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Plan de ayuda para jefes de hogar de más de 40 años

 

Hay 420 mil jefes de hogar de más de cuarenta años desocupados, de quienes dependen 1,6 millón de personas. Por su edad y falta de calificación no pueden reinsertarse en el mercado laboral.

 

El secretario de Empleo, Horacio Viqueira, pondrá en marcha el programa.


Por Maximiliano Montenegro
t.gif (862 bytes) El Ministerio de Trabajo anunciará en los próximos días un plan de empleo para socorrer a los grupos sociales considerados el �núcleo duro� de la desocupación porque, por edad y calificaciones, están condenados a la exclusión en un mercado laboral cada vez más selectivo. Se trata de los 420 mil jefes de hogar mayores de 40 años sin trabajo, de quienes dependen para su subsistencia 1,6 millón de personas; jefes o jefas de familia numerosa; y de los jóvenes menores de 25 años, con experiencia laboral, que están hace más de 6 meses desocupados.
La situación de estos marginados del modelo, en especial de los jefes de hogar en edad madura, es tan crítica que en muchos casos pueden pasar de ocho meses a dos años buscando trabajo sin hallarlo. El plan de Trabajo otorgará un subsidio de 100 pesos a las empresas, para que contraten a estos desempleados y los reentrenen en el mismo puesto de trabajo. El Programa de Emergencia Laboral, ya en marcha, también priorizará la calificación en empleos productivos.
El 70 por ciento de los jefes de hogar desocupados tiene más de 40 años. Son 420 mil cabezas de familia de las que dependen, en promedio, otros cuatro individuos. Casi la mitad de estos jefes de familia sufre de desempleo crónico, debido a que la edad y la obsolescencia de calificación y experiencia adquiridas son una desventaja a los ojos de potenciales empleadores, quienes prefieren elegir entre una larga lista de jóvenes con mayor nivel educativo.
Para comprobarlo, basta considerar la edad promedio en tres de los sectores de mayor expansión en la última década: en la mayoría de las compañías de servicios públicos privatizados no supera los 35 años, mientras que en los supermercados se ubica en los 30 años, y en los restaurantes de comida rápida no llega a 25 años.
Así, como se informó en el suplemento Cash el domingo pasado, estos desocupados deben caminar con los clasificados bajo el brazo entre ocho meses y dos años hasta encontrar un salario o un ingreso relativamente estable. Su nivel educativo general es menor que para el promedio de los desocupados. Y su situación es tan desesperante que uno de cada tres declara que, actualmente, se presenta en pocos lugares donde ofrecen empleo por la �falta de dinero para viajar� (ver aparte).
En la Secretaría de Empleo, que conduce Horacio Viqueira, estiman que para estos desempleados el plan Trabajar tradicional, que ofrece un subsidio directo a cambio de realizar tareas comunitarias, no hace más que perpetuar la exclusión. Porque acentúa la descalificación de personas que, en teoría, aún tienen por delante una �vida laboral� de 25 años.
Por eso, el nuevo Programa de Emergencia Laboral (PEL), que cuenta con un presupuesto de 65 millones de pesos, contará con �un fuerte componente de capacitación con cursos del ministerio en el propio lugar de trabajo o en algún otro lugar cercano�, según explicó Viqueira a este diario. Privilegiará a jefes o jefas de hogar. Y en el futuro la idea sería �hacer el diagnóstico de la demanda de empleo de la zona y, entonces, brindar una calificación específica�.
El otro plan, que será anunciado en los próximos días, es el denominado �Incentivo al empleo privado�. También enfatiza el �reentrenamiento� laboral, de modo tal de adecuar la formación de la mano de obra desocupada a los requerimientos empresarios. Sus principales características son las siguientes:
Estará orientado a jefes de hogar mayores de 40 años; jefes o jefas de familias numerosas; y menores de 25 años con más de seis meses de desocupados.
Se otorgará un subsidio mensual de 100 pesos por cada empleado adicional que contraten los empresarios pyme del sector manufacturero, en establecimientos de menos de 50 personas. Los nuevos trabajadores recibirán, además, cursos de capacitación del Ministerio de Trabajo.
A cambio, la empresa deberá pagarle un salario de entre 350 y 900 pesos. * El presupuesto total del programa es de sólo 12 millones de pesos, que aportará Trabajo. Pero se complementará con una cifra similar de la Secretaría Pymes, a cargo de Guillermo Rozenwurcel.

