Por Diego Fischerman
Las
preguntas son: ¿Bach sabía que era un genio? ¿Alguna vez pensó que lo
suyo se trataba de otra cosa que de ser el puntual oficinista de la
música que de hecho fue durante toda su vida? ¿En algún momento ese
compositor provinciano, alejado de los grandes centros culturales de la
época (Venecia, Nápoles, Dresde, Londres, Postdam) se atrevió a
fantasear acerca de cuál podría haber sido su destino de haber nacido en
otra parte? Johann Sebastian Bach, ya ciego, con diez hijos y unas 2000
obras en su haber, ¿fue capaz de pensar en lo que le depararía la
historia de la música, en una época en la que la historia de la música
todavía no se había inventado?
Las preguntas, por supuesto, no tienen respuesta. Y no importa. El mundo
cambió definitivamente, la idea del arte se encumbró y se derrumbó, la
figura del artista se construyó y se cayó abajo, y ya poco puede
interesar qué es lo que Bach pensaba de sí mismo en un momento en que
ninguna de las categorías actuales acerca de la valoración del arte
estaban vigentes. Ayer se cumplieron 215 años de su nacimiento y el
próximo 28 de julio habrá transcurrido un cuarto de milenio desde su
muerte. Y sin embargo, Bach sigue siendo el dios y custodio de la
tradición musical de Occidente. De hecho, Bach es hoy el símbolo más
acabado de la música absoluta, aunque sus obras sean misas, cantatas en
las que les hablaba a los fieles de los temas religiosos de cada domingo,
piezas didácticas y composiciones de entretenimiento para príncipes y
nobles. Por eso es que la deslumbrante integral de sus cantatas que está
dirigiendo el holandés Ton Koopman y de la que acaba de editarse el
noveno volumen tiene un valor musical que va mucho más allá (o más
acá) del escueto fin para el que estas obras fueron escritas.
Esta edición completa (de la que ya van 37 CDs publicados, agrupados en 9
cajitas, y que se completará con el volumen 20) es la primera que no
sigue el número de catálogo (que obedece sobre todo a similitudes en las
instrumentaciones) si no lo que se sabe sobre sus fechas de composición.
Los primeros 3 volúmenes cubrieron las cantatas sagradas y profanas del
período de Arnstadt, Mühlhausen, Weimar y Köthen (1706-1723). Los
volúmenes 4 y 5, las cantatas profanas de Leipzig (1723-1750), entre
ellas las famosas �del café� y �Nupcial�. Desde el volumen 6
hasta el 20, la colección cubre las cantatas religiosas de ese mismo
período, cuando Bach fue maestro de capilla de Santo Tomás y componía
una cantata para cada domingo.
Las cantatas agrupadas en esta novena entrega de la integral tienen la
característica de estar escritas para medios particularmente ricos:
oboes, trompeta y fagot para la BWV (Bach Werke Versainig, o sea el
catálogo de obras de Bach) 48 �una de las más hermosas de todas las
que compuso�, BWV 70 y BWV 66, oboes d�amore (oboes graves más tarde
caídos en desuso) en la BWV 154, 138, 37 y 86, dos flautas traveseras en
la BWV 173a, oboes da caccia en la BWV 166. La variedad de texturas es
asombrosa y la detallista dirección de Koopman, al frente de un grupo de
instrumentistas excelentes, un coro magnífico y muy buenos solistas �entre
ellos el tenor Christoph Prégardien y el bajo Klaus Mertens�, logra que
estas 12 cantatas brillen con luz propia. La excepcional calidad y
realismo de la grabación es un atractivo más.
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