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�BELLEZA AMERICANA�, FAVORITA POR ENCIMA DE �LAS REGLAS DE LA VIDA�
Sangre nueva para la fiesta de Hollywood

La 72ª ceremonia del Oscar verá llegar al Shrine Auditorium de Los Angeles a las nuevas generaciones de estrellas y cineastas, como una forma de incorporar al viejo ritual a las nuevas generaciones de espectadores.


Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) Primero se perdieron en el correo unas 3500 boletas dirigidas a los votantes, lo que obligó a prolongar in extremis el plazo del sufragio. Después se robaron medio centenar de estatuillas, que más tarde aparecieron tiradas en un basurero (salvo dos, que siguen desaparecidas). El viernes una encuesta a boca de urna publicada por The Wall Street Journal arruinó el suspenso. Y esta noche, para coronar los desastres que vienen asolando a la 72ª edición de los premios Oscar, en el Shrine Auditorium de Los Angeles volverá a subir al escenario Roberto Begnini.
Si hay algo que no se le puede cuestionar a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood es la lealtad a su gente. El año pasado Begnini no sólo se hizo dueño absoluto del show sino que además entró en el selecto círculo de académicos hollywoodenses pisando cabezas, literalmente. Esa pujanza suele ser muy valorada por sus ahora pares, que además encontraron en el director y protagonista de La vida es bella el clown que le estaba faltando a la ceremonia. No deja de ser curioso que el ritual mediático más extendido y perdurable del planeta �la segunda entrega, en 1930, ya se transmitió en vivo por una emisora de radio de Los Angeles y desde entonces la audiencia del Oscar no ha cesado de crecer� sea cada vez más aburrido. Y el histrionismo histérico de Begnini vino a sacudir un poco ese repetido letargo, con sus manifestaciones fuera de libreto, que causaron una comprensible sorpresa en una ceremonia en la que hasta el último chiste suele estar redactado con semanas de anticipación.
Hablando de chistes y libretos, un columnista del periódico Variety �la clásica �Biblia� del espectáculo norteamericano� se preguntaba cómo iba a ingresar esta noche al escenario Billy Cristal, el maestro de ceremonias. ¿Disfrazado de John Malkovich, en alusión al celebrado film de Spike Jonze? ¿Atado a una silla eléctrica, como los condenados de Milagros inesperados? ¿O a través de la platea, saltando y vociferando en italiano?
Lo cierto es que, además de Begnini, esta noche �la ceremonia se transmite por Azul, a partir de las 22� habrá muchos otros rostros nuevos bajo las luces del Shrine Auditorium. Sí, ya se sabe: la veterana Jane Fonda está orgullosa de su regreso a la comunidad artística, de la que la habían alejado tanto Ted Turner como los ejercicios físicos. Y también presentarán premios y menciones honoríficas �entre otras a Warren Beatty y al director polaco Andrej Wajda�, figuras reconocidas como Steven Spielberg y Clint Eastwood. Pero la mayoría de los presentadores de hoy lo serán por primera o a lo sumo por segunda vez, como Ekrykah Badu, Charlize Theron y Tobey Maguire (tres revelaciones de Las reglas de la vida), Jude Law y Gwyneth Paltrow (El talentoso señor Ripley), Heather Graham (Austin Powers), Ethan Hawke (Mientras cae nieve sobre los cedros), Haley Joel Osment (el chico de Sexto sentido, que a su vez está nominado como mejor actor secundario), Cameron Diaz (¿Quieres ser John Malkovich?) y hasta Brad Pitt, que viene a ocupar el lugar que rechazó, en un desplante que consolida su cetro de divo, el nuevo wunderkind de Hollywood, Leo DiCaprio.
Sangre nueva. Ese será el mensaje de la ceremonia de este año de la Academia, que ya no se conforma con la audiencia cautiva de siempre, de una edad más bien avanzada, sino que quiere incorporar al viejo ritual también a las nuevas generaciones de espectadores, a través de las caras más frescas del cine y la televisión norteamericanos. En la misma línea, esa señal se extiende también a las distintas minorías que forman parte del planeta Hollywood. Para evitar las habituales (y fundadas) acusaciones de discriminación, allí estarán también como presentadores los afroamericanos Samuel L. Jackson y Angela Basset, la mexicana Salma Hayek y el chino Chow Yun Fat, el recordado killer de John Woo, que ahora en Ana y el rey ascendió hacia la realeza de la Academia. Sangre nueva es también la que corre por los negocios de Hollywood. Una vez más, como el año pasado, la gran pelea de fondo es entre dos compañías productoras que tienen apenas unos pocos años de vida, Dreamworks y Miramax, que desplazaron a estudios tan tradicionales y constitutivos de la industria como Warner, Fox o Disney, por caso. Si el año pasado, Shakespeare apasionado, con su autocelebración del mundo del espectáculo, aventajó en el último tramo al patriotismo de Rescatando al soldado Ryan, imponiendo a Miramax sobre Dreamworks, esta vez todo indica �empezando por la controvertida encuesta del Wall Street Journal� que el resultado será el inverso. La compañía de los sueños de Steven Spielberg lleva todas las de ganar en las apuestas previas de Las Vegas, que dan como favorita absoluta a Belleza americana, muy por encima de Las reglas de la vida, impulsada por la empresa de los hermanos Bob y Harvey Weinstein.
