Por Eduardo Febbro
Desde París
Un
ciclo llegó a su fin ayer para el Estado mexicano de Chiapas cuando el
Papa Juan Pablo II aceptó la renuncia que Samuel Ruiz, obispo de San
Cristóbal de Las Casas y mediador oficial hasta 1999 entre el Ejército
Zapatista de Liberación Nacional .-EZLN-. y el gobierno federal,
presentó en noviembre pasado en razón de haber llegado al límite de
edad de 75 años. Su sucesor al frente de la diócesis que deja es
monseñor Felipe Arizmendi, considerado un moderado. En esta entrevista
con Página/12, Samuel Ruiz, que estuvo en Francia cinco días, evoca la
situación actual en Chiapas, las perspectivas todavía inciertas de que
el diálogo entre el gobierno y los zapatistas se reanude y el papel de lo
que él llama �la Iglesia misionera�. Es decir, la Iglesia de los
pobres.
�¿No peligra la estructura del diálogo de la cual usted fue el
garante? �Yo soy realista, no optimista. La diócesis cumple con un
aspecto importante en el campo eclesiástico y asume otro papel importante
en el proceso de paz mexicano. Tanto las personas de la diócesis como las
comunidades indígenas tenemos confianza porque sabemos que hay un proceso
pastoral en curso y eso no cesa porque una persona se cambia. Puedo decir
por experiencia que las cosas más fuertes, de carácter histórico, han
sucedido a veces cuando yo estaba fuera del país. Y siempre hubo una
respuesta adecuada porque se dio una reflexión colectiva para tomar las
decisiones necesarias en situaciones de emergencia. La diócesis tiene un
caminar, un caminar dentro de un proceso que, si bien no está completo,
está maduro en su marcha. Hay que destacar que no se trata de un proceso
local, sino de un proceso realizado con otras muchas iglesias de México y
del continente en el contexto de la pastoral indígena.
�Sin embargo, la perspectiva del diálogo entre los zapatistas y el
gobierno no parece ser un tema de actualidad.
�El proceso que se llevó a cabo a través de la Comisión Nacional de
Intermediación, la Conai, no está roto sino que fue postergado, se fue
posponiendo cada vez más hasta llegar a un impasse. Por ello se declaró
inexistente dicha comisión: no se veía que hubiese condiciones efectivas
para la continuación del diálogo. En este instante más bien predomina
en el país una preocupación política por el cambio de presidente en las
próximas elecciones y, por consiguiente, no hay una perspectiva
inmediata, ni condiciones adecuadas, ni el tipo de diálogo y mediación
que se necesitaría para que se diera nuevamente un diálogo por la paz.
Hay un estatus de expectativa hacia el futuro.
�Esto significa que el diálogo ha quedado hipotecado.
�De una y otra parte no hay señales para volver al diálogo. Las
situaciones ya no son las mismas. Quiero destacar que no sólo cambió la
situación nacional mexicana, sino también los actores y factores que
tienen que ver con un diálogo. Hoy nadie piensa que un diálogo tendría
que hacerse en la misma dirección y en la misma forma que se hizo antes:
ha cambiado el aislamiento del EZNL y su situación actual, cambió la
situación nacional con la campaña política en curso, y también cambió
la credibilidad que uno y otro actor tienen ante el país y entre sí. Por
lo tanto, una mediación no puede ser igual como tampoco puede ser similar
el tipo de diálogo que se había generado. Pero es lícito anotar que una
cosa es encontrarse con la expectativa de reanudar un dialogo y otra cosa
es el trabajo de construcción de la paz. Son cosas que están
relacionadas, pero una no es la otra. Nuestro trabajo por la paz
continúa. Todo cristiano y todo individuo que tiene responsabilidades
históricas sabe que nadie está excluido de un trabajo por la paz,
cualquiera sea la plataforma o el lugar geográfico donde nos encontremos.
El hecho de que yo me vaya no cambia la aspiración al establecimiento de
la justicia. Hay una cosa emocionante,independientemente de los actores
que hemos estado ahí: es la dimensión y la proyección que tiene Chiapas
y la diócesis de San Cristóbal en el mundo eclesiástico y en el mundo
sociopolítico. Ahora ya no nos miran de una forma internalizada, hacia el
interior, sino que se nos apoya como un modelo de iglesia, como un
proyecto de cambio social internacional. Ese cambio, con el aporte de los
indígenas, se está llevando a cabo poco a poco de una forma más amplia.
