Por Cecilia Bembibre
Camila
Bayly tiene tres años. Hace poco le preguntaron en el colegio cuál era
la profesión de su padre. �Es famoso�, respondió, y él está
convencido de que eso lo resume todo. Pero la fama de Jaime Bayly no es
sencilla. La suya es una celebridad adquirida con un premio de la noche a
la mañana. En el proceso de ser famoso, Bayly, que se presenta a la
entrevista con Página/12 con media manzana en la mano y pide con voz
infinitamente amable un jugo de naranja, dio vuelta el elegante traje de
la alta sociedad limeña y mostró todo. Y lo peor, lo hizo en primera
persona. Pero las cosas son aún más complejas: mientras tanto, y en un
ejercicio voluntario de esquizofrenia, se hizo famoso también como un
joven gentil y cholulo que cada noche recibía a otras personalidades en
su programa de entrevistas desde Miami. A la Argentina, los libros de
Bayly llegaron puntualmente, las ediciones de su programa sólo a veces, y
la película sobre la primera novela, No se lo digas a nadie, nunca se
estrenó. Moderado por definición propia, pero siempre famoso, Bayly
reaparece con �El show de Jaime Bayly�, su nuevo ciclo televisivo, que
aquí estrenará Canal á el 2 de abril a las 21. �Es un nuevo estilo,
un programa un poco más juguetón, travieso, irreverente. No es
estrictamente de entrevistas, las incluye, pero presenta además rutinas
de humor, números extravagantes... soy el presentador y el productor del
programa y tengo un gran equipo. Es una especie de late show a la manera
norteamericana, claro que con un presupuesto tercermundista�, describe.
�Hay géneros televisivos norteamericanos que son difíciles de adaptar,
como las sitcom. ¿Se encontró con esta dificultad en este nuevo ciclo?
�Sí. Por eso creo que es bien importante no copiar, no imitar a nadie.
Estamos tratando de que este programa sea un reflejo más o menos fiel de
mi personalidad. El humor cuando es forzado no es gracioso. En el primer
programa los invitados son dos gemelas peruanas conejitas de Playboy, un
clarividente argentino, una travesti cubana, un vendedor de hierbas
afrodisíacas... no sé si es delirante o qué, pero creo que ha salido
bastante divertido. Me han dicho que si sale bien me dan dos horas: lo
terrible es que compito con Don Francisco (N. de R.: el equivalente
mexicano a Mateyko, y el personaje televisivo que Bayly ha señalado en el
pasado como aquel en quien nunca querría convertirse). Yo siempre dije
que no quiero ser como Don Francisco, y ahora todo apunta a que voy camino
de.
�¿Cree que será cuestión de retirarse a tiempo?
�O de tomárselo con calma, engordar, comprarse un yate y no tener
remordimientos...
�La industria televisiva en Miami genera productos con una identidad �latinoamericana�
tan eficaz como artificial. ¿Cómo es su experiencia con un programa de
habla hispana cuyo público es toda América latina?
�Bueno, es cierto que a veces es algo artificial, pero también he
percibido que hay productos muy artificiales hechos en México DF o en
Caracas o en Lima o en Buenos Aires. No es la ubicación geográfica la
que determina que el producto sea bueno o malo. Se puede hacer un muy buen
programa de televisión en Miami: depende de quién esté definiendo el
contenido y el espíritu. Yo soy, aparte, un defensor de Miami. Sé que
tiene mala fama en Latinoamérica, porque la vemos como una ciudad sin
historia, sin cultura, y es frivolona y la gente va de shopping. Pero
conmigo siempre ha sido amable.
�¿Cuál cree que fue su idea más radical en televisión?
�He hecho algunas cosas arriesgadas en televisión. Por ejemplo, en mi
país, más de una vez me han preguntado por algunas experiencias
turbulentas de mi vida personal, y yo he tratado siempre de contestar con
bastante franqueza y hasta con un cierto atrevimiento. A veces también he
hecho algunas preguntas subidas de tono. Pero hay que arriesgar, creo que
el público lo aprecia aunque a veces transgredas el límite. A mi aún me
fascina el riesgo
�¿Se ha moderado?
�Mucho, mucho. Me he moderado y me he purificado, ahora soy un chico muy
sano y llevo una vida muy ejemplar, como verás: frutas, zumos de naranja,
no fumo, no bebo, no uso drogas, todo eso quedó atrás. Y voy al gimnasio
regularmente, todos los días.
�¿Sigue en pie su proyecto de abandonar la televisión a los cuarenta,
para dedicarse solamente a escribir?
�Acabo de cumplir 35 y ya no estoy tan seguro de eso. Vamos a posponerlo
para los 45... Mi sueño es escribir únicamente, vivir de mis libros y no
tener que hacer televisión; pero tengo una familia, estoy acostumbrado a
vivir más o menos cómodamente, no tengo ninguna vocación de ser...
pues, pobre. Y la televisión ayuda, eh.
�¿Qué clase de críticas hace a su propio trabajo?
�Creo que alguna página puede salvarse. Supongo que no soy muy buen
crítico porque al final del día soy blando y complaciente conmigo mismo;
pero desde luego no he escrito ninguna obra maestra ni la escribiré y no
quiero ganar el Nobel, sólo pienso que algún que otro párrafo mío se
puede salvar. Vamos a ver cómo me trata el tiempo.
�¿Era un chico popular cuando iba a la universidad en Lima?
�Cuando yo estaba en la universidad ya trabajaba en la televisión,
salía todas las noches y por eso tenía una cierta notoriedad, aunque eso
también provocaba ciertos celos.
�Su imagen pública es dual: el Bayly presentador televisivo es prolijo
y complaciente; el Bayly escritor es excesivo y sumamente cínico ¿el
tiempo borra o acentúa su esquizofrenia?
�No lo sé. Por lo pronto ambos conviven en una muy precaria armonía; a
veces se enojan, se pelean e incluso se agreden físicamente uno al otro
(ríe). Yo soy un chico bueno, soy un chico suave, tengo buenos modales...
pero a veces me posee el demonio. No lo puedo evitar.
Los políticos en televisión
Antes de cumplir los veinte años, Jaime Bayly era columnista
político en el diario más conservador de Perú, como cumpliendo un
mandato familiar. Poco después, una pregunta audaz al por entonces
presidente Alan García lo desterró de la televisión peruana, donde
había comenzado una carrera importante. Ahora, asegura que
entrevistará a políticos en su nuevo ciclo sólo �si se atreven�
a enfrentar sus preguntas picantes. �En general, los políticos son
aburridísimos, aunque he visto que se han hecho aquí algunos
intentos por sorprenderlos y descolocarlos, en �CQC� y �Día D�.
Pero eso es difícil. Los políticos son como actores de provincia. En
su mayoría no tienen nada que decir, y suelen dar muy malas
entrevistas�. |
|