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La industria en su propio laberinto


 

La industria vive la crisis del Mercosur como una amenaza a su subsistencia. Pide compensaciones, sin una visión integradora. 

 

La discusión del régimen automotor llega en un momento clave


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El 84 por ciento del mercado argentino de lavarropas automáticos está en manos extranjeras. En heladeras, la proporción se acerca al 50 por ciento. Los autopartistas temen seguir perdiendo terreno. Para peor, tras la crisis del real en Brasil, el mercado del país vecino dejó de ser alternativa para la colocación de la producción local. En ese marco, coinciden los líderes empresarios, las más afectadas son las pequeñas y medianas empresas, sin posibilidad de jugar en varios mercados a la vez como las grandes, ni cuentan con similares facilidades para mudarse.

  Javier Tizado, directivo de Techint y a la vez presidente del Centro de Industriales Siderúrgicos, trazó ayer un cuadro de situación en el mismo sentido, sumándose a las voces que reclaman "medidas compensatorias" para la industria que contrapesen las desventajas provocadas por la devaluación y los subsidios en Brasil.

  Desde la Unión Industrial Argentina, en tanto, se observa que el defecto se encuentra en la falta de coordinación de políticas macroeconómicas entre los países socios del Mercosur. "La devaluación de enero de 1999 dejó al desnudo falencias de instrumentación", comentó Osvaldo Rial, titular de la UIA, "que si en ese momento no hubieran existido estaríamos hoy avanzando en una integración mucho más armónica y efectiva, porque habría permitido tomar medidas transitorias de compensación".

  La Cámara Argentina de Comercio, en cambio, se pronunció en forma diametralmente opuesta a los sectores industriales. Mientras estos reclaman que Argentina adopte medidas que equiparen la ayuda brasileña a sus empresas, la CAC pide que Brasil imite a la Argentina, removiendo toda política de apoyo a sus industrias. "Las asimetrías con Brasil deben ser superadas mediante una profundización del libre cambio y un perfeccionamiento de la unión aduanera del Mercosur", pontificó la CAC, para la cual "la protección de algunos implica la desprotección de muchos".

  Pero aun frente a las consecuencias de la crisis, el sector industrial argentino sigue viendo al acuerdo regional como un terreno de disputas en el cual lo que está pendiente de definición es la designación del árbitro y las reglas de juego. La visión integradora para ejercer una postura conjunta más agresiva hacia el resto del mundo sigue ausente.

  El sector manufacturero está viviendo la competencia con Brasil como una amenaza latente, porque al tiempo que los estados locales tientan a las empresas a radicarse allí y atender desde ese país el mercado regional, los subsidios ofrecidos y el recorte de costos en dólares por la devaluación descolocó a los productores argentinos. "La devaluación del real más los subsidios constituyen una mezcla letal", definió Tizado. "Se ha configurado una situación de competencia totalmente desleal --explicó--, puesto que este es un partido que se juega en una cancha inclinada hacia nuestro arco, pese a que existe normativa internacional para evitar las consecuencias que estamos sufriendo".

  Desde la vereda de enfrente, los industriales brasileños resumen la causa de las divergencias en la recesión interna de su país. "Como Brasil volvió a crecer en enero y febrero, el Mercosur puede esperar un año más positivo que el anterior", afirmó Luiz Furlán, vicepresidente de la Federación de Industrias del Estado de San Pablo.

  A diferencia de lo que sucede en Argentina, el gobierno federal de Brasil alienta a sus empresas exportadoras mediante apoyo directo del Banco Nacional de Desarrollo, que se suman a los subsidios otorgados por los gobiernos locales. Aunque no son nuevos, estos elementos no eran vistos con igual grado de preocupación cuando el mercado brasileño actuaba como una aspiradora de la oferta argentina, pero esa corriente de succión se cortó tras la devaluación de enero de 1999. Tampoco existe en Argentina el grado de armonía que prevalece entre el empresariado y las autoridades brasileñas. 

 

NEGOCIAN EL REGIMEN AUTOMOTOR
Autopartistas, de a pie

Con el plazo autoimpuesto del 30 de abril para cerrar un acuerdo, los gobiernos de Argentina y Brasil mantendrán a partir de mañana una nueva ronda de negociaciones por el régimen automotor. La discusión de un tema clave para ambos países se produce en momentos en que el bloque regional atraviesa una crisis severa. Sin embargo, las partes se manifestaron confiadas en que habrá fumata blanca en esta oportunidad. Menos entusiastas son los industriales y trabajadores de la industria metalmecánica argentina, quienes ratificaron ayer que marcharán juntos al lugar donde se reunirán los funcionarios para protestar por los términos en que se alcanzaría el convenio.

  La manifestación de industriales y operarios metalúrgicos será la segunda en los últimos tiempos. La anterior ocurrió en julio del '99.  "Todos están preocupados por las industrias que se van a Brasil, todos hablan de fomentar a las pymes y generar empleo, pero el régimen automotor que pretenden firmar con Brasil va a aumentar la desocupación", afirmó el presidente de la Asociación de la Industria Metalúrgica, Juan Carlos Lascurain.

  La protesta de ese sector es porque el nuevo régimen establecería un arancel de sólo el 2 por ciento para la importación de piezas de extrazona, contra el 35 para las compras de vehículos. La negociación entre Argentina y Brasil se ha encaminado y los puntos por resolver serían superados esta semana. Así lo indicó José Luis Machinea, quien señaló que "esperamos terminar la discusión por el régimen automotriz" en el encuentro que sostendrán a partir de mañana funcionarios de ambos países.

  Para alcanzar el acuerdo, Brasil aceptaría prorrogar en otros cinco años la entrada en vigencia del intercambio comercial con arancel cero. Su postura anterior era acortar ese plazo a cuatro años, mientras la Argentina pedía siete. También se acordaría que los vehículos contengan el 30 por ciento de autopartes fabricadas en cada país, como reclamaba Argentina. En cambio, la mayor diferencia está en que Brasil exige que se permita un desequilibrio comercial en el intercambio de vehículos del 8 por ciento, mientras Argentina quiere limitarlo al 2 por ciento. Por sobre esos límites, los importadores deberían pagar un arancel que se irá incrementando hasta alcanzar el 16 por ciento.

 

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