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Mientras dudaba sobre la
conveniencia de algún día mudarse a Londres, Allen, movilizado por el
nacimiento, compró una elegante casa victoriana en Madison y la 92 Este,
en el exclusivo barrio de Carnegie Hill. No sabía que estaba por meterse
en un problema que, como de costumbre con los suyos, se transformaría en
una obsesión, y llegaría al celuloide.
Menos asociado con su obra que
Manhattan, el del famoso teatro Carnegie Hall no es un barrio ajeno al
temperamento de Allen. De hecho, allí rodó películas como el brillante
musical
Allen dice que no fue egoísmo
de propietario lo que lo llevó a liderar una campaña de vecinos en
contra del futuro edificio, para desesperación de los constructores, que
ni soñaban con toparse con un adversario de tamaña fama. Por un lado,
rodó con la historia un cortometraje de 2 minutos y 53 segundos, hizo una
edición limitada de 12 copias en video, y se la entregó, a modo de
denuncia, a la Landmarks Preservation Commision, una organización que se
preocupa por mantener el paisaje urbano y la estética de la ciudad, y
especialmente de barrios históricos como Carnegie Hill. En el corto, que
muestra a Allen frente al banco, usando una voz crítica al estilo Días
de radio y con banda sonora de Rodgers & Hart como fondo, puede escuchárselo
diciendo: "No estoy en contra de estos empresarios. Sólo creo que
eligieron la calle equivocada para construir un edificio de 17 pisos. No
creo que el Citibank sea un tesoro y ni siquiera que sea digno de mirar:
si dicen que quieren construir un edificio de 10 pisos sobre él, está
bien. Pero 17 --y son brutales 17, porque algunos son departamentos de dos
pisos-- sería terrible para el barrio".
Allen no es la única
celebridad en campaña para detener el proyecto. Vecinos V.I.P. como
Howard Stringer (vocero de la Sony Corporation en Estados Unidos), Blythe
Danner, madre de Gwyneth Paltrow, Joanne Woodward, Paul Newman, Kevin
Kline, Bette Midler y otros fueron convocados por Allen y se unieron a la
causa de la comisión preservadora. El corto es el primer trabajo fílmico
que Allen rueda por una "causa", como él mismo se encarga de
recordar. Y es que "siempre demostré afecto por la ciudad en mis películas.
Ya en Manhattan esribí una escena donde me quejaba por algo similar.
Quiero decir, me importa tanto que hasta lo puse en un guión. No hago
esto sólo porque el edificio me va a tapar el sol en el patio de atrás.
Es más: sabía que existía el proyecto antes de mudarme ahí, y eso no
me detuvo. No creo que el edificio afecte demasiado a mi casa, de verdad.
Mi interés personal, que existe, está relacionado con mi vida
profesional: me preocupa hacer películas en una ciudad que está
perdiendo su urbanismo, que se vuelve fea. Temo que ya no valga la pena
capturarla en un film. Me gusta la Nueva York más vieja, más
encantadora, más humana".
El arquitecto, claro, no está
de acuerdo. A pesar de que vive a dos cuadras del proyectado
Los que llevan adelante el
proyecto aseguran que la altura del nuevo edificio será perfectamente
legal para esa zona (que es de casas bajas por ordenanza municipal) y que
a la sucursal del banco, que tiene una fachada de ladrillos a la vista, se
le agregarán detalles similares a los de los departamentos, para mantener
la estética. Pero ninguna de las razones de los empresarios le preocupan
a Allen o a los otros vecinos famosos, que están seguros de que la
construcción es un despropósito que arruinará el barrio. "No hace
falta un genio arquitectónico para darse cuenta de que esta cosa gigante
será horrenda", subraya Allen. "Estoy seguro de que uno puede
parar a cualquier taxista el día después de que lo terminen y que éste
dirá 'es triste, es una cosa monstruosa que parece meterse en el cielo,
no pertenece a este lugar'. Alguien tiene que ocuparse de la ciudad, es lo
correcto, y si tengo que hacerlo yo, ¿qué remedio?".
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