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REPORTAJE AL OBISPO SAMUEL RUIZ
Chiapas, fin de época

 

 

 

El proceso de paz en el Estado es analizado aquí por Samuel Ruiz, quien ayer dejó la Diócesis de San Cristóbal. 

 

 

El obispo Samuel Ruiz confirmando ayer su alejamiento.

Por Eduardo Febbro
Desde París

t.gif (862 bytes) Un ciclo llegó a su fin ayer para el Estado mexicano de Chiapas cuando el Papa Juan Pablo II aceptó la renuncia que Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal de Las Casas y mediador oficial hasta 1999 entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional .-EZLN-. y el gobierno federal, presentó en noviembre pasado en razón de haber llegado al límite de edad de 75 años. Su sucesor al frente de la diócesis que deja es monseñor Felipe Arizmendi, considerado un moderado. En esta entrevista con Página/12, Samuel Ruiz, que estuvo en Francia cinco días, evoca la situación actual en Chiapas, las perspectivas todavía inciertas de que el diálogo entre el gobierno y los zapatistas se reanude y el papel de lo que él llama �la Iglesia misionera�. Es decir, la Iglesia de los pobres.

�¿No peligra la estructura del diálogo de la cual usted fue el garante?
�Yo soy realista, no optimista. La diócesis cumple con un aspecto importante en el campo eclesiástico y asume otro papel importante en el proceso de paz mexicano. Tanto las personas de la diócesis como las comunidades indígenas tenemos confianza porque sabemos que hay un proceso pastoral en curso y eso no cesa porque una persona se cambia. Puedo decir por experiencia que las cosas más fuertes, de carácter histórico, han sucedido a veces cuando yo estaba fuera del país. Y siempre hubo una respuesta adecuada porque se dio una reflexión colectiva para tomar las decisiones necesarias en situaciones de emergencia. La diócesis tiene un caminar, un caminar dentro de un proceso que, si bien no está completo, está maduro en su marcha. Hay que destacar que no se trata de un proceso local, sino de un proceso realizado con otras muchas iglesias de México y del continente en el contexto de la pastoral indígena.

�Sin embargo, la perspectiva del diálogo entre los zapatistas y el gobierno no parece ser un tema de actualidad.

�El proceso que se llevó a cabo a través de la Comisión Nacional de Intermediación, la Conai, no está roto sino que fue postergado, se fue posponiendo cada vez más hasta llegar a un impasse. Por ello se declaró inexistente dicha comisión: no se veía que hubiese condiciones efectivas para la continuación del diálogo. En este instante más bien predomina en el país una preocupación política por el cambio de presidente en las próximas elecciones y, por consiguiente, no hay una perspectiva inmediata, ni condiciones adecuadas, ni el tipo de diálogo y mediación que se necesitaría para que se diera nuevamente un diálogo por la paz. Hay un estatus de expectativa hacia el futuro.

�Esto significa que el diálogo ha quedado hipotecado.

�De una y otra parte no hay señales para volver al diálogo. Las situaciones ya no son las mismas. Quiero destacar que no sólo cambió la situación nacional mexicana, sino también los actores y factores que tienen que ver con un diálogo. Hoy nadie piensa que un diálogo tendría que hacerse en la misma dirección y en la misma forma que se hizo antes: ha cambiado el aislamiento del EZNL y su situación actual, cambió la situación nacional con la campaña política en curso, y también cambió la credibilidad que uno y otro actor tienen ante el país y entre sí. Por lo tanto, una mediación no puede ser igual como tampoco puede ser similar el tipo de diálogo que se había generado. Pero es lícito anotar que una cosa es encontrarse con la expectativa de reanudar un dialogo y otra cosa es el trabajo de construcción de la paz. Son cosas que están relacionadas, pero una no es la otra. Nuestro trabajo por la paz continúa. Todo cristiano y todo individuo que tiene responsabilidades históricas sabe que nadie está excluido de un trabajo por la paz, cualquiera sea la plataforma o el lugar geográfico donde nos encontremos. El hecho de que yo me vaya no cambia la aspiración al establecimiento de la justicia. Hay una cosa emocionante,independientemente de los actores que hemos estado ahí: es la dimensión y la proyección que tiene Chiapas y la diócesis de San Cristóbal en el mundo eclesiástico y en el mundo sociopolítico. Ahora ya no nos miran de una forma internalizada, hacia el interior, sino que se nos apoya como un modelo de iglesia, como un proyecto de cambio social internacional. Ese cambio, con el aporte de los indígenas, se está llevando a cabo poco a poco de una forma más amplia.

�¿Qué esperan usted y los chiapanecos de su sucesor?

