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"Nos
preguntaban, ¿cuándo va a haber medidas concretas? Bueno, aquí están."
La declaración ayer de un funcionario del Departamento de Estado sintetizó
los motivos detrás del discurso que Albright pronunció ayer ante el
Consejo Estadounidense-Iraní. La secretaria de Estado admitió que existía
un "muro de desconfianza" entre ambos países. Albright admitió
que esa desconfianza iba más atrás de la Revolución Islámica de 1979
--que derrocó al sha pronorteamericano Reza Pahlevi-- y de la toma de la
embajada norteamericana en ese mismo año. Albright se remontó hasta 1953
y se disculpó por el apoyo que la CIA brindó al golpe de Estado que
derrocó al premier nacionalista Mohammed Mosaddegh y entronizó al sha.
"Ese golpe fue un retroceso para el desarrollo político de Irán y
es fácil darse cuenta por qué muchos iraníes continúan resintiendo esa
intervención de Estados Unidos", reconoció. Las cosas no mejoraron
más adelante: "Durante el siguiente cuarto de siglo --prosiguió el
mea culpa de Albright--, Estados Unidos dio un apoyo sustancial al
gobierno del sha, que reprimía brutalmente a los disidentes políticos".
Albright no dudó en calificar al apoyo norteamericano a Irak durante su
guerra con Irán (1980-88) como "un gran error de cálculo,
especialmente en vista de las subsecuentes experiencias con Saddam
Hussein".
Pero ahora Estados Unidos
quiere dar vuelta a la página. Como dijo Albright, "queremos
escribir un nuevo capítulo en nuestra historia común. Luchemos por
superar nuestras diferencias". La secretaria de Estado acompañó
esta declaración con una lista de concesiones para Teherán. Primero fue
la apertura del mercado estadounidense a las alfombras y frutos secos del
país. Eso permitirá, según dijo una optimista Albright, "que
millones de artesanos, campesinos y pescadores iraníes ya no vean mal a
Estados Unidos". La segunda dádiva norteamericana consiste en
"explorar formas para incrementar los contactos entre los
estadounidenses y los estudiosos, profesionales, artistas, atletas y ONG's
de Irán". Pero el último anuncio fue quizá el más importante:
"Tercero, Estados Unidos está preparado para aumentar esfuerzos con
Irán encaminados a concluir un arreglo sobre los reclamos legales
pendientes entre nuestros países". Con eso, Albright se refería a
las querellas presentadas ante la Corte Internacional de La Haya por los
fondos iraníes congelados en bancos norteamericanos desde 1979. Según
los cálculos iraníes, el monto de esos fondos ascendería a 10 mil
millones de dólares. Teherán siempre insistió en que ese problema debía
ser resuelto antes de que se pudiera entablar un diálogo Irán-Estados
Unidos.
Sin embargo, es importante
recalcar lo que la Casa Blanca no concedió ayer. Lo más importante es
que el embargo al petróleo iraní (cuyo valor se estima en 16 mil
millones de dólares anuales) seguirá en pie. Albright también expresó
preocupación por el hecho de que, aun con la victoria reformista,
"es demasiado temprano para saber" cómo se desarrollará el
proceso de reforma en Irán. Especialmente en vista de que los
fundamentalistas siguen controlando las fuerzas de seguridad. En cualquier
caso, la secretaria de Estado subrayó que las relaciones entre ambos países
nunca podrían normalizarse en tanto que Irán siga apoyando al
terrorismo, obstaculizando el proceso de paz en el Medio Oriente e
intentando adquirir armas "de destrucción masiva". Un
funcionario que citó ayer The Washington Post explicó la lógica del
Departamento de Estado: "Si los iraníes no responden, perderemos
poco. Si lo hacen, tenemos la oportunidad de ganar mucho".
En Teherán, la doble cara de
la oferta norteamericana no agradó demasiado: "Es negativo el hecho
de que haya repetido (esos) viejos discursos contra Irán", disparó
el portavoz de la Cancillería iraní, Hamid Reza Asefi. Pero, dentro de
todo, el portavoz consideró que la declaración de Albright había sido
positiva: "Es un primer paso. Lo importante es que la actitud
norteamericana con respecto a Irán ha cambiado".
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