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Un �oído biónico� permitió a un
nene sordo saber qué es el sonido

Se lo implantaron hace un mes. Pero ayer, por primera vez en su vida, el nene de 4
años oyó. En su cara apareció una sonrisa.


t.gif (862 bytes) Hacía un mes que un equipo de especialistas había implantado un �oído biónico� en Andrea, un niño italiano de cuatro años que por una doble malformación padeció una sordera de nacimiento. Ayer el experimento se convirtió, después de un mes de espera desde la operación en la que le fue insertada una placa de ocho centímetros en el tronco encefálico, en un verdadero nuevo nacimiento para Andrea: pudo oír sonidos por primera vez en su vida. La señal de que así ocurrió fue observada con fascinación por sus padres y los médicos de la Universidad de Verona: primero una expresión de estupor y luego una inequívoca y gran sonrisa. Si todo marcha bien, poco a poco Andrea comenzará a reconocer la voz de su madre, luego sus palabras y podrá, gradualmente, comunicarse y hablar. 
La operación fue realizada por un equipo del Instituto de Otorrinolaringología de la Universidad de Verona, a cargo del profesor Vittorio Colletti. �Hago este trabajo desde hace tanto tiempo, pero créame, nunca había estado tan involucrado en una operación �reconoció ayer Colletti�. El pequeño nunca pudo tener un estímulo auditivo externo, y con las primeras señales de hoy lo dimos a luz por segunda vez, lo hicimos entrar al mundo de los sonidos. Además soy feliz porque he creído mucho en esta intervención, he insistido, y ha sido una gran responsabilidad.�
El 15 de febrero, en dos horas y media, y en un quinto intento, los especialistas colocaron un reemplazo para el nervio auditivo de Andrea, ausente en el niño. En el tronco encefálico, que es la primera sección auditiva del cerebro, le fue instalada una pequeña placa de ocho centímetros con veintiún electrodos estimulantes. Esos electrodos son los que producen los estímulos en el tronco cerebral. El mecanismo es complejo: los electrodos están conectados a un dispositivo instalado bajo la piel, por detrás de la oreja, que actúa como traductor convirtiendo los mensajes acústicos del ambiente, recibidos a través de un micrófono, en señales eléctricas que viajan hasta el cerebro. 
Casi todo Italia ha seguido el caso de Andrea desde un tiempo antes de su operación, que fue transmitida por TV a todo el país y en directo por la cadena estatal RAI 1. Y por eso ayer se esperaba con ansiedad el resultado de la intervención dirigida por Colletti. El médico había adelantado cuando operó al niño que debían esperar un mes hasta que haya desaparecido la inflamación producida por la cirugía. Pasado ese tiempo es que los especialistas que han seguido la salud de Andrea se reunieron para presenciar de cerca las primeras reacciones ante el funcionamiento de su nuevo oído. Para ello se conectaron sólo ocho de los 21 electrodos. De manera progresiva serán activados los demás, acompañando el progreso del niño en el nuevo mundo del sonido. En dos años Andrea escuchará y distinguirá las palabras de su madre. Y a partir de allí podrá intentar una comunicación con el mundo al que ha sólo mirado desde su nacimiento. 
Vittorio Colletti lucía pálido, inmóvil, a un paso del padre de Andrea, cuando a la mañana de ayer en la sala de reanimación de un hospital romano se encendieron los electrodos que hicieron llegar un sonido rítmico al niño. Ante él primero Andrea puso cara de estupor, luego movió su cabeza, en respuesta al ritmo, y finalmente sonrió. �Debíamos estar seguros -explicó ayer Colletti� que la placa con los electrodos no alterase las funciones vitales, un peligro grave, que finalmente dejamos atrás. Ahora que venimos de la primera etapa podemos lanzar un suspiro de alivio.� 


Gardel de pie y con lluvia

Nunca se supo si el retumbe de truenos fue síntoma del enojo gardeliano, pero se sospechó. Acaso al Gardel de bronce recién estrenado no le gustó ni pizca la pieza elegida por el jefe de gobierno porteño, Enrique Olivera, y por eso tronó. Olivera decidió inaugurar el monumento del Abasto con un larguísimo recitado criollo en homenaje al prócer. Bajo el aguacero, los porteños resistieron. Después de todo, la cita dejaría inaugurado el primer monumento de Carlos Gardel sobre las calles porteñas. A casi sesenta y cinco años de su muerte, la estatua al �Zorzal Criollo� quedó emplazada en el barrio del Abasto, en el cruce de Anchorena y el pasaje peatonal Gardel.
El presidente Fernando de la Rúa desde un refugio improvisado por la lluvia se animó a descubrir ese monumento que desde hacía seis años estaba en proyecto. El mismo se había encargado de presentar la idea cuando era senador por Buenos Aires. Ayer en el Abasto hubo fuegos de artificio y buenos tangos que consiguieron dispararse a pesar del estruendo causado por la lluvia. Entre el público, refugiado bajo una carpa, un vecino repetía que el Morocho �reunía todas las condiciones. Era único como Charles Chaplin. Se hizo ídolo merecido: hace 65 años que murió y mire la vigencia que tiene�. Cerquita entre la gente, el Morocho de dos metros cuarenta de alto, quedaba mojado y montado sobre un pedestal de granito rojo. Su imagen fue realizada por el escultor Mariano Pagés y es la primera que tiene las calles porteñas, la otra está en el cementerio de la Chacarita frente a la tumba de Gardel. Algunos hombres de la Asociación Porteña del Lunfardo pensaron un día de julio del �94 en esa posibilidad de sacar a Gardel del cementerio. Armaron la comisión promotora y, sobre todo, se nutrieron de paciencia. Hubo que pasar trabas burocráticas y, sobre todo, económicas. Ahora pasaron y el Morocho recuperó el Abasto.

 

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