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De cara al espejo a cien días de gobierno

Moyano, Cavallo y Ruckauf o las múltiples caras del peronismo. El Mercosur, las internas del oficialismo y la imprudencia de la oposición. Un gabinete florentino, con más silencio que palabras.

Hugo Moyano encontró su lugar en el mundo, la oposición, empujado por el propio gobierno.
Domingo Cavallo, de la mano de numerosos funcionarios menemistas, confronta con Ibarra.


Opinion
Por Mario Wainfeld

  Hugo Moyano irrumpe como líder de la protesta social. Fornido, frontal, plebeyo, valiéndose de la tosca y eficaz ironía de los laburantes criollos, está de punta contra el Gobierno. Es una de las caras del peronismo opositor.
  Domingo Cavallo, fornido, frontal, soberbio, incansable, incontinente verbal, haciendo un esfuerzo denodado por no parecer autoritario (a veces le sale) es vanguardia del justicialismo porteño realmente existente. Junto a una miríada de ex funcionarios de primer nivel del menemismo �dos ex ministros de Trabajo, Enrique Rodríguez y Armando Caro Figueroa, uno del Interior, Gustavo Beliz, y un ex viceministro del Interior, Alberto Iribarne� es otra cara del peronismo opositor.
  Carlos Ruckauf sigue haciendo de las suyas. Se prende como una lapa al presidente Fernando de la Rúa cuando cuadra pero demarca cada vez más su terreno. Condimenta su sonriente gestualidad democrática con adustos signos de diferenciación creciente referidos a la seguridad y al Mercosur. Es otra cara (podría decirse, dado su modo de ser, que son dos caras) más del peronismo opositor.
Aunque esas caras no agotan el inventario polifacético del peronismo sí son las más visibles, las que priman en la interna de extramuros y pulsean con intenciones variadas, con fuerza dispar, con disímiles tácticas contra el gobierno nacional.
No lo han desplazado de la escena, están aún a su zaga, uno de ellos (Cavallo) tiene muchas más posibilidades de perder las elecciones porteñas que de ganarlas. Pero, a cien días de gestión de Fernando de la Rúa, han recuperado terreno y protagonismo y le sacan ronchas a la Alianza que se mira al espejo y ve algo diferente a un gobierno rubio, alto y de ojos azules: a un gobierno que debe enfrentar a challengers que van recomponiendo sus posiciones pero, más que a nada, a sus propios límites para trascender la primera etapa de su gestión.

Mercosur, paredón y después

El desafío de Cavallo �las elecciones porteñas� es cercano, a cara o ceca, con fecha cierta. Para la Alianza sería grave perderlas, para el Frepaso sería letal. Es una jugada de alto riesgo pero el oficialismo ha puesto toda su carne en el asador, la mejor fórmula posible y va en punta. El reto que propone Ruckauf tiene plazos y riesgos más difusos, que no menos graves. El gobernador bonaerense �que monta su política de seguridad en el temor y las reacciones primarias de los ciudadanos� ha decidido extender ese �modus operandi� a sus propuestas económicas. Y ha acuñado un discurso sobre el Mercosur efectista, sencillo, de un nacionalismo banal... seductor, en suma: doblar la apuesta del proteccionismo de algunos estados brasileños, tensar al máximo la cuerda del mercado común. Su jugada de dejar sin efecto a dedo una irrisoria licitación (400.000 dólares en juego) excluyendo a su ganador taiwanés para favorecer a un segundo argentino es una prueba de su astucia mediática y de su versátil interpretación de la legalidad.
�Juega a desestabilizar, tiene un acuerdo con sectores exportadores que impulsan la devaluación�, interpreta un allegado muy cercano a Chacho Alvarez. Una fuente próxima a Federico Storani opina parecido, añadiendo un análisis inquietante: las críticas de Ruckauf sobre la indecisión gubernamental aran sobre tierra fértil. El oficialismo está dividido en dos líneas claramente diferenciadas, la de Economía y la de Cancillería. Para Storani tanto como para Alvarez, aseguran sus allegados, la razonable postura discursiva y política de Economía, representada en especial por Débora Giorgi, choca asiduamente con los titubeos del canciller Adalberto Rodríguez Giavarini y su segundo Horacio Chighizola. La Unión Industrial Argentina ha disparado en estos días munición gruesa contra Chighizola.Por cierto, sus diatribas no son más fuertes que las que pueden escucharse apoyando el oído en el suelo de la Rosada.
De la Rúa no ha dado signos patentes de intervenir en la polémica pero en estos días, se ilusionan algunos funcionarios, tuvo más de una reunión con Beatriz Nofal, una economista radical de su confianza que sin duda habrá deslizado en sus oídos argumentos mucho más cercanos a los de las huestes de Machinea que a las del canciller.
Un canciller que �según describen algunos de sus correligionarios� se embelesa demasiado con el protocolo, se esmera en cuidar la caja chica de su ministerio sin que le quede energía remanente para la defensa de un issue esencial de gobierno.
Capitalizando sus dudas, prospera un gobernador que hace cualquier movida en pro de consolidar su perfil populista de derecha, basado en el límite inferior del sentido común, en el inmediatista temor a la violencia urbana o a la carestía.
En tamañas manos pende una política de Estado que viene de arrastre de dos gobiernos y que debería perdurar durante muchos otros.

