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"La elección", una de esas gemas siempre condenadas a los estantes

El segundo film de Alexander Payne fue definido por los críticos estadounidenses como una de las diez mejores películas del año pasado. Y aspira a llevarse un par de los Oscar al cine independiente.


Por Horacio Bernades
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Con cinco nominaciones (entre ellas mejor película, actriz protagónica, dirección y guión), es una de las grandes candidatas a los Independent Spirit Awards, que se entregan a comienzos de abril y vienen a ser algo así como los Oscar del cine independiente. En las tradicionales listas que se confeccionan todos los fines de año, además, una buena cantidad de críticos estadounidenses la incluyó entre las diez mejores películas del '99. Sin embargo, en Argentina, Election no conocerá los cines. Hay un premio consuelo, y es que el sello AVH acaba de lanzarla directo a video, con el título de La elección. Teniendo en cuenta que su film anterior, Citizen Ruth, había corrido la misma suerte (la editó Gativideo, a fines del '98), puede considerarse que el joven realizador Alexander Payne va camino de convertirse en un clásico del video argentino.

  Citizen Ruth tomaba un tema tan hiriente como es el del aborto, y lo trataba en clave satírica, poniendo en problemas tanto a los partidarios de la libre elección como a los antiabortistas. Adhiriendo en apariencia a un género tan inofensivo como es la comedia de high school --ese clásico estadounidense--, La elección confirma el gusto de su realizador (autor también de sus guiones) por problematizar cuestiones sociales desde formatos considerados "menores". En este caso, Payne se mete con los propios resortes de la democracia, y desde ahí dispara una cantidad de preguntas sobre la política, la ética y la moral. Pero reduciendo todo a escala. A la escala de unas simples y tontas elecciones en un centro de estudiantes. Todo tiene lugar en un prototípico pueblito de Omaha, y sobre todo en un colegio secundario de las inmediaciones, el Carver High School. Allí deberán renovarse, como todos los años, las autoridades del centro de estudiantes, bajo la mirada presuntamente protectora del director y del cuerpo docente.

  Como ocurre en la alta política, con el puesto de vicepresidente no hay mayor problema, porque al único que le interesa presentarse, como todos los años, es a un pobre espástico en silla de ruedas (como demostraba ya la incómoda Citizen Ruth, Payne no es precisamente piadoso para con los valores de la corrección política). También hay, en principio, un único postulante para la presidencia. Se trata de Tracy Flick (la rubia Reese Whiterspoon, a quien se había visto en Cruel Intentions), esa clase de estudiante que los sajones llaman over achiever, y que en criollo se conoce como "alumno perfecto". Espoleada por una de esas madres que quieren hacer de sus hijos triunfadores sociales a cualquier precio (la notable Colleen Camp, que en sus años mozos supo ser una de las tres "conejitas" de Apocalypse Now), Tracy anda siempre sobreocupada, bien peinadita y sonriente. Pero sus mandíbulas permanentemente apretadas denuncian su instinto asesino. Escandalosamente olvidada por los Oscar y candidata de oro a ganar el Independent Spirit en su categoría, Whiterspoon (a quien pudo verse recientemente como hermana de Rachel en la serie "Friends") brinda, en el papel de Tracy, una actuación repulsiva y consagratoria.

  Ningún obstáculo parece oponerse en el camino de Tracy a la presidencia, y la chica saborea por adelantado su triunfo. Sin embargo, hay alguien que la odia, y no piensa dejarla pasar. Se trata del señor McAllister, bonachón y cooperativo profesor de Instrucción Cívica, a quien todos llaman cariñosamente "Mr. M". Otra actuación para el recuerdo, la de Matthew Broderick, un actor que hasta ahora parecía no poder ir más allá de una convencional normalidad. Aquí, esa "normalidad" es apenas una máscara, y ésta empezará a rasgarse cuando el bueno de Mr. M mueva los hilos para frenar a su odiada Tracy. A la que odia, entre otras cosas, porque teme tentarse con ella, como le ocurrió a un colega. Imponer a dedo a un "candidato de la oposición" (que es un imbécil redomado, además) y practicar el fraude en el acto eleccionario son sólo dos de los recursos a los que apelará el intachable profe. Mientras tanto, la oveja negra del cole, una chica que además de lesbiana es anarquista, intentará hacer estallar todo por los aires. Pero no por convicción política, sino por simple despecho amoroso.

  Como ocurría ya en Citizen Ruth, donde el realizador disparaba dardos a diestra y siniestra, el nihilismo más radical vuelve a teñir La elección. Pero sin perder un gramo de humor, dinámica e inventiva visual, porque lo de Payne es la comedia. Negra y destructiva, pero comedia al fin.

 

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