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OPINION

Zarputín presidente

Por Alfredo Grieco y Bavio

La Putinmanía parece haber ganado a Rusia, como el monje siberiano Rasputín ganó a la corte imperial cuando ya se preparaba la revolución bolchevique. Al mejor estilo de los años zaristas, hay mujeres que rezan y encienden cirios cuando el actual presidente visita una maternidad, para poder parir precisamente cuando el líder entre. Y para bautizar al recién nacido, si es varón, con el nombre Vladimir. Es que Vladimir Putin encarna a la vez el pasado (con su encomio del Estado Fuerte, e inevitablemente de la KGB) y el futuro (con sus discursos pragmáticos). Pero no el pasado inmediato. Si en algo parecen de acuerdo comentaristas y votantes, a pesar de la razonable insistencia en contrario de los comunistas, es que la era Yeltsin quedó atrás. Pero son precisamente los resultados de los diez últimos años los que determinaron que el electorado confiara en este hombre de 47 años y ojos claros, al que no le importó bombardear a Chechenia hasta hacerla retroceder a la Edad Media o más atrás. En la década del reformismo que fracasó, o que no directamente fue, y en nombre de las teologías del mercado, la expectativa de vida de un hombre en Rusia se conservó más alta que en Nigeria, pero más baja que en Filipinas, mientras se destruía la industria, la propiedad estatal era robada con el nombre de privatización, la economía empezaba a prescindir de la moneda, y los que tenían ahorros los perdían. Esto en un país que reposa sobre más del 10 por ciento de las reservas mundiales de petróleo y casi el 40 por ciento de las de gas natural. La reacción política de los años de Boris Yeltsin ante los disturbios es conocida. Cuando el parlamento quiso gobernar con más poder del que le parecía soportable, Yeltsin (como sus predecesores comunistas con Hungría en 1956 o Checoslovaquia en 1968) usó el argumento de los tanques. La constitución se reformó, y el parlamento quedó convenientemente emasculado. El poder legislativo ruso se convirtió en el equivalente de una clínica médica privada, preocupada sólo por el bienestar de sus miembros. La presidencia rusa quedó inflada a proporciones que excedían las del odiado politburó comunista. Estos son los poderes que Putin heredó ayer. Y el único logro que puede mostrar hasta el momento, el triunfo militar en la guerra de Chechenia, parece indicar que está muy bien dispuesto a usarlos. Después de todo, como lo elogia el hoy socialdemócrata Mijail Gorbachov, es un �muchacho inteligente, serio y sobre todo organizado�. 

 

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