Opinion
Por Mario Wainfeld
Fue desleal: quiso endilgarle al presidente De la Rúa una inexistente relación con el Indio Castillo. Fue irresponsable: basó su jugada en una foto borrosa sin tomarse el trabajo de chequear su sospecha. Fue terco: sostuvo su error contra toda demostración. Fue paranoico: creyó enfrentar apenas una conspiración entre Castillo, Enrique Nosiglia y este diario, siendo que había desencadenado un creciente escándalo nacional. Fue impolítico: infirió que dentro del gobierno provincial sólo el vicegobernador Felipe Solá quería su renuncia, cuando siempre fue ostensible que Carlos Ruckauf estaba furioso con él. Fue autista: creyó que el apoyo de un par de intendentes le daba plafond político. Fue inhábil para comunicarse, incompetencia que multiplicó por mil cuando, en pleno naufragio, se dedicó a ladrar diatribas contra �la Alianza hipócrita�, �su claque� y �la corporación de prensa�, aplaudido sólo por sus voceros y sin conseguir que su arenga fuera presenciada por un dirigente político, aunque fuera un diputado provincial.
Aldo Rico cavó solito su propia tumba. Sólo él no lo percibe, obturado por su visión conspirativa del mundo, posible derivación de sus dificultades para abordar un pensamiento complejo. Sigue mentando una sinárquica conjunción de fuerzas oscuras que lo desplazó de su cargo de ministro de Seguridad cuando lo cierto es que fue víctima de sus errores y tropelías. Que, como susurran en el entorno de Ruckauf, �cayó la fruta madura�. Rico, ironizan, �interfirió en las relaciones carnales� que (transitoriamente pero a full) mantiene el gobernador bonaerense con el presidente de la Nación. Ruckauf �explican en su torno� dejó decantar la crisis y madurar la renuncia. Para los allegados del gobernador (en verdad, sólo para ellos) éste manejó bien los tiempos.
A nadie le escapa que la caída de la fruta también implicó el primer revés político serio de la gobernación Ruckauf. Que puede tener costos adicionales deteriorando la relación carnal con el presidente que Ruckauf cultiva con unción.
Rico tiró su bomba atómica mientras el gobernador estaba fuera del país, añadiendo una dificultad adicional a una situación ya intrincada. Solá es un vice de perfil alto, que tiene su buen nivel de competencia con Ruckauf. �Funciona como lo hacía Rucucu con (Carlos) Menem, parece acompañar cada gesto diciendo `.a mí no me podés echar�� comparan los allegados a Ruckauf que, sin embargo, se apresuran a dejar constancia de que durante la crisis no hubo enfrentamientos entre los dos funcionarios. Tal vez no ocurrieron choques frontales pero sí mediaron desconfianzas. No es un dato menor que Ruckauf privilegió a Esteban Caselli para manejar la interlocución con Rico. Ni que Solá se apresuró a resaltar que él jamás hubiese designado al ex militar.
De todos modos, al volver, Ruckauf se reunió a solas apenas con tres funcionarios: Rico, el comisario Verón, y por último Solá en cuya única compañía entró a la reunión de gabinete, buscando demostrar una dupla unida. �Rucucu �explica un asistente a la reunión� puso cara de `mejor imposible�. Hizo como que todo estaba bien�. Una gestualidad tan inverosímil para los presentes como los elogios que dedicó a quien le había amargado la última quincena. El cónclave se desarrolló en un ambiente silente, el aire se podía cortar con un cuchillo. Nadie más habló, así que la reunión fue breve, llena de palabras falsas e incordiante. Como la gestión de Rico.
El gobierno bonaerense no dejó filtrar rencillas internas. Pero lo cierto es que hay al menos cuatro peronistas que aspiran a ser candidatos a gobernador y que en todo momento se miran de reojo y se jabonan el piso: Solá, Eduardo Duhalde, Rico y el ministro de gobierno Raúl Othacehé. Y que algunos de los codazos que se intercambiaron entre ellos en La Plata van más allá de los episodios de estas dos semanas. También es real que los apoyos de intendentes a Aldo Rico (como los expresados por el de Malvinas,Jesús Cariglino, y por el de José C. Paz, Mario Ishii) son reclamos por elevación al gobernador que, muy pendiente del escenario nacional, no termina de caminar el territorio de la provincia. �No hay obra pública, hay mucho menos presencia en políticas sociales que cuando estaba Chiche (Duhalde) y el gobernador no aparece por acá. Rico, al menos, nos enviaba patrulleros�, rezongó uno de los intendentes que dispensó al carapintada de tener una muerte tan solitaria como anunciada.