�¿Qué esperan usted y los chiapanecos de su sucesor?
�Dadas las comunicaciones oficiales y la bendición apostólica que
nos llega a través de la secretaria de Estado, se espera que las líneas
actuales de trabajo van a proseguir, es decir, un apoyo al trabajo por la
paz y un apoyo a la pastoral indígena. Estos dos procesos continuarán y
no serán marginalizados. Esa es la respuesta a cualquier cosa que venga.
�¿No hay acaso un fenómeno de aislamiento del movimiento zapatista
derivado de varias decisiones tal vez no demasiado felices?
�Se ha dado este riesgo de aislamiento en el movimiento zapatista,
pero con una lógica bien especial: el EZLN se aisló a si mismo en un
momento dado en que jugó su silencio como un arma de protesta. Silencio
en las urnas y silencio en sus declaraciones. Pero llegó un momento en
que ese silencio que era arma de protesta se convirtió en un arma de
doble filo que fue utilizada por los medios de comunicación con
orientación desde otros niveles políticos. Eso generó una situación en
la que nadie en el mundo pregunta por el problema de México, sino por el
problema de los zapatistas como si nunca hubiese sido ni haya seguido
siendo un problema nacional. El aislamiento funcionó en ese sentido. En
el exterior, desde luego, no fue tan así, la solidaridad internacional
persiste. El silencio y la no participación política fue entendida por
los zapatistas, y también por el país, como una manera de hacerse
presentes y protestar. Eso contribuyó, sin embargo, a su aislamiento y
fue utilizado para hacer creer que el problema no es nacional sino de un
grupo de tercos que no se quieren sentar a dialogar. Pero yo diría que la
sociedad civil mexicana, con todos los problemas que pueda tener, es el
sujeto que ha recibido y asume en sus manos el proyecto de cambio social.
Sin embargo, es oportuno puntualizar que no hay una guerra que el
zapatismo esté promoviendo, no;el zapatismo se levantó en armas, hubo un
cese del fuego y, hasta ahora, no consta que de parte del zapatismo haya
habido una violación del mismo. De la otra parte sí hay un acto de
guerra: hay un 40 por ciento del Ejército mexicano controlando una
situación que, según se dice, ya no tiene una proyección
extraordinaria.
�Mucho se habló de Teología de la Liberación, de teología indígena.
¿Cómo ve usted el papel de las iglesias en el contexto de la
globalización?
�Existen dos vertientes: la Iglesia de cristiandad y la Iglesia
misionera. La una se orienta hacia si misma, la otra es un envío al
mundo. Hay obispos que construyen su iglesia y se consagran
fundamentalmente a ello. Ese tipo de iglesia consistió en un modelo que
se llamó �de cristiandad�, a saber, cuando no existe más que esa
iglesia mayoritariamente y no hay problemáticas agudas que enfrentar. A
medida que el sistema capitalista genera problemas muy fuertes y la
globalización también, se hace más útil y urgente el modelo de iglesia
misionera. Toda iglesia tiene que tener los dos aspectos: debe construirse
porque de lo contrario carece de identidad y entonces no puede hablar, y
tiene que hablarle al mundo porque está en él. Jesucristo no vino a
predicarse a sí mismo, sino que predicó al reino. Así también la
Iglesia se construye para anunciar el reino, pero ese reino no lo
construye ella sola. Se construye con otros de buena voluntad. Ese es el
nuevo modelo de iglesia. Los cristianos no podemos permanecer
indiferentes. Si no hay opción por el pobre no hay Iglesia de Cristo. En
un mundo dominante económicamente queno cesa de despojar, los cristianos
nos sentimos interpelados a tomar posición entre el mundo de la riqueza y
el de los pobres. Con la conciencia de cómo funciona el sistema es obvio
que la Iglesia tiene que tomar una posición. Cuando sabemos que existe un
Tercer Mundo y un Primer Mundo y que existe una relación de explotación
económica, no podemos permanecer indefinidos. Debemos elegir, tenemos que
optar como Cristo optó por el pobre. Para mí, en tanto que cristiano, el
compromiso está primero: debo intervenir. La teología en el continente
latinoamericano no constituye la primera acción del cristiano, sino la
última. La primera es el encuentro comprometido con el pobre. Ese es el
primer momento de nuestro ser cristiano.
�En Europa se dice que el zapatismo pasó de moda.
�Yo no soy europeo.
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