Por Diego Fischerman
El
tiempo pasa muy rápido. O todo lo contrario. ¿Cuánto hace que murió
Charlie Parker? ¿Poco? ¿Mucho? ¿Cuán lejos quedan, estilísticamente,
los años 50? Muchos siguen tocando hoy como se tocaba en la época de
Parker y eso podría llevar los razonamientos en un sentido. Pero también
hay en el mundo algo llamado Lee Konitz y eso permite sacar conclusiones
exactamente inversas. Porque Konitz no sólo fue contemporáneo de Parker
sino que, en plena hegemonía del estilo de Bird, logró, a los 20 años,
ser el único saxofonista alto que escapó de su influencia. Y porque
Konitz no sólo está vivo y sigue tocando sino que es uno de los músicos
más creativos, originales y, sí, juveniles, de la actualidad del jazz.
Por eso es que en Buenos Aires hay dos grandes motivos para festejar. Uno,
que Konitz vendrá a tocar a esta ciudad. Otro, que acaba de llegar �y
se consigue en disquerías especializadas� el último CD de Konitz. Lo
que no significaría demasiado si no fuera porque este álbum, editado por
RCA �aunque no distribuido localmente, debido a la actual política
errática del sello� es absolutamente extraordinario. El título, Sound
of Surprise, explica mucho de lo que Konitz viene haciendo desde sus años
con la orquesta de Claude Thornhill, con Gil Evans, con el Miles Davis de
Birth of the Cool, con Lennie Tristano y Warne Marsh y con Jimmy Giuffre.
Que el primer disco con algo parecido a la improvisación sin una base
armónica determinada de antemano �eso que después se llamó Free Jazz�
lo haya tenido como protagonista, en el tema �Intuition�, de Tristano,
y en 1949, cuando casi todo estaba por inventarse, no es un dato menor.
Tampoco lo es que recientemente haya producido, con Angel Song, uno de los
mejores discos de la historia del jazz junto a otro veterano genial, el
trompetista Kenny Wheeler, el contrabajista Dave Holland y el guitarrista
Bill Frisell. En la gira de presentación de ese disco, el guitarrista fue
reemplazado por quien quizá sea el único entre los que tocan ese
instrumento que pueda calificarse sin reparos como tristaniano. Y John
Abercrombie es, también, el guitarrista de este nuevo álbum. Con él
están el contrabajista Marc Johnson �ex de Bill Evans y uno de los más
sutiles en su instrumento�, Joey Baron en batería y una especie de
leyenda negra en el saxo tenor: Ted Brown. Este ex alumno de Tristano
tiene 72 años, la misma edad que Konitz y grabó en toda su vida unos
tres discos: dos con Konitz y el otro con Warne Marsh (otro de los grandes
discípulos de Tristano).
En Sound of Surprise todos los temas son de Konitz (algunos de la época
en la que tocaba con Tristano y algunos nuevos) menos uno que pertenece,
según sus propias palabras, �a cada uno de los integrantes del grupo�.
El disco se terminó de grabar un día pero los músicos le pidieron a
Konitz seguir tocando y fueron al estudio de grabación varias veces más
y agregaron varios temas al plan original. En el álbum hay un quinteto
pero, como sucede en las ocasiones en que grandes músicos hacen grandes
discos, no todo el tiempo tocan los cinco. Hay dúos, tríos y dos
cuartetos (sin saxo tenor y sin guitarra). A lo largo de los 70 minutos de
música de altísimo nivel que componen el disco, además de la
imaginación de los solos y del increíble nivel de soltura e interacción
de los músicos, hay una gran variedad de timbres, densidades y texturas.
En un sentido el estilo de Konitz es el mismo de siempre: angular,
relajado en lo tímbrico y tenso en lo armónico. Impredecible. El
saxofonista dijo una vez en un reportaje publicado por la revista
especializada francesa Jazz Magazine, que cuando se escuchaba tocar algo
que ya había tocado, algo que ya le sonaba conocido, se sacaba la
boquilla del saxo de la boca. �El arte de la improvisación implica,
desde la primera nota en adelante, que la pizarra debe estar limpia�,
aseguraba allí. �Lo que me interesa es el procedimiento por el que se
deja fuera de lugar a la premeditación. Lo importante es huir de todo lo
que está programado de antemano.� Es que para Konitz, el tiempo desde
que era un joven colega de Parker �el único que no lo imitaba� apenas
ha pasado.
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