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Todo comenzó con un tácito
homenaje al desaparecido Stanley Kubrick. Se iluminó la pantalla del
Shrine Auditorium y se vio el hueso lanzado al infinito de 2001, Odisea
del espacio, cayendo en...
la cabeza de Billy Crystal. A partir de allí, el animador se vio lanzado
al espacio virtual de la historia del cine norteamericano. Desde Charles
Chaplin en La quimera del oro hasta Marlon Brando en El Padrino, pasando
por Kirk Douglas en Espartaco, James Dean en Rebelde sin causa y Humphrey
Bogart e Ingrid Bergman en Casablanca, todos interactuaron con Crystal,
que no se ahorró chistes sobre el vicepresidente y candidato presidencial
Al Gore ("El robot que quería parecer humano", dijo) y el show
mismo de la Academia. "Tres horas, ¿díganme por qué?", se
preguntó sobre la duración del espectáculo, que esta vez fue más
ajustado en sus tiempos. "¡Corten los clips, corten las canciones,
corten el show!", cantó Crystal, ya de carne y hueso sobre el
escenario, donde fue depositado por un agente de la policía de Los
Angeles. "Fue la única forma de asegurarme que iba a llegar",
bromeó, en alusión al robo de estatuillas que la semana pasada puso en
peligro la edición de ayer. Acto seguido, saludó al héroe de la
jornada, Willie, el afortunado que encontró en la basura los Oscar
robados y que por su devolución recibió 50.000 dólares y una entrada
para el show, en la misma platea en la que se codeaban Tom Cruise con
Nicole Kidman y Brad Pitt con Arnold Schwarzenegger.
"Hola Jack, ¿recién
llegaste?", toreó Crystal a Nicholson, antes de presentar a los
nuevos tres Angeles de Charlie, de la inminente producción para el cine:
Cameron Díaz, Drew Barrymore y Lucy Liu. "Tiene 72 años y se merece
estas tres mujeres", señaló el animador, refiriéndose al tío
Oscar, que empezaba a repartirse, veinte minutos después de iniciado el
show. Los primeros rubros técnicos fueron quedando en manos de Topsy
Turvy, la película de época del británico Mike Leigh, y Matrix, el film
de ciencia-ficción protagonizado por Keanu Reeves. Luego llegó el premio
a la mejor actriz secundaria, presentado por James Coburn, y que recayó
en Angelina Jolie, por Inocencia interrumpida. La hija de Jon Voight
agradeció a su compañera de elenco, Winona Ryder, y fue tan fugaz en su
paso por el escenario que quedó clara la estricta orden de brevedad que
impartieron los productores. Mientras
tanto, seiscientos fanáticos, armados con provisiones y cámaras fotográficas,
colmaban desde primera hora de ayer las gradas erigidas frente a la
alfombra roja, en espera del paseo triunfal de las estrellas que asistían
a la 72a edición de los Oscar. La mayoría de los "mirones"
pasaron sólo una noche a la intemperie, pues la policía decidió este año
aplicar la ley al pie de la letra y prohibir el camping desde una semana
antes, lo que era una tradición casi tan arraigada en Hollywood como el
desfile de los candidatos y los presentadores. Un grupo
autodenominado "Los supervivientes del Holocausto abortivo",
cuyos jóvenes miembros nacieron después de 1973, año en que se legalizó
el aborto en Estados Unidos, se manifestaron el sábado en las
inmediaciones de Shrine Auditorium para protestar ante la prensa mundial
por las candidaturas de Las reglas de la vida. Pero esta protesta es casi
anecdótica dada la cantidad de escándalos que han precedido este año la
celebración de la gran fiesta del cine. Primero se perdieron en el correo
casi todas las papeletas, unas 4000, dirigidas a los votantes de la
Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas residentes en
California. Luego desaparecieron 55 de estatuillas valoradas en 18.000 dólares,
52 de las cuales fueron halladas al lado de un contenedor de basura. Y por
si fuera poco, un prestigioso diario neoyorquino, el Wall Street Journal,
trató de anticipar científicamente el resultado de los Oscar sondeando a
356 de los 5607 académicos con derecho a voto, una maniobra que irritó a
los responsables de la Academia. Pero el momento más dramático de los
Oscar, retransmitidos en directo por televisión a 1000 millones de
teleespectadores en todo el mundo, podía estar aún por llegar si el
cuarto hijo de Warren Beatty y Annette Bening decidía participar en una
de las noches más importantes de la carrera de sus padres. Bening,
favorita para obtener la dorada estatuilla de mejor actriz por su papel en
Belleza americana, renunció en el último momento a ser una de las
presentadoras por lo que hubiera podido pasar durante la ceremonia, a la
que asistió con la maleta hecha y acompañada por un médico. Si se
producía la emergencia, Beatty también hubiera debido renunciar a
recoger el premio especial Irving Thalberg, el más alto honor al que
puede aspirar un productor en la meca del cine.
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