 

90 mil jefas
Según cifras del Ministerio de Trabajo, hay 90 mil mujeres jefas de hogar desocupadas. De ellas dependen alrededor de 250 mil niños, quienes logran comer un mínimo de calorías todos los meses gracias a los comedores comunitarios, las limosnas que reciben en las calles o las changas que consiguen esporádicamente estas madres desocupadas. Para peor, no cuentan con cobertura social alguna, ya que el 80 por ciento de estas jefas
se desempeñaba en empleos en negro (servicio doméstico) antes de quedar sin trabajo. El PEL contempla una participación muy superior de estas mujeres que los antiguos planes Trabajar, basados en actividades típicamente para hombres, como la obra pública.


Ni para el colectivo
Hay 598 mil desempleados de más de 40 años. Esta es la radiografía:
El 69,4 por ciento (417 mil) son jefes de familia.
El 60 por ciento fueron despedidos de trabajos en negro.
El 50 por ciento tiene entre 40 y 50 años.
El 73,4 por ciento no completó la escuela secundaria, un 21,3 por ciento tiene universidad incompleta, y un 5,3 por ciento universidad completa.
El 100 por ciento busca trabajo para cubrir el �presupuesto básico� del hogar.
Cuando se les pregunta por qué no consiguen empleo, responden lo siguiente:
El 91,2 por ciento, porque �no hay trabajo en general�.
El 70,1 por ciento por �la edad�.
El 52,5 por ciento porque �no hay trabajo en su especialidad�.
El 46 por ciento por �falta de vinculaciones�.
El 31 por ciento, porque �se presenta en pocos lugares debido a la falta de dinero para viajar�.


Por Enrique M. Martínez *

Recuperar el capital social

Como muy bien señala Cash del domingo último, los desocupados con más de 40 años de edad son un núcleo duro del desempleo argentino. Los 420.000 jefes de hogar en esa condición deben ser especialmente atendidos, con todas las herramientas disponibles. Se habla de reentrenamiento y de subsidiar a los empleadores que tomen a estas personas. Está bien. Sin embargo, al menos en paralelo con otras acciones, parece sensato preguntarse: ¿por qué forzar a un tornero a que cambie de oficio? ¿No es más lógico preguntarse en qué industria se usa un torno y cuáles son las condiciones para que esa industria sea exitosa? De otra manera: la experiencia de los actuales desocupados, el capital social que acumularon en sus veinte y más años de trabajo, no puede ser desperdiciado. Sólo unos pocos oficios, de muy baja capacitación, han perdido totalmente sentido. Si el país creciera, necesitaría carpinteros, albañiles, tejedoras, costureras, en igual o mayor cantidad que hace diez años. ¿Por qué no reinsertar a los que ya tenemos?
Algunas experiencias realizadas, muchas menos de las deseables, muestran que esta lógica no es voluntarismo. En Cutral-Có, centro petrolero, se preguntó a la gente quién tenía experiencia en la industria textil, en una ciudad donde no hay una sola empresa del ramo. Aparecieron más de 60 personas. A partir de allí se diseñaron 10 emprendimientos, la mayoría utilizando máquinas que esas mismas personas tenían en su poder sin utilizar y se está a punto de poner en marcha un programa productivo que intenta ocupar a 300 personas en cuatro años. No se necesita sólo evacuar las opciones y capacitar a los candidatos. Hay que acompañarlos, cubriendo las etapas que no conocen o que les dan fortaleza, especialmente la posibilidad de comercializar en Buenos Aires. Una universidad se hace cargo de esa responsabilidad, cumpliendo así con la premisa de que para reinsertar a los desocupados hay que hacer palanca en los que están adentro del mercado de trabajo.
En Eduardo Castex, localidad de 10.000 habitantes de La Pampa, se está iniciando una experiencia similar. Lo mismo se hará en varios barrios empobrecidos del Gran Buenos Aires. Hay que probar con una idea fuerte. Parece mucho más rápido y barato articular la experiencia de los que quedaron afuera con las posibilidades de los que quedaron adentro, antes que empezar todo de nuevo. La diferencia con los programas tradicionales es que el Gobierno tiene que involucrarse más.
* Diputado de la Alianza.


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