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Si bien la desaparición de la
oficina Córdoba forma parte de la desafectación de 1200 agentes de la
SIDE, algunos de los que se desempeñaban en la delegación local fueron
enviados de vuelta a la Capital Federal mientras que otros fueron
directamente despedidos. El gobierno provincial fue notificado
expresamente de la novedad en los últimos días; un funcionario cercano a
José Manuel de la Sota reveló el agrado del gobernador por la noticia,
ya que se sabían "permanentemente escuchados" por los espías
de la SIDE. De la Sota ya había sido objeto directo del espionaje ilegal
cuando la Justicia federal descubrió que un par de agentes del Ejército
seguían de cerca sus pasos durante la campaña electoral.
Aquel episodio --que llegó a rozar a Jorge Miná, ex jefe de
Inteligencia del Ejército, y que terminó en una causa penal que aún
tramitan la jueza Cristina Garzón de Lascano y la fiscal Graciela López
de Filoñuk-- fue el primero de una serie de incidentes graves que
terminaron decidiendo el final, al menos formal, de las estructuras de
Inteligencia en la provincia.
Más tarde, López de Filoñuk
promovería acción penal contra Horacio French, el titular de la SIDE
cordobesa, después de descubrir que era propietario --a través de
testaferros-- de una agencia de seguridad privada, Mediterránea SRL.
Pero, ya antes, French no la estaba pasando bien: Hugo Anzorreguy lo había
desplazado de su cargo por permitir que la jueza Garzón de Lascano
allanara las oficinas de la SIDE. Cuando se presentó a declarar en la
causa, French se amparó en el "secreto profesional",
argumentando que aún pertenece a las filas del organismo de Inteligencia.
Las agencias de seguridad en Córdoba no son tantas ni tan independientes
entre sí. Uno de estos negocios, MBM, estuvo bajo la mira desde que se
supo que sus directores eran un tal Malberti, Maldonado (colaborador
directo del ex titular del Tercer Cuerpo, Juan Manuel Llavar) y Néstor
Baudano, uno de los militares imputados por espionaje ilegal que trabajaba
para José Guillamondegui, ex jefe de la CRI.
Pero no para todo eran una
familia unida. De hecho, los agentes de la SIDE se cobraron viejos
rencores cuando no informaron a sus parientes del Tercer Cuerpo que la
Justicia federal había pedido las intervenciones legales de sus teléfonos
para investigar el espionaje ilegal que ya sospechaban, y cumplieron con
esas órdenes. Facturas más o menos, hoy se encuentran unidos por la
misma desgracia.
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