Doblar la apuesta
El gobernador se tomó su tiempo �demasiado según todos los análisis políticos conocidos en estos días� y consultó intensamente su decisión con su predecesor Eduardo Duhalde, a quien incluso visitó haciendo escala en un resort ubicado entre Florianópolis y Camboriú, de vuelta de sus vacaciones en (dónde si no) Puerto Rico . Según parece, hablaron de los cambios en seguridad. Cambios de personas, pero no de políticas explicaría Ruckauf quien, como es su costumbre, volvió a decidir su rumbo mirando encuestas. Los sondeos mostraban altos índices de rechazo al ex jefe del Modin, casi idénticos a los de aceptación. Mal promedio para un dirigente (50 menos 50 da cero, explicó un ruckaufista) pero bueno para la política que él encarna. El gobernador pródigo dobló la apuesta poniendo un comisario al frente de la policía. Un duro entre los duros dicen sus pares, queriendo deslizar un elogio. Un hombre que, según los policías bonaerenses, ostenta el record de matar sospechosos en enfrentamientos. Un experto en la ciencia y el arte de meter bala.
Es válido decir que Ruckauf dobló la apuesta, a condición de notar que acaba de perder un pozo a mano de la Alianza que posiblemente dé un poquito de aire a Verón �al menos no saldrá a criticarlo en los primeros días de gestión� para no tensar aún más la cuerda. La victoria da ciertas tranquilidades y permite algunos lujos. Sobre todo cuando, como en este caso, se obtiene de visitante.
Banelcos, spots y otras yerbas
De local, la Alianza padece más. La reforma laboral, que parecía sellada con la famosa foto de Rodolfo Daer en la Rosada, tambalea. Las confusas negociaciones se enturbiaron, si eso fuera posible, aún más por la denuncia de Hugo Moyano contra Alberto Flamarique: le atribuyó haberse jactado de poder arreglar a los senadores del peronismo con una Banelco. La frase tiene el estilo entre sarcástico y cínico característico de muchos operadores de la política nacional, incluido Flamarique, y eso la hace, si no cierta, creíble. Lo cual no quiere decir que se haya dicho o que se haya dicho como algo más que una broma. Más allá de la veracidad de la imputación, o de si es válido �romper códigos� sacando de contexto algo dicho �off the record� lo cierto es que al Gobierno en este tema se le vienen quemando los papeles. Y debería cuidarse de no hacer como Rico y explicar como conspiraciones lo que son sumas de errores propios en distintos frentes.
Un error, por decir poco, es la ofensiva desatada contra los líderes sindicales, expresada en el género discursivo favorito del oficialismo: el spot televisivo. Esta vez se contrapuso el empleo contra los enriquecidos dirigentes sindicales, planteo maniqueo a carta cabal porque es obvio que la reforma laboral no apunta a crear trabajo sino a ganar credibilidad ante los organismos internacionales. Además es injusto embolsar en un mismo saco a todos los gremialistas y esquizofrénico cuestionar a quienes hace apenas un puñado de días estrechaban la diestra del Presidente.
El estilo es el hombre
Rico escribió una seudodimisión fatigando apenas veinte líneas que no pasarán a la historia por su prosa ni por su sintaxis pero sí sirven comoun encefalograma del intendente de San Miguel y como un mapa de su visión del mundo. Tal parece que su intención era que quedara en manos de Ruckauf sin difundirse pero operadores de la gobernación se ocuparon de divulgarla.
Si el estilo, como acontece en el caso de Rico, es el hombre Juan Gelman es un hombre superior. Sus palabras y sus versos perdurarán mientras existan la lengua castellana y el país que tuvo el honor de ser su patria. Pero Gelman no fue noticia en estos días por su obra artística sino por su humana peripecia: la de haber encontrado a su nieta a despecho del terrorismo de estado, de la mentira, del silencio y de la complicidad de militares asesinos y civiles genuflexos. Para llegar a ese punto Gelman combinó la templanza de un abuelo con la aptitud de un militante: investigó, presionó, difundió su postura, buscó apoyos a nivel local e internacional. Hizo política. Que política no es sólo apretar, roscar, gritar huevadas, sobornar, subordinar políticas de estado a los sondeos o vender leyes como si fueran detergentes.
Si hace tres días se le hubiera preguntado a cualquiera, aun a quienes acompañaron, como mejor pudieron, la epopeya de Gelman, si lo que hacía el poeta era �testimonial� o �pragmático� una mayoría lindante con la unanimidad hubiera dicho que era una cruzada testimonial. Un modo de señalamiento, de denuncia como mucho. Un noble saludo a la bandera. Y, sin embargo, los resultados están a la vista, un abuelo y su nieta trasponen el horror para reunir a la familia tras torcerles el brazo a poderes no menores. Toda una lección para los que postulan bajar los brazos. Para quienes creen y predican que el resultado de cualquier acción está sellado de antemano y que el límite entre lo testimonial y lo efectivo es nítido e inquebrantable.
No siempre se cosecha lo que se siembra pero en estos días así ocurrió y, rara avis, los titulares de los diarios dieron motivos para alegrarse. Gelman y Rico encontraron, al fin, lo que buscaron. Ambos cosecharon su propia siembra. Dos cosechas, huelga decirlo, tan diferentes como la calidad de sus personas. Y como la calidad de las palabras escritas que legaron a la humanidad.
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