Por Fernando D�Addario
La música de Manolo Juárez se caracteriza, desde hace 40 años, por una sutileza revulsiva, que también podría definir su personalidad abajo de los escenarios y fuera de los estudios. Criado entre las esculturas de su padre Horacio y las sobremesas que coronaban las visitas de Spilimbergo, Nicolás Guillén, Rafael Alberti y Neruda, Manolo creció artísticamente signado por una erudición tan enriquecedora como incómoda. Tenía 6 años cuando su padre lo llevó a ver a Julio De Caro, y a los 9 escuchó a un compañerito tocar el piano en un acto patrio. La emoción que le produjeron estos acontecimientos fundieron para siempre la distinción de su origen con la sensibilidad de la música popular. En eso anda hoy, a los 62 años, yendo y viniendo a través de ese delgado hilo que separa y hermana a Gershwin, Piazzolla, Mahler, Jobim, Oscar Peterson, Cuchi Leguizamón, los Beatles, Bach y Chango Farías Gómez. Como hará todos los sábados de abril, mañana se presentará en Notorius con su quinteto. �Es más moderno, hay más pasajes atonales, me siento más libre. Cuando hice el CD Grupo de familia cerré una etapa nostálgica�, subraya en la entrevista con Página/12.
Juárez asoma como un hombre dominado por un sarcasmo involuntario: �Nunca toco el piano, porque me aburre. Eso me permite llegar a cada actuación con mayor frescura. Prefiero escuchar, así aprendo más. Herbie Hancock, Gismonti, Hermeto. Esa gente me enseñó, sin decírmelo, a tener menos precauciones en la música. Una vez, en Brasil, vi un show de Hermeto que me hizo descomponer de emoción. Y a la noche siguiente tocó como el culo. Después me dijo: �yo me tiro al vacío, a veces sale bien y a veces no�. Eso reivindico de un artista�. Dice también que, si siente algún orgullo por su aporte a la música, se lo debe al hecho de haber propuesto una metodología para la enseñanza. Y recuerda su tarea en el Conservatorio de Música Popular de Avellaneda. �Gustavo Molina fue el motor, y un día lo echaron como a un perro y nadie reivindica�, subraya. Por eso pide �más renovatorios y menos conservatorios�. Es escéptico cuando se refiere a políticas culturales: �La cultura es tratar de comer todos los días. No estamos en Suiza. Digo Suiza porque es un país donde comen, aunque no me interesa su cultura. Acá no hay un plan cultural. Creo en los políticos, pero no en estos ni en los anteriores. Me gustan algunas cosas que se están haciendo en ATC, pero se necesita otro vigor�. Y relativiza su fama: �Yo soy famoso por viejo chinchudo, pero lo que pasa es que, como músico y como persona, no juego a ser la Madre Teresa. Veo cosas que me molestan y las digo. Acá, el que piensa distinto lo paga caro. Si a alguien se le ocurre ir contra el establishment comercial o artístico, lo más probable es que le hagan la cruz. Y ojo que no la juego de incomprendido�.
�¿No es un incomprendido?
�No. La gente común entiende mucho más de lo que se cree, rescata las creaciones populares aún sin saber quiénes las compusieron. Eso es importante para mí, porque los aplausos me gustan, pero me los paso por las pelotas. Y me di cuenta de que los músicos son más reaccionarios que el público. ¿Quién aceptó primero a Piazzolla, los tangueros o la gente? ¿Y al Mono Villegas, los jazzeros o el público? Los tangueros consideraban a Piazzolla casi un desecho ecológico, lo trataban como si hubiese querido asesinar al tango, porque pensaba distinto. Yo era su amigo y sé lo que sufrió, vi como luchó. A me decían que tocaba como un austríaco. Pero yo me atajaba porque no inventé nada. La renovación venía de antes, del Negro Eduardo Lagos, de Waldo de los Ríos. Yo traté de seguir mi sensibilidad musical. Además, empecé con la música popular casi de casualidad. Trabajaba de productor musical en TV, faltó un número y toqué una zamba para llenar. Desde entonces me desdoblé entre lo popular y lo clásico.
