Página/12 en Francia
Por Eduardo Febbro
Desde París
Hombre de las
sombras, frío, con un pasado incierto y un apodo que lo dice todo, �el
hombre sin rostro�, Vladimir Putin, actual presidente interino de Rusia,
saldrá legitimado de las urnas en las elecciones presidenciales del
domingo. Sondeos de opinión oficiales y encuestas llevadas a cabo por
occidentales confirman el irresistible ascenso de un líder político que
irrumpió en la gran escena rusa cuando Boris Yeltsin lo nombró primer
ministro. Lejos de ocultar su pasado, el mismo Putin confiesa: �Puede
decirse que soy un producto puro de la educación soviética�. Los
gobiernos occidentales apuestan en silencio por un hombre cuya fuerza
consiste en encarnar el honor restaurado de Rusia. En esta entrevista con
Página/12, el politólogo Guy Hermet, profesor en la Facultad de Ciencias
Políticas de París y autor de varios libros sobre Europa del Este, entre
ellos el recién traducido al castellano En las fronteras de la
democracia, desmenuza la trayectoria y la personalidad de Putin al tiempo
que avanza las líneas de la política que este personaje digno de una
novela de Graham Greene podría aplicar en el futuro.
�Las elecciones rusas de este domingo van a marcar un cambio duradero en
este país sacudido desde hace más de una década por transformaciones
radicales. Usted predice una aplastante victoria de Vladimir Putin.
�Creo que vamos hacia la coronación completa de Putin. No me cabe
ninguna duda. Pienso que va a obtener resultados más altos de los que hoy
prevén los sondeos de opinión. Su victoria se va a situar alrededor del
60, 70 por ciento de los votos. Su único adversario serio es el líder
del Partido Comunista de la Federación Rusa, Ziuganov, que tiene un 28
por ciento de intenciones de voto en los sondeos. Más allá no hay gran
cosa. Está el campo de los liberales pero, dado el contexto, va a obtener
incluso menos votos que antes.
�Después del período Gorbachov, luego de los años Yeltsin, ¿cómo
sitúa usted la sucesión de Putin en la agitada historia política rusa?
�Lo que hizo Yeltsin fue practicar una suerte de populismo democrático
orientado hacia la economía de mercado y con un intento de asemejarse a
las democracias occidentales. Putin, a mi parecer, si bien no va a
contradecir totalmente esta acción política, se sitúa en otro camino.
Putin se inscribe más bien en la línea de lo que podríamos llamar el
nacional-bolchevismo, es decir, pese a que él no es un comunista, que
tiene en su contra al partido de Ziuganov, hay... digamos cierta
semejanza, cierta cercanía. Putin es también y sobre todo la
reafirmación de la potencia y de la dignidad de Rusia. Eso lo podemos ver
claramente con la guerra de Chechenia. Se trata entonces de una
orientación diferente de la de Yeltsin. Rusia entra en una nueva fase
más nacionalista. Putin no va a aparecer como un comunista renegado.
Desde hace más de diez años, Yeltsin aparece como el hombre que demolió
el sistema comunista. Por el contrario, Putin no tiene esa imagen, es una
suerte de semirreconciliación.
�¿Este planteo implica acaso que habrá como un retorno al pasado?
�No, de ninguna manera, no habrá un regreso al pasado. No se trata de
poner término al pluripartidismo, a la democracia formal, no se trata
para nada de suprimir la economía de mercado. Me refiero a un pasado
global específicamente ruso que, al mismo tiempo, incluye el comunismo,
la religión ortodoxa, en suma, una suerte de baño en la tradición rusa
en lo más amplio del término: desde la ortodoxia hasta el final del
antiguo sistema comunista. En lo que atañe a la religión, basta con ver
la actitud de los demás candidatos. No hay uno solo, incluidos los
comunistas, que no haya buscado aparecer al lado de los popes y los
obispos.
�Putin puede poner fin a la deriva de los últimos años de la era
Yeltsin.
�No sé si podrá. En todo caso, ésa es su estrategia. Rusia se
encuentra en un estado calamitoso. Los indicadores económicos mejoraron
desde hace un año, pero lo que ocurre es que las verdaderas reformas de
estructura no fueron realizadas. Por eso la gran pregunta es precisamente
ésa: ¿acaso Putin podrá llevar a cabo lo que los demás no hicieron? No
hay dudas de que será electo el domingo, pero es menos seguro de que sea
capaz de reconstruir el Estado ruso y una economía sana, en
funcionamiento. Es preciso recordar que Putin, al igual que los demás, es
un ex miembro de la Nomenklatura. Por este motivo su trabajo será mucho
más difícil. Hay redes y relaciones profundas entre toda esa gente que
no es fácil desenredar.
�Como es un hombre del sistema, Putin encarna cierta continuidad.
�Bueno, sí, pero con Yeltsin era lo mismo. Fuera de algunos jefes de
gobierno oriundos de la industria, la mayoría de los primeros ministros
de Yeltsin eran miembros del KGB. Y la gente del KGB siempre representó
la élite de la política rusa. Lo paradójico es que esa gente era a
veces mucho más liberal que los otros hombres políticos. Putin
representa eso, pero, no obstante, no es el único y tampoco se inscribe
totalmente en la misma línea.
�Puede decirse que la Federación Rusa se descomunizó totalmente.
�En gran medida sí, sobre todo en las ciudades. En el campo es menos
evidente; las cosas no han prácticamente cambiado, excepto porque la
economía se vino abajo. De hecho, en el campo no hubo privatización de
las tierras y el sistema colectivo sigue en pie. Las transformaciones
urbanas son inmediatamente visibles: las infraestructuras fueron
restauradas; los edificios, pintados; en el campo, la situación es peor
que antes.
�En ese contexto, ¿por qué modelo puede optar Putin: por uno
occidental o por uno más fiel a Rusia, en una suerte �digamos� de
síntesis nacional?
�Dudo de que intente imitar a Occidente. Rusia siempre tuvo una
tradición populista, hasta el mismo Stalin lo fue a veces. Creo que si la
democracia nace en Rusia, sólo puede hacerlo encarnándose en un
personaje. En un momento ese personaje fue Yeltsin. No hay que olvidar que
el ex presidente alcanzó niveles extraordinarios de popularidad,
particularmente en 1990, �91 y �92. Tal vez Putin pueda encarnar ese
personaje democrático en el cual el pueblo se reconoce. Ese sería el
auténtico camino ruso. Desde luego, Putin no se parece en nada a Yeltsin;
su imagen no es la de alguien que está cerca del pueblo, que se parece a
él. Tiene más bien la imagen de un aparatchik. Sin embargo, a pesar de
que es un personaje mucho más frío, la aceptación que ha conseguido
prueba que tiene muchas posibilidades de ser el elegido. Putin es une
extraña suerte de afirmación global de los valores rusos donde se mezcla
todo: la democracia, los cambios impulsados por Yeltsin, la tradición
rusa, la religión y, al mismo tiempo, las cosas positivas que quedaron
del comunismo. Es el hombre de la síntesis.
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