Este año no hubo acusaciones cruzadas entre unos y otros, como la temporada anterior y, si se gastaron sumas millonarias en publicidad para respaldar cada uno de sus respectivos productos �como lo indican los spots televisivos y los anuncios a toda página en los principales diarios estadounidenses�, esta vez todo se hizo de forma bastante más discreta, sin que trascendieran cifras concretas. Lo cierto es que aunque en candidaturas la lucha parece pareja �Belleza americana tiene ocho, contra siete de Las reglas de la vida�, esta vez la balanza se inclina claramente hacia el film protegido por el estudio de Spielberg.
Más allá de las virtudes y los vicios de cada una, no deja de ser tentador contrastar a ambas películas, particularmente a partir de lo que tienen para decirles a sus espectadores. Concebida como una sátira al american way of life, la película dirigida por el debutante Sam Mendes y protagonizada por Kevin Spacey y Annette Bening parece tomar elementos de films independientes que ya habían recorrido antes el mismo camino -Terciopelo azul, de David Lynch o Felicidad de Todd Solondz, que echaban, cada una a su manera, una mirada cáustica sobre la cotidianeidad suburbana en Estados Unidos� y con ellos hace un film accesible al gran público. Tanto que hacia el final American Beauty decide redimir a varios de los personajes que venía cuestionando (con una cierta obviedad, hay que decirlo) y dispensa una suerte de complaciente piedad general, particularmente hacia las figuras masculinas, dejando sólo en el banquillo de los acusados a la caricatura de mujer que compone Mrs. Bening.
Es extraño comprobar cómo Las reglas de la vida sigue el camino exactamente opuesto. Todo el largo, circunspecto comienzo del film dirigido por Lasse Hallström y escrito por John Irving, a partir de su propia novela, responde al canon más tradicional de lo que Hollywood entiende por una adaptación de un clásico de la literatura, con una fotografía preciosista y música abundante y empalagosa en la banda de sonido. Pero, sin embargo, The Cider House Rules va planteando poco a poco un tema tan conflictivo como el del aborto, que se convierte en el nudo moral del film. Un film que termina fijando una posición que debe haber inquietado a muchos de los 5400 miembros de la Academia con derecho a voto. Al fin y al cabo, después de su viaje de iniciación, el joven protagonista (interpretado por Tobey Maguire) decide con orgullo seguir el camino de su mentor (Michael Caine, un favorito como actor secundario) y volver al orfanato donde, para salvar vidas, tendrá que practicar más de un aborto, aunque ni siquiera haya podido estudiar formalmente medicina.
A su vez, si se tiene en cuenta lo difícil que resulta encender un cigarrillo en cualquier lugar público de Los Angeles, El informante, con su feroz invectiva contra las compañías tabacaleras, debería tener buenas perspectivas entre los académicos de Hollywood, pero a pesar de sus siete candidaturas y de la rotunda solidez general de la película de Michael Mann, las noticias que llegan desde Los Angeles indican que sus chancesson casi tan escasas como las de Sexto sentido y Milagros inesperados, con seis y cuatro nominaciones respectivamente.
De los cinco candidatos a mejor director, cuatro son los realizadores de los films nominados como mejor película, salvo Spike Jonze, que logró entrar legítimamente en el rubro con ¿Quieres ser John Malkovich?, cuya mayor esperanza sin embargo es llevarse el Oscar al mejor guión original, escrito por Charlie Kaufman. No resulta difícil reconocer la evidente originalidad de Being John Malkovich. Lo que parece un poco más complicado es pensar qué pasará con el film de Jonze de aquí a unos años, o a unos días nomás. ¿Esa originalidad seguirá llamando la atención como lo hace hoy? Más aún, ¿esa innegable capacidad de sorpresa que tiene la película no corre el riesgo de agotarse en una segunda visión? La primera seducción que ejerce Being John Malkovich tiene que ver con el desconcierto, con el torrente de ideas que la película va arrojando, una tras otra, sin sentir la necesidad de desarrollarlas, o de ordenarlas siquiera. En ese sentido, el guión de Kaufman (más aún que la puesta en escena de Jonze) es de una libertad envidiable, como si lo hubiera puesto en marcha exhumando el viejo sistema de escritura automática de los surrealistas, capaz de abrir, precisamente, un portal hacia el inconsciente, hacia lo desconocido. La película se declara gobernada por sus propias leyes y no parece dispuesta a detenerse, o menos aún, a dejar que la razón se interponga en el camino. Lo que en todo caso cabe preguntarse es por la calidad de esas ideas que el film va disparando, sobre temas tan enjundiosos como la identidad, el deseo, la sexualidad y la fama.
Si de novedades se trata, no se puede decir que lo sea el Oscar cantado a Todo sobre mi madre como mejor film extranjero, considerando el consenso unánime de crítica y público que cosechó en Estados Unidos. Tampoco parece difícil pronosticar el triunfo de Buena Vista Social Club como mejor documental, por las mismas razones. La verdadera competencia, en todo caso, será otra y tendrá poco que ver con el cine: la lucha de Begnini y Crystal por ganarse, a cualquier costo, las risas de la élite de Hollywood.


