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Por Felipe Yapur Los 24 años del 24 de marzo encontraron a la Asociación Madres de Plaza de Mayo en otra plaza, la de la República, desde donde Hebe de Bonafini gritó su amor por sus hijos: �Los amamos, los soñamos y reivindicamos a nuestros hijos como revolucionarios. No los dejaremos morir porque los llevamos a todos dentro nuestro y ellos inspiran y acompañan el camino de la libertad sin tapujos ni claudicaciones�. Con el Obelisco cubierto en su base por cuatro banderas de las Madres y con fotos de los desaparecidos, la plaza poco a poco fue cambiando su fisonomía de frío monumento histórico en un espacio para la memoria por las 30 mil víctimas de la dictadura militar. La concentración comenzó poco después de la 14. A esa hora ya estaban montados los stands donde lentamente fueron colocando una minuciosa selección de recortes periodísticos de los días previos al golpe del �76. En cada uno de los papeles podía leerse el rol que los dirigentes políticos jugaron cuando el golpe era inminente y, sobre todo, vox populi. Justamente sobre los políticos giró buena parte del discurso de Bonafini. La histórica presidenta de Madres aseguró que �los militares que dieron el golpe tuvieron el apoyo de los políticos, que son los mismos que hoy gobiernan. Es por ello que por no haber escuchado a los políticos, hoy tenemos claridad política. Por no haber escuchado a los burócratas, a la Iglesia, tenemos la claridad política que nos dejaron nuestros hijos�. El discurso de Bonafini fue duro. �Las madres estamos dispuestas a entregar nuestra vida ayudando a construir este camino de la revolución que comenzaron nuestros hijos. Esperamos que los que nos siguen lo continúen�, dijo y agregó mirando a un grupo de chicos de la calle que habían conversado con ella unos minutos antes del inicio del discurso de Bonafini: �Ustedes pibes, si quieren un país mejor, el único camino que tienen es la revolución�. Pero, antes de los discursos, la plazoleta fue el espacio por donde la gente caminó, conversó, se sacó fotos y hasta pidió autógrafos a las Madres, pero fundamentalmente a Hebe de Bonafini. Muchos de los chicos allí presentes ni siquiera habían nacido hace 24 años. Mariana es una de ellas. Con apenas 22 años, dijo que estaba con las Madres porque �mi viejo me contó que fueron muy duros esos años. Es verdad que ellos no conocieron a nadie que haya desaparecido, pero yo vengo porque es una injusticia lo que hicieron los milicos�, dice, al tiempo que acomoda su larga cabellera. Dos de sus amigas, también estudiantes de la Facultad de Sociales de la UBA, apenas atienden la conversación de Mariana. Una le dice a la otra, mientras saca una botella de cerveza de su mochila: �Allá está, mirá qué lindo está. Es un hombre con el que tendría ya mismo un hijo�. La otra amiga, en tanto, sólo atinó a responderle con un seco: �Boluda. ¡Cómo se te ocurre tener un hijo!�. No muy lejos de las estudiantes universitarias estaban los murales con los recortes periodísticos. Hasta allí llegó ella, alta, cabello castaño, con remera corta que dejaba a la vista de todos su ombligo todavía tostado, y con estratégicos lentes oscuros. Con su maletín de cuero aferrado a sus manos, miró como de reojo los recortes de diarios y las fotos de los desaparecidos. Cuando este diario quiso saber su opinión sobre el aniversario del golpe, realizó un veloz giro mientras decía: �Yo de esto no opino�. Ocurrió poco antes del discurso de Bonafini. El discurso que la presidenta de Madres concluirá diciendo que �los hijos de puta tiene el sartén por el mango y el mango también. Es hora de que calentemos el sartén para que lo suelten y sea del pueblo�. PROHIBIERON LA ENTRADA
DE UNA ABUELA DE PLAZA DE MAYO
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