Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


"Garabarito", una comedia musical para pequeñuelos

El espectáculo que dirige Manuel González Gil aborda las dificultades de la infancia con ojos de niño, en una puesta sobria y sin sobreactuaciones.


Por Inés Tenewicki
t.gif (862 bytes) 
El género de la comedia musical suele ser un camino demasiado frecuentado en el universo del espectáculo infantil. A veces, inclusive, es un atajo que no conduce a ningún lado más que a la euforia rápida o a la atención efímera. Una fórmula repetida que promete un entretenimiento seguro así esté protagonizada por bananas gigantes, héroes sobre hielo o bonitas animadoras de TV. El caso de Garabarito es diferente. Lo que esta obra exhibe del género musical no es un conjunto de recursos con fines recreativos o una receta formal que garantiza una animación instantánea, sino una estructura coherente en la que todos los elementos confluyen al relato de una historia simple, pero al mismo tiempo compleja en su esquema narrativo. Música, sonidos, texto, movimientos, coreografía, personajes, forman parte de una composición armónica. Tal es el lenguaje elegido para este espectáculo en el que se cruzan voces múltiples y distintos tiempos y espacios de la narración.

  El relato, sin embargo, tiene dificultades, que consisten sobre todo en algunos cuadros inconexos y algunas desarticulaciones: en ciertas zonas de la primera parte algunos cortes abruptos del hilo narrativo quiebran la secuencia de acontecimientos entre las diferentes escenas y por lo tanto perjudican, por breves momentos, el seguimiento por parte del público. 

Este Garabarito, reposición de una versión que González Gil dirigió hace casi veinte años al frente del grupo Catarsis, cuenta la historia de Julián, un niño que acaba de mudarse y estrena plaza, barrio y amigos. La obra dirigida por Nani Ardaz trata temáticas absolutamente ligadas al mundo de los chicos de todas las edades: la amistad, la pertenencia grupal, la iniciación amorosa, los vínculos, la elección de los afectos, e intenta abordarlas --no siempre con el mismo éxito-- desde una perspectiva exclusivamente infantil.

  Julián imita al resto de los chicos del barrio y traba una estrecha relación con un personaje imaginario, Garabarito, en un diálogo interno que lo ayuda a construir no sólo amistades menos ideales y más verdaderas, sino también una imagen más sólida y segura de sí mismo. A través de ese continuo intercambio fantasioso, el protagonista se va dando a conocer en sus distintas facetas: con sus papás, con su novia, con su hermana, en una sucesión de escenas en que todos los personajes cambian de rol y se transforman en otros. La propuesta de armar un personaje a partir de describir sus relaciones con los demás se parece a la de resolver un rompecabezas. Las piezas están a la vista y la obra parece asegurar que también en eso consiste la amistad: ir revelando partes de uno mismo, como una forma de componer el propio personaje ante los ojos de los demás, a medida que se trasciende la soledad y se gana confianza en el entorno. Este pasaje sin interrupción de diferentes escenas de la vida de un niño le da al espectáculo un dinamismo muy destacable, con un ritmo sostenido que permite concentrar la atención de chicos desde los dos o tres años.

  La adhesión de los pequeños espectadores es muy evidente. Muchos de ellos se imbrican entusiastas en la acción e intervienen con frescura en los diálogos de los personajes. En este punto se destaca el protagonista, que logra manejar estas intervenciones imprevistas del público insertándolas con naturalidad en el libreto. Son muy interesantes las escenas en que el juego, la travesura y la complicidad con el amigo o amiga consiguen cambiar el rostro de una ciudad muy ajetreada, o dibujarle una sonrisa a una pareja demasiado seria. Sorprende el trabajo de Martín Bianchedi a cargo de la música, que parece decisivo en esta lograda articulación entre la música, los sonidos y el texto.

  Quizás la sobriedad de la escenografía, basada en un banco de plaza y dos árboles de utilería, sea excesiva. Cierta apagada sencillez del vestuario, que remite a una época anterior a la actual, tampoco colabora con una estética que resulte acorde con la musicalidad del resto de los elementos. Cuando Julián se despide de Garabarito --"un garabato chiquitito", había definido su hermana menor-- y se va a jugar con sus amigos de carne y hueso, ya elaboró la situación y está preparado para vivir en el mundo real. Como diría una maestra jardinera, ya está "adaptado" al nuevo grupo y puede separarse, momentáneamente y hasta nuevo aviso, de este amigo invisible que simbolizó, en un tramo conflictivo de la vida, a su niño interno, a su mundo fantástico, a su infancia más tierna. 

 

Tres opciones recomendadas

  Gira que gira, recital a cargo del grupo Sonsonando, que mañana inaugura el ciclo de música infantil organizado por el Momusi (Movimiento de Música para Niños), los domingos a las 11 en la Sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551. El domingo 19, el grupo Los Musiqueros (gratis).

  El Molinete, de Carlos Martínez, por el Taller de Títeres Triángulo. En la sala Liberarte, Corrientes 1555, los sábados a las 15.30. Del mismo grupo, Historias del espejo, también en Liberarte, los domingos a las 16.30.

  Los deportes de la risa, espectáculo de mimo de Jorge López. Los sábados a las 18 en el Centro Cultural Adán Buenosayres, Av. Asamblea 1200. A la gorra.

 

PRINCIPAL