Curiosidades históricas

  Los films más ganadores: Ben Hur (1960) y Titanic (1997), con once premios.
  Los que ganaron los cinco Oscar principales (película, actor, actriz, director y guión): Lo que sucedió aquella noche (1934), Atrapado sin salida (1975) y El silencio de los inocentes (1991).
  La actriz más ganadora: Katherine Hepburn, con cuatro (Morning glory, 1932/33; Adivina quién viene a cenar, 1967; El león en invierno, 1968; En la laguna dorada, 1981).
  Perdedor: Martin Scorsese, nominado cuatro veces como director y dos por película: El toro salvaje perdió contra Gente como uno en 1981, y
Taxi driver perdió contra Rocky en 1976.
  Perdedor II: Orson Welles. El ciudadano perdió con Qué verde era mi valle en 1941.
  Perdedor III: Alfred Hitchcock, nominado cinco veces, sin éxito, por Rebecca (1941), Ocho a la deriva (1944), Cuéntame tu vida (1946), La ventana indiscreta (1955) y Psicosis (1961).
  El ganador más viejo: George Burns (80), actor de reparto por The Sunshine Boys en 1976.
  El nominado más viejo: Gloria Stuart (87), actriz de reparto por Titanic, en 1997.
  El ganador más joven: Tatum O�Neal (10), actriz de reparto por Luna de papel en 1974.
  El nominado más joven: Justin Henry (8), actor de reparto por Kramer vs. Kramer, 1980.
  Los que más veces condujeron la entrega: Bob Hope (16 veces), Billy Crystal (7), Johnny Carson (5), Jack Lemmon (4), Whoppi Goldberg y Jerry Lewis (3).

 

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