Brasil y Azopardo (Part II)

Entornado por lo que queda de Saúl Ubaldini y por la tan maciza como ubicua presencia de José Rodríguez, Moyano asumió la representación de la nueva versión de la CGT Brasil. Quedó en el lugar que mejor le calza: frente al Gobierno. La CGT Azopardo (Part II) que conduce Rodolfo Daer también buscó su querencia favorita, al solcito del oficialismo de turno.
Habrá que ver si ese escenario conviene al Gobierno, lo innegable es que lo generó. Más allá de algún chisporroteo verbal, surgido sobre todo desde las filas del Frepaso, la línea gubernamental desde el vamos fue asegurar ciertas salvaguardas al sector más impresentable del movimiento obrero. El primer gesto de paz fue preservar para la CGT las dos sillas del directorio del PAMI que ocupan Domingo Petrecca y Reynaldo Hermoso, dos hombres de Luis Barrionuevo. La interventora Cecilia Felgueras suele explicar esa medida en términos de gobernabilidad del PAMI. Según ella, no quiso enfrentar a la conducción sindical cuando desembarcó en la megaobra social. Le sugirió a Daer un cambio de nombres, recibió una negativa y optó por no confrontar a fondo en pleno (según sus propias palabras) �desembarco en Vietnam�. Y asegura que tomó esa decisión sola. Una altísima fuente del gobierno nacional tiene otra lectura: �Cecilia se ve por lo menos tres veces por semana con De la Rúa y habla de todo con él. Jamás haría algo tan grosso sin tener su aprobación�.
La segunda mano tendida por el Gobierno a los muchachos azopardistas fue pactar con ellos la reforma laboral.

La foto no querida

�(Fernando) de la Rúa quería la foto de José María Aznar: junto a los sindicatos y a los empresarios de su país, todos firmando una concertación. Pero sólo logró salir con Daer y los empresarios más poderosos. El Presidente confrontó con la CGT buscando negociar desde una posición ventajosa, prácticamente la tenía derrotada y entonces �sin desautorizar a Flamarique� buscó al Coti Nosiglia para tirar puentes y acordó con �los gordos� propiciando la fractura. Esa foto nos va a costar caro porque se da de patadas con la imagen que queremos transmitir a la sociedad�, explica uno de los principales protagonistas del Gobierno.
Otros piensan bien distinto. Tanto en Trabajo como en Economía sopesan la reforma midiendo su impacto en el exterior. Medida desde ese prisma, según ellos, es un exitazo pues incrementó la credibilidad argentina, su voluntad de �hacer los deberes�.
También divergen las lecturas sobre la incidencia que tiene en el gobierno Enrique Nosiglia y en cómo evaluarla. Frente a un micrófono nohay quien la reconozca, pero en la intimidad del off the record se asume que el ex ministro del Interior dialoga habitualmente con De la Rúa quien decidió buena parte de la política laboral oyendo sus consejos y aún su lectura de la política nacional, una peculiar construcción de pactos de no agresión. Para algunos empinados miembros del Frepaso, entre los cuales no revista Flamarique, eso es un problema.
Para un importante operador delarruista apenas �una realidad�, cuando no una necesidad. Al fin y al cabo, un gobierno debe dialogar con todo el mundo y Flamarique ha roto todo contacto con el MTA. Nosiglia sigue teniendo una excelente relación con sus líderes, tan consistente como la que lo liga a Luis Barrionuevo. �¿A que no sabe a quién llamó Juan Manuel Palacios desde el propio congreso de Ferro para contarle qué estaba pasando?�, se precia un radical nosiglista de pura cepa. Es fácil adivinar.

El silencio no es salud

�Las reuniones de gabinete �describe uno de sus integrantes� son como diálogos florentinos, se habla de a uno por vez sin interrupciones, las cosas se sugieren, no hay discusiones en voz alta.�
�¿Y en voz baja? �inquiere Página/12.
�Tampoco, tampoco. Por ahora�, augura (o se ilusiona) el ministro.
Sin embargo, muchas internas y discusiones atraviesan al Gobierno, amén de las ya reseñadas. Entre ellas las críticas de varios miembros del gabinete a la gestión de Héctor Lombardo, Graciela Fernández Meijide y Nicolás Gallo que viene entreverada con el reclamo de más presencia del Estado a la hora de paliar las llagas del modelo. Pero poco o nada se dice en voz alta o baja. Obsesionado en diferenciarse en estilo y modales del menemismo, el Presidente ha impuesto códigos de silencio a sus funcionarios, con probado éxito. A esta altura cabría preguntarse si ese silencio es apenas prueba de cortesía o trasunta falta de ideas, de decisión, de iniciativa de una administración que ha sido un lujo a la hora de instalar su imagen y más que consistente a la de �hacer los deberes� impuestos por la cartilla macroeconómica. Pero que, cuando mira su imagen en el espejo a cien días de llegar, ve �si es que mira bien� que empieza a notársele más lo que le falta que lo que ya tiene.

 

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