Unidad
fue la palabra más utilizada ayer por los principales referentes de la
CGT oficial y la disidente. Sin embargo en los hechos Rodolfo Daer reunió
a su propio Comité Central Confederal y concretó el despido de seis
secretarios disidentes, y Hugo Moyano �ungido como secretario general de
la central obrera �rebelde� por otro plenario la semana pasada�
anunció que reclamará en la Justicia el desalojo de la sede de Azopardo
802 que ahora ocupan los oficialistas. Ante los delegados que le son
fieles, Daer volvió a tomar distancia del Gobierno al criticar la reforma
laboral que había apoyado hace poco menos de un mes. En el Ejecutivo no
disimularon su fastidio con los dirigentes obreros �dialoguistas� a
los que acusan ahora de haber roto �las reglas del juego�. Según
Federico Storani, los sindicalistas �son poco confiables e impredecibles�.
El plenario oficialista de ayer, que comenzó pasadas las doce después de
lograr el quórum de 128 delegados, ratificó la convocatoria al Congreso
Ordinario del 11 de mayo para elegir a las nuevas autoridades de la
central y facultó al Consejo Directivo para reemplazar a los dirigentes
que pasaron a formar la conducción disidente. De este modo, sustituirán
a Gerardo Martínez, Saúl Ubaldini, Francisco Gutiérrez y José
Rodríguez, que ocupaban la secretaría en la conducción de Daer, y a
Gerónimo Venegas y Jorge Omar Viviani, que eran vocales.
Sin embargo, Daer dijo que volverá a reunirse con Moyano, al señalar que
�hemos hablado de la necesidad de la unidad y quedaron las puertas
abiertas y si hay que charlar una o más veces, estoy dispuesto a hacerlo�.
Inmediatamente agregó que su sector �busca la unidad con tolerancia,
que no implica aceptar ningún procedimiento de intolerancia�. El
titular de la CGT disidente, Moyano, combinó por su parte declaraciones
de acercamiento y de presión sobre el sector oficial. El dirigente
camionero dijo que �nunca hay que descartar la unidad sindical�, pero
advirtió que, si Daer y su gente no se van solos del edificio de la CGT,
cuyo control demandan, �le iniciaremos un juicio de desalojo� ya que
�cuando hay un intruso se recurre a la Justicia para su desalojo�.
Frente al Palacio de Tribunales, donde encabezó el acto de repudio al
golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Moyano aseguró: �El secretario
general de la CGT soy yo. Fui elegido por un congreso en el que estaban
presentes la mayoría de los gremios. No vamos a compartir nada con la
gente de Daer�.
El secretario de prensa de la CGT oficial, Carlos West Ocampo, le
respondió: �Ahí aparecen los �torpes� que con actitudes
divisionistas pretenden, con una apariencia de revolucionarios, de duros e
inflexibles, paralizar a esta organización madre, que es la voluntad de
los trabajadores y que no tiene que estar atada a ningún destino o
ambición personal�. West Ocampo agregó: �Este Confederal es la
respuesta orgánica de la mayoría de los trabajadores, que no vinimos a
provocar, ni a festejar ni saludar la muerte de ningún dirigente�.
Ayer Daer volvió a criticar el proyecto de reforma laboral.�No queremos
que se siga devaluando socialmente al pueblo argentino�, dijo.
Los ministros del Interior, Storani, y de Trabajo, Alberto Flamarique,
apuntaron contra la cúpula sindical, que negó haber firmado acuerdo
alguno con el Gobierno luego del formal acto realizado un mes atrás en la
Casa Rosada. �Quieren mantener sus privilegios�, disparó Flamarique
después de reunirse con el presidente Fernando de la Rúa para analizar
el giro cegetista. �Son poco confiables e imprevisibles�, añadió
Storani en una confirmación del malestar oficial que produjo el cambio de
posición de Daer.
DEBATES
Por Víctor Ramos* |
El Inadi, ¿moneda de cambio?
El domingo pasado, Página/12 informó que el jurista Raúl Eugenio Zaffaroni no integraría la lista de legisladores porteños por la Alianza debido a que el presidente Fernando de la Rúa le ofreció la titularidad del Inadi, organismo que estaba dispuesto a intervenir. La noticia generó una respuesta del actual presidente del Inadi, que se reproduce a continuación.
Nuestro país se encuentra a la vanguardia en materia legislativa e
institucional en la lucha contra la discriminación, que se ha
convertido, de hecho, en una política de Estado. La ley
antidiscriminatoria impulsada por el entonces senador y hoy presidente
de la Nación, Fernando de la Rúa, articula naturalmente con la
creación del Instituto Nacional contra la Discriminación, la
Xenofobia y el Racismo (Inadi), impulsada en su momento por el ex
presidente Carlos Menem.
Esta circunstancia no ha evitado, sin embargo, que se suscitaran
disputas de dominio después del cambio de gobierno. Aunque ellas no
sean justificables, son comprensibles: el esfuerzo por construir
políticas de Estado es relativamente reciente en una Argentina que
por tanto tiempo estuvo dominada por el espíritu faccioso o los
arrebatos de la violencia. No estamos todavía suficientemente
acostumbrados a considerar que las instituciones no son un botín de
guerra, sino instrumentos para el perfeccionamiento de la ciudadanía.
Pero la comprensión no puede traducirse en tolerancia cuando ese
espíritu faccioso amenaza con destruir las instituciones y su
espíritu. Un sector del oficialismo ha hecho pública su intención
de �pagar�, con la conducción del Inadi, a personas que no
obtuvieron lugar en las listas de candidatos a la elección porteña.
Esa propuesta no sólo daña injustamente el prestigio de los
destinatarios de esa �compensación�, sino que revela una
indiferencia por la continuidad institucional del Inadi, cuyas
autoridades emanan de una propuesta legislativa.
El panorama empeora cuando se comprueba que, para vaciar los sillones
que se ofrecen como recompensa para ajustar el cierre de internas
partidarias, funcionarios del Ministerio del Interior ejercen una
prolongada y asfixiante presión sobre el Inadi, cancelando los pagos
de su personal, cortando las líneas telefónicas del Instituto,
despojándolo hasta de su fotocopiadora, cancelando el servicio de
limpieza y reteniendo indebidamente fondos del Presupuesto nacional.
No hay comprensión piadosa que alcance para admitir esas conductas
que conspiran contra una política de Estado y hasta contra el
espíritu de convivencia que la sociedad reclama. El presidente De la
Rúa tomó, como era previsible (y yo fui el primero en manifestar mi
confianza en esa actitud), considerable distancia de las maniobras y
presiones destinadas a �despojar� el Inadi para convertirlo en
moneda de cambio de los repartos internistas. Sin embargo, esas
operaciones no han cesado y ahora hasta han perdido la vergüenza; la
pretensión de �pagar� deudas políticas con el Inadi se proclama
públicamente. La dignidad de la lucha contra la discriminación no
merece esos procedimientos.
* Presidente del Instituto Nacional contra el Racismo, la
Discriminación y la Xenofobia. |
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