Por Cecilia Hopkins
La película ¡Todo o nada! (The full monty), ópera prima del director británico Peter Cattáneo que dio la vuelta al mundo, significó el mayor éxito de los noventa del cine inglés y lanzó al estrellato al actor Robert Carlyle era, en rigor, una adaptación de una obra teatral, escrita por Anthony McCarten y Stephen Sinclair. Sobre aquel texto, algo oculto en el guión del film, trabajó el adaptador Daniel Botti para la aporteñada versión que acaba de estrenarse en la sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza, con el nombre de Sinvergüenzas. La anécdota es sencilla: seis hombres sin trabajo y en situaciones más o menos desesperantes (no sólo vinculadas a los problemas económicos sino también con la autovaloración) deciden montar un espectáculo de strip-tease: un modo de ponerle, literalmente, el cuerpo a la crisis.
La acería del pueblo de Sheffield se convierte aquí en un taller mecánico en el que vegetan los seis amigos a la búsqueda de una idea -fabricar cuadernos ecológicos o comercializar el aloe vera de las macetas, todo vale� que los haga abandonar para siempre ese �club de los hombres al pedo�, al que han ido ingresando uno después de otro, en tiempo record. Si el film contenía una actitud crítica sobre el efecto de los ajustes económicos impuestos por una política conservadora y perversa �la de Margaret Thatcher, precisamente� el tema no reviste aquí ninguna relevancia crítica. Por otra parte, apenas aparecen delineadas otras consecuencias que traen consigo el descreimiento generalizado y el ocio practicado a la fuerza. En cambio, las tensiones de pareja y otros conflictos familiares que el film dio en reflejar, concedían una dimensión más abarcadora al drama del desempleo.
Es evidente que el autor y el director Claudio Hochman (responsable de una recordada versión para chicos de La Tempestad, de William Shakespeare, entre otras) depositaron toda la esperanza de establecer un vínculo con el espectador en el impacto humorístico. El caso es que el texto es, en realidad, apenas un catálogo de lugares comunes o pretendidos hallazgos cómicos. El elenco reunido �en el que revistan Arturo Maly y Cutuli, dos actores que han demostrado su profesionalismo en numerosas oportunidades� asume el estilo redundante de los peores sketches televisivos. Así entonces, las situaciones languidecen apenas son planteadas en tanto el espectáculo se va transformando en un trámite que tiene por principal objeto concretar a la vista del espectador el show de marras en que, lo sabe el planeta entero, todos quedarán desnudos. Poco y nada convencen los momentos de reflexión que se permite esta comedia, cuando el gordo (Toti Ciliberto) y el homosexual (Juan Palomino) abren su corazón a los amigos para compartir con ellos el dolor de los diferentes.
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