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"Al finalizar mi visita a
Bangladesh, India y Pakistán, tengo la intención de ir a Suiza para
encontrarme con el presidente Assad", anunció Bill Clinton a la
prensa internacional, al tiempo que aseguraba no querer levantar
demasiadas expectativas, recalcando que "vamos a esperar para ver qué
sale de estas discusiones". La reunión de Clinton con Assad en
Ginebra sustituye a una cumbre tripartita que la Casa Blanca había
planeado en un principio celebrar en la misma localidad suiza y a la que
iban a asistir el primer ministro israelí Ehud Barak, el presidente Hafez
El Assad y el mismo presidente norteamericano, pero que finalmente quedó
desestimada por consejo del Departamento de Estado, a la vista de las
dificultades planteadas por los representantes de Siria e Israel.
Ante el fracaso de la celebración
de la cumbre tripartita, la Casa Blanca ha venido trabajando en un
proyecto mucho más modesto: una reunión cara a cara entre Assad y
Clinton, pero a la que en todo caso el Departamento de Estado
norteamericano no quería ir a ciegas, por lo cual, al tiempo que ultimaba
los detalles del encuentro en Ginebra, se ha venido negociando con sirios
e israelíes sobre la reanudación de las conversaciones interrumpidas en
enero, cuyo anuncio se espera que se haga oficial el domingo al finalizar
el encuentro.
El proceso que ha permitido
llegar a este punto ha sido complicado y tortuoso, ya que el régimen de
Damasco reclamaba como condición para sentarse en la mesa de
negociaciones el compromiso previo por parte del gobierno de Ehud Barak a
retirarse de las alturas del Golán y replegar su ejército hasta las
fronteras de 1967, en la misma orilla del lago Tiberiades, a lo que los
israelíes se negaban, asegurando que en todo caso este acuerdo sería el
fruto definitivo de un proceso de negociación y no una condición previa.
"El final de las películas es el 'The End' y no su principio",
había explicado gráficamente Shimon Peres, el ministro de Cooperación
Internacional, a un diplomático occidental. La noticia de la cumbre Assad-Clinton fue recibida favorablemente ayer por el gobierno israelí, según se desprende de un comunicado oficial emitido por el Consejo de Ministros, al tiempo que reiteraba su decisión de "pagar un precio por la paz y la seguridad", una fórmula habitualmente utilizada en los últimos meses por el gobierno de Barak para dar a entender que están dispuestos a retirarse de los alturas del Golán, devolviéndolas a Siria. POR
CULPA DE PAKISTAN E INDIA
Era
un día de paso y se convirtió en un mal presagio. El presidente de
Estados Unidos, Bill Clinton, inició ayer su visita al subcontinente
indio viajando desde Nueva
Delhi, donde llegó el domingo, hasta la capital de Bangladesh, Dhaka. Allí
lo esperaba el mal tiempo. Primero su servicio secreto cancelaba por
problemas de seguridad el destino principal del día, un pueblito de
granjeros en el norte del país; luego la fiscalía de Pakistán anunciaba
oficialmente que pedirá la pena de muerte para el ex primer ministro
Nawaz Sharif; y el gobierno de la India confirmaba públicamente por
primera vez que no sólo tiene la capacidad para construir bombas
nucleares, sino que está preparado para lanzarlas. Pakistán ayudó a importunar la jornada. La fiscalía paquistaní que dirige la acusación contra el ex primer ministro Nawaz Sharif y seis miembros de su gobierno por terrorismo, secuestro e intento de asesinato del actual gobernante, el general Pervez Musharraf, anunció oficialmente que pedirá la pena de muerte contra todos sus acusados. Clinton visitará Pakistán el próximo día 25 y, justamente, una de las peticiones que hará al general, en el poder desde el golpe militar de octubre del año pasado, es que no aplique la pena capital contra Sharif y los acusados aunque el tribunal los declare culpables.
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