Por Victoria Ginzberg
�Uno no se quita la biografía de encima, pero mi punto de referencia es más bien conceptual�, dice Héctor Schmucler para explicar su participación en el Primer Encuentro sobre la Memoria Colectiva que se realizará en La Plata entre el 24 y 26 de marzo. Durante estas jornadas, organizadas por la Comisión Provincial por la Memoria, prestigiosos expertos nacionales y extranjeros debatirán sobre la construcción de un museo o instituto destinado a recordar, documentar e investigar los crímenes de la última dictadura militar. En diálogo con Página/12 el sociólogo especialista en temas de comunicación y padre de un desaparecido habla sobre la �espectacularización mediática� del terrorismo de Estado y de lo terrible de la desaparición como �negación de la condición elemental de que alguien sea muerto�. �La memoria está de moda�, enuncia.
�¿Eso es bueno o malo?
�Me parece magnífico siempre que no pase a ser Moda. Justamente en las jornadas voy a hablar de cómo lo mediático, al instalar la memoria en el espacio de lo que se entiende como la estética de los medios, atenta contra la memoria �aunque habla en su nombre� y más bien lo que provoca es el olvido. Para los medios los temas sobre la dictadura son un tema más del gran show que en general �salvo raras excepciones entre las que a veces se encuentra Página/12� se han transformado. Lo que me preocupa es que la memoria se vuelva un producto de consumo, en el sentido del consumo instantáneo que se deshace rápidamente. No hay una memoria como un valor ético-político, es decir aquello sobre lo que se sustenta el quehacer de la gente, sino que hay grandes momentos que para los medios es rating y para el público es consumo de espectáculo, aunque en ese momento quede muy conmovido. Queda como el recuerdo de un espectáculo que no trae consecuencias sobre la vida concreta de la gente.
�¿Cómo se hace para revertir eso?
�Me parece que es difícil. Creo que estamos dominados por esta espectacularización de la realidad. Sin embargo, si se pone en discusión qué queremos decir con memoria y qué sentido le damos a esta voluntad de recordar, a lo mejor podemos orientarnos en algún sentido o en otro. Ocurre que una visión de la memoria como matriz sobre la cual se asienta la conducta, no simplemente como un recuerdo, es más complicada, más dolorosa y más conflictiva y por lo tanto menos remunerativa en el sentido que provoca más reclamos y hace que se vendan menos algunos discursos. Algunos creen que si la gente conociera las cosas cambiaría su manera de obrar. Eso es creer que hay una situación mágica por la cual ante el conocimiento de determinadas cosas los otros van a tener la misma opinión que tenemos nosotros. La gente votó a Bussi no porque no conociera lo que hacía, tampoco votó a Patti o a Rico porque desconociera quiénes eran. Se trata de un problema de discusión de valores y de ideas, no simplemente de recordar. Tengo la impresión de que mucha gente joven se pregunta para qué la memoria; si en realidad nuestra época no le da importancia a la memoria, y eso es más que olvidar. Esto es medio paradójico, porque éste es el mundo de la gran memoria, pero de la memoria del disco duro. Y de lo que estamos hablando no es de tener simplemente registrados datos, sino de una memoria que instale una forma de acción. La memoria no sólo para no repetir lo que ocurrió, porque es imposible evitar eso simplemente por memoria, sino como manera de reconocer ciertas pautas de conductas con las cuales uno se guía.
�Conocer lo que pasó no imposibilita la repetición. ¿Cuáles serían los mecanismos para evitarla?
�No sé. Lo que quiero es plantear el problema. De paso quisiera plantear que no hay que creer que se puede inventar la historia, porque también hay un recuerdo falso de la historia. En el caso argentino todavía falta un largo estudio de qué es lo que ocurrió.
�¿Y se puede hablar de memoria sin saber la verdad?
�Es que la historia y la memoria son dos cosas distintas. Pero la memoria se sustenta en la historia. Si bien la memoria es de un plano distinto, más de orden ético, y la historia es más científica; la historia alimenta también la memoria. Y nosotros en Argentina estamos muy lejos de haber reconstruido con dureza qué pasó entre nosotros hace veinte años y que, de alguna manera, sigue pasando. No se puede hablar de memoria en sentido general; los que hemos vivido la violencia en los años �70 y hemos sido afectados tenemos una memoria que no necesita documentos. Pero colectivamente, sin información, sin datos, sin una transmisión de los hechos reales que acontecieron se van construyendo memorias falsas en muchos aspectos, que no sirven para la construcción de una conducta.
