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Todo esto produjo ayer un ánimo
muy cauteloso en la delegación norteamericana. El miércoles, Clinton había
afirmado poseer nada menos que "un plan sobre lo que ambas partes
necesitan para llegar a un acuerdo". Ayer, ese plan parecía haber
perdido parte de su potencia: "Daré mi opinión sobre dónde estamos
y adónde creo que debemos ir. Y después deberemos tomar una decisión,
todos nosotros, sobre si queremos avanzar". De todos modos, concluyó,
"creo que es lógico que si voy no lo hago para perder el
tiempo". Una fuente en la comitiva norteamericana no dejó lugar a
dudas: "El presidente no llegará y dirá: 'Me complace anunciar que
ambas partes reanudarán las negociaciones'". Sucedería lo
siguiente: "Assad volverá a Damasco, Clinton hablará con Barak y sólo
entonces tendremos una idea sobre si se reanudarán las negociaciones en
las próximas semanas". "No esperamos un avance. Al contrario,
hay divergencias importantes", resumió el portavoz del Departamento
de Estado, James Rubin.
En Siria se percibía ayer un
cierto grado de optimismo en círculos oficiales acerca de la cumbre. Pero
era un optimismo engañoso. Se basaba en la idea de que Clinton ya había
logrado torcer el brazo a Barak para que Israel se retirara completamente
del Golán. "No creo que el presidente Assad hubiera aceptado ir a
menos de que Clinton llevara garantías", explicó un alto
funcionario de la cancillería. Por lo tanto, mañana Assad esperará que
el amigo americano llegue con "un plan de retirada de todo el Golán,
junto con un compromiso inequívoco de Israel de que lo hará".
El "compromiso inequívoco" del gobierno israelí parece
ser un poco distinto. El jueves, el líder de la delegación de negociación
con Siria, Amnon Lipkin-Shahak, había subrayado que Israel insistirá en
retener "el control total de lago Tiberíades y su entorno para que
los israelíes puedan circular a su alrededor". Y ayer el canciller
Levy disparó que, después de todo, "la línea de 1967 nunca fue
reconocida internacionalmente".
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