tienen las varas para medirlo. La vara de la justicia en primer lugar,
pero también la vara de un sentimiento de humanidad que no es
incompatible con lo justo y lo recto, pero que desgraciadamente es
despreciado todos los días. Que eso no ocurra mañana. El pueblo
argentino necesita paz. La libertad de los detenidos de La Tablada y
su propia reintegración en la sociedad de la que han sido
abusivamente excluidos son una piedra esencial en la construcción de
esa paz. Para pedirle es por lo que escribo esta carta.
Cordial y respetuosamente.
*
Carta enviada por el premio Nobel de Literatura a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos. |