|
El caos de la cobertura
televisiva es un clásico de cada entrega de los Oscars. La antesala de la
fiesta más cuidadosamente planeada de la industria del espectáculo es,
curiosamente, un ejercicio de improvisación para la mayoría de los
participantes. Para los famosos que conceden veinte entrevistas en quince
minutos y para los cronistas que los persiguen. La enviada de Azul
televisión, Gabriela Radice, se paseó con éxito por la alfombra roja,
coleccionando declaraciones de todo aquel que fuese --o pareciera ser--
alguien. Después de que varios canales ensayaran innovaciones que
resultaron fallidas, Azul eligió transmitir el Oscar de la manera más clásica:
un living y dos presentadores vestidos de gala. Media hora antes de la
transmisión oficial --que comenzó a las 22.30--, la pantalla argentina
abrió el programa con un curioso homenaje a Almodóvar en la sede de
embajada española en los Angeles. Lejos del Shrine, pero inspirado por el
mismo desorden, el director de Todo sobre mi madre sonreía en todas
direcciones. El día anterior había asegurado a un diario español que la
noche del Oscar era apta para todos los excesos; al comenzar la noche
Pedro parecía más que dispuesto a seguir sus propios consejos.
Nadie sabe muy bien qué hacer
con un niño en la entrega de los Oscar. Con el pelo lacio a fuerza de
caricias en la cabeza, Haley Joel Osment se paseaba por la entrada del
Auditorium declarando a los canales de todo el mundo lo mucho que creía
en fantasmas. "Tengo once años y pongo toda mi plata en el banco
porque quiero ir a Yale", le contestó cuando se hartó de sonreírle
a una periodista que insistía en saber cuál videojuego era su favorito.
Los minutos previos a la
apertura de la ceremonia, todo puede suceder. Especialmente en un año de
traspiés para la Academia. Después del robo de sobres y estatuillas, y
la publicación de una encuesta de resultados en las páginas del Wall
Street Journal, el parto imprevisto de Annette Bening hubiese sido apenas
un detalle. E incluso se vio algunos asistentes con toallas en la mano por
si acaso. Pero aun cuando Annette había ingresado ya, todavía
embarazada, al auditorio, la alfombra roja seguía siendo un surtidor
constante de comentarios. Como los que provocó la aparición de los
creadores de "South Park", Matt Stone y Troy Parker,
trasvestidos con trajes idénticos a los que habían llevado Jennifer López
y Gwyneth Paltrow el año pasado. O como los que se escucharon al saber
que había sucedido "algo terrible" con el vestido de Hillary
Swank a último momento, algo tan terrible que la actriz cambió de traje
y de diseñador a última hora. Tras describir como "ecuménica" la reunión del equipo para transmitir el Oscar --Fernando Bravo, Axel Kutchevatzsky y Karina Mazzocco--, Bravo presentó el inicio de la transmisión desde un living modesto. La acertada inclusión de Kutchevatzsky, especialista en cine, aportó sustancia a una velada que suele transcurrir al ritmo de los comentarios de los conductores, nunca demasiado entretenido.
|