�¿El rol de �preservación� o �recuperación� de la memoria quedó restringido a las agrupaciones de derechos humanos u organismos formados por familiares de las víctimas?
�Me parece que es natural que así sea. Más aún, creo que es uno de los elementos más fuertes. Y es curioso que sean asociaciones de madres o abuelas, es decir, de mujeres. Lo que las madres originariamente tenían como fuerza de reclamo es la pregunta sobre la muerte de sus hijos, una vez que en un comienzo reclamaban la aparición. Justamente me parece una deformación de la memoria cierto movimiento de algunas madres que dejaron de reivindicar al hijo casi trágicamente, a lo Antígona, y empezaron a revindicar las ideas de los hijos. Se olvidaron que buscaban cuerpos y empezaron a querer sustituir esos cuerpos con otros y olvidaron que lo importante es cada uno de los cuerpos de los desaparecidos. Ocurre que desde el lugar de madres se ponen en un papel político, pero como se asignan el papel de madres se vuelve difícil la discusión política con ellas. Efectivamente hay un derecho incuestionable en ser madres, pero éste no se sustenta de la misma manera en situaciones políticas.
�Pero en los últimos años se trató de recuperar la dimensión política de la desaparición.
�Uno puede revindicar la lucha política de los guerrilleros en Argentina partiendo de la base muy importante de que la mayor parte de los desaparecidos estuvieron directa o indirectamente vinculada con el movimiento guerrillero. Pero uno puede revindicar la lucha de los guerrilleros o puede estar en contra. En mi caso estuve a favor y después pensé que no era lo mejor que pudo haber ocurrido. Pero esto no justifica el tipo de represión que llevó adelante el Estado. La desaparición, es decir, la negación de la condición elemental de que alguien sea muerto es no sólo política sino hondamente moral. El problema aquí radica en que se ha negado el derecho a estar muerto, que es algo infinitamente más grave que un hecho político. Por eso el olvido del cuerpo, que es lo sustantivo y lo que moralmente más pesa, es un fuerte atentado contra la memoria de la monstruosidad que ocurrió en este país. Y por eso el hecho en sí es infinitamente más grande que todo castigo que se les pueda otorgar a los responsables. Ningún castigo llegaría a compensar lo que se realizó.
�Hablando de castigos, ¿cómo opera en la memoria el que no se haya castigado a los responsables?
�No lo sé, pero personalmente no es lo que más preocupa. Me preocupa mucho menos que se castigue a los responsables �cosa que, aclaro, deseo vehementemente� a que se castigue y se produzca un olvido. Creo que la memoria no es un problema de construcción, es un problema de transmisión. Si no hay transmisión la memoria se acaba. Por eso la memoria es una actividad permanente. Un ejemplo: el judaísmo, no existiría de no ser por esta infinita voluntad de transmitir un tipo de memoria durante miles de años.
�En las jornadas se va a discutir la creación de un instituto o museo en la provincia de Buenos Aires para preservar la memoria sobre los desaparecidos. Hace poco el Gobierno de la Ciudad anunció un proyecto similar. ¿Qué opina usted sobre estos lugares?
�Tengo muchas dudas. Tengo miedo de que se cristalicen y que no signifiquen nada. Pienso que los lugares de memoria tendrían que ser centros activos de polémica. No digo que los museos sean malos, pero no me entusiasman. Puede existir el �hemos cumplido�: tenemos un museo, juntamos unos objetos. Y eso puede no significar nada. No me opondría pero tampoco debería ser el objeto de los mayores esfuerzos.
La memoria colectiva
El Primer Encuentro Internacional sobre la Construcción de la Memoria Colectiva, organizado por la Comisión por la Memoria de la provincia de Buenos Aires, se realizará mañana, el sábado y el domingo en el Pasaje Dardo Rocha, de La Plata. Expertos argentinos y extranjeros debatirán en esas tres jornadas sobre el tema. Juan Corradi, de la Universidad de New York; Melten Ahiska, de la Universidad de Estambul; Andreas Huyssen, de la Universidad de Columbia, y Elizabeth Jelin, Hilda Sábato y Fortunato Malimacci de la UBA, entre otros, participarán. Mañana, a las 12.30 realizarán la apertura de las jornadas los miembros de la Comisión provincial Alejandro Mosquera �vicepresidente de la Legislatura provincial�, Estela Carlotto �Abuelas de Plaza de Mayo�, Laura Conte -Centro de Estudios Legales y Sociales� y Adelina de Alaye �Madres de Plaza de Mayo de La Plata�. |
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