�¿Se resignó entonces a que su música llegue a un grupo de entendidos?
�No... resignarme no. Hice espectáculos que fueron vistos por bastante gente, como Contraflor al resto, con Chango y Marián Farías Gómez, o este que hago ahora, pero soy conciente de que puedo considerarme un �artista underground�. No conozco a nadie que se haya casado con la primer mujerque le presentaron. En la música, en cambio, se le ofrece a la gente una sola alternativa, y se la somete a que la adopte para toda la vida.
�Usted fue testigo del otro boom de la música folklórica argentina, el de los 60. ¿Qué opina de la última explosión de folkloristas?
�Prefiero no opinar. Si hablo bien de ellos quedo como un chupamedias, y si hablo mal como un resentido. Eso sí: Luciano Pereyra canta bien, mejor que algunos que se hicieron famosos con su compromiso en los 60.
�¿Qué es lo que más le interesa de la música popular argentina?
�Su riqueza y diversidad. Los alemanes se pueden reconocer a través de la 9ª sinfonía de Beethoven, los austríacos lo hacen a través de Mozart. En Argentina se hicieron muchas sinfonías, pero el tango es nuestra identidad. Eso muestra que nuestra música popular alcanzó niveles más altos que la clásica. Lo que le falta todavía es crecer en la diversidad. Reivindico lo que hizo Gieco en De Ushuaia a la Quiaca, que es importante más allá del resultado. Por ahí uno puede discutir si tal canción es buena pero lo interesante fue haber roto los convencionalismos al unir distintos estamentos musicales. Eso no abunda. Pero confío en que va a pasar, porque este es un país en estado de virginidad musical. Tendrá que nacer en estas tierras un equivalente a Villalobos, Manuel de Falla o Bela Bártok.
�¿Tuvo más satisfacciones con la música popular o con la clásica?
�En la música popular, más que distinciones recibí aplausos... en la cara. En cuanto a premios y distinciones, me trataron mejor en la música clásica. Argentina es campeona mundial en currículum, así que tengo más premios que Ravel, aunque musicalmente pierda con él un millón a cero. Como estrené varias obras sinfónicas en el Colón, muchos dicen �qué importante�. Es como el tipo del que dicen �llegó a la primera de Boca�. Pero no agregan que se hizo tres goles en contra. Todo se mide por los ámbitos. Es ridículo hablar de música popular y música �seria�. A mí �Yesterday� y Miles Davis nunca me hicieron reír. Pero ya todos saben que soy un tipo con muy mal humor.
Dos opiniones autorizadas |
�Formación e información�
Eduardo Lagos: con Manolo hicimos muchos espectáculos juntos. Fiesta de negros y corcheas, con Silvia Iriondo y Dino Saluzzi, o Solo piano, que organizó él. Siempre digo que es un músico excepcional, porque reúne las dos condiciones: tiene formación e información. Lo conocí en 1968, cuando yo era programador artístico de un local folklórico, Poncho Verde, que era tan exquisito que no te vendían vino sino whisky, y lo contrataron para actuar. Desde entonces hemos estado en veredas musicales similares, y nos prodigamos admiración recíproca. Claro que como compositor es mucho más amplio que yo. En rigor, se lo puede definir como un autor folklórico: es un artista integral de música argentina.
�Un lúcido pionero�
Lito Vitale: De la camada de músicos renovadores del folklore sigue siendo uno de los pioneros más lúcidos. Me gustó muchísimo el último disco que hizo, Grupo de familia, y el quinteto que tiene ahora garantiza a cualquiera que vaya a verlo un brillante folklore de avanzada. Lamento no haber curtido mucho lo que tocó en los 70, porque por entonces estaba más enganchado con el rock, pero pude disfrutarlo en la década del 80. Lo vi cuando hicieron �Contraflor al resto� con Chango y Marián Farías Gómez. También preparamos algo juntos. En 1984, cuando se reinauguró el teatro Santa María del Buen Ayre, concretamos un dúo de pianos. Por suerte, fue grabado en casete, y se conservan dos temas: �La tristecita� y �Chacarera sin segunda�. |
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