Dadas las comunicaciones oficiales y la bendición apostólica que nos llega a través de la secretaria de Estado, se espera que las líneas actuales de trabajo van a proseguir, es decir, un apoyo al trabajo por la paz y un apoyo a la pastoral indígena. Estos dos procesos continuarán y no serán marginalizados. Esa es la respuesta a cualquier cosa que venga.

�¿No hay acaso un fenómeno de aislamiento del movimiento zapatista derivado de varias decisiones tal vez no demasiado felices?

Se ha dado este riesgo de aislamiento en el movimiento zapatista, pero con una lógica bien especial: el EZLN se aisló a si mismo en un momento dado en que jugó su silencio como un arma de protesta. Silencio en las urnas y silencio en sus declaraciones. Pero llegó un momento en que ese silencio que era arma de protesta se convirtió en un arma de doble filo que fue utilizada por los medios de comunicación con orientación desde otros niveles políticos. Eso generó una situación en la que nadie en el mundo pregunta por el problema de México, sino por el problema de los zapatistas como si nunca hubiese sido ni haya seguido siendo un problema nacional. El aislamiento funcionó en ese sentido. En el exterior, desde luego, no fue tan así, la solidaridad internacional persiste. El silencio y la no participación política fue entendida por los zapatistas, y también por el país, como una manera de hacerse presentes y protestar. Eso contribuyó, sin embargo, a su aislamiento y fue utilizado para hacer creer que el problema no es nacional sino de un grupo de tercos que no se quieren sentar a dialogar. Pero yo diría que la sociedad civil mexicana, con todos los problemas que pueda tener, es el sujeto que ha recibido y asume en sus manos el proyecto de cambio social. Sin embargo, es oportuno puntualizar que no hay una guerra que el zapatismo esté promoviendo, no;el zapatismo se levantó en armas, hubo un cese del fuego y, hasta ahora, no consta que de parte del zapatismo haya habido una violación del mismo. De la otra parte sí hay un acto de guerra: hay un 40 por ciento del Ejército mexicano controlando una situación que, según se dice, ya no tiene una proyección extraordinaria.

�Mucho se habló de Teología de la Liberación, de teología indígena. ¿Cómo ve usted el papel de las iglesias en el contexto de la globalización?

Existen dos vertientes: la Iglesia de cristiandad y la Iglesia misionera. La una se orienta hacia si misma, la otra es un envío al mundo. Hay obispos que construyen su iglesia y se consagran fundamentalmente a ello. Ese tipo de iglesia consistió en un modelo que se llamó �de cristiandad�, a saber, cuando no existe más que esa iglesia mayoritariamente y no hay problemáticas agudas que enfrentar. A medida que el sistema capitalista genera problemas muy fuertes y la globalización también, se hace más útil y urgente el modelo de iglesia misionera. Toda iglesia tiene que tener los dos aspectos: debe construirse porque de lo contrario carece de identidad y entonces no puede hablar, y tiene que hablarle al mundo porque está en él. Jesucristo no vino a predicarse a sí mismo, sino que predicó al reino. Así también la Iglesia se construye para anunciar el reino, pero ese reino no lo construye ella sola. Se construye con otros de buena voluntad. Ese es el nuevo modelo de iglesia. Los cristianos no podemos permanecer indiferentes. Si no hay opción por el pobre no hay Iglesia de Cristo. En un mundo dominante económicamente queno cesa de despojar, los cristianos nos sentimos interpelados a tomar posición entre el mundo de la riqueza y el de los pobres. Con la conciencia de cómo funciona el sistema es obvio que la Iglesia tiene que tomar una posición. Cuando sabemos que existe un Tercer Mundo y un Primer Mundo y que existe una relación de explotación económica, no podemos permanecer indefinidos. Debemos elegir, tenemos que optar como Cristo optó por el pobre. Para mí, en tanto que cristiano, el compromiso está primero: debo intervenir. La teología en el continente latinoamericano no constituye la primera acción del cristiano, sino la última. La primera es el encuentro comprometido con el pobre. Ese es el primer momento de nuestro ser cristiano.

�En Europa se dice que el zapatismo pasó de moda.

�Yo no soy europeo.

 

CLAVES

La rebelión zapatista persiste en el estado mexicano de Chiapas desde 1994, hostilizada por paramilitares que en 1998 masacraron una veintena de indígenas.
El obispo Samuel Ruiz jugó un rol clave en los esfuerzos de mediación entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) del subcomandante Marcos y el gobierno mexicano.
En 1998, sin embargo, Ruiz puso fin a su gestión luego de que las autoridades mexicanas lo acusaran de parcialidad hacia la guerrilla.
El EZLN eligió después una política de aislamiento. La atención internacional sobre Chiapas disminuyó enormemente en consecuencia. Eso hizo que el proceso de paz fuera mucho menos urgente para el gobierno mexicano. Las negociaciones se encuentran paralizadas desde entonces.

 

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