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Del irresistible ascenso de �Ken
el Rojo� a la alcaldía de Londres

En Buenos Aires hay elecciones en mayo; en Londres también y su casi seguro ganador es Ken Livingstone, apodado �Ken el Rojo� y la peor pesadilla hasta ahora del premier neolaborista Tony Blair.

Ken el Rojo en campaña: un fenómeno de masas.


Por Marcelo Justo
Desde Londres

t.gif (862 bytes) El �Nuevo Laborismo� del primer ministro Tony Blair lo odia más que al presidente yugoeslavo Slobodan Milosevic y recientemente lo expulsó del Partido por presentarse como independiente a las elecciones de intendente de Londres del próximo 4 de mayo. No es más popular con el conjunto de la clase política, que a derecha e izquierda lo acusa de �manipulador, mentiroso y oportunista�, o con los medios, que le han endilgado todo tipo de apodos que lo identifican con la extrema izquierda. A pesar de todo Ken Livingstone, también conocido como �Ken el rojo�, �Ken el lunático� o �el Borgia de la izquierda� es el héroe de los londinenses, como lo demuestran las últimas encuestas que le dan un vasto 68 por ciento de la intención de voto.
Livingstone es uno de los políticos más enigmáticos del firmamento británico. Que la derecha lo aborrezca no sorprende. Que el Nuevo Laborismo, tan abocado al férreo control de su propio partido, lo considere anatema y lo haya excomulgado, tampoco. El problema es que ni entre sus aliados naturales �Ken el rojo� parece haber cosechado grandes amistades. Su ex compañero de fórmula por la izquierda laborista para el liderazgo partidario, Bernie Grant, lo califica de �oportunista y ególatra�. Otro laborista de izquierda, el diputado Brian Sedgemore, lo describe como un personaje �triste, y solitario que se hace pasar por víctima cuando en realidad, es un manipulador destructivo y vanidoso�. La comentarista política Polly Toynbee lo presenta como un inescrupuloso trepador que no tiene ningún tipo de ideología o norte, �salvo su propia gloria�. 
Más misterioso aún es que los londinenses le profesen un amor aparentemente incondicional. Una reciente encuesta publicada por el vespertino London Evening Standard le da un 68 por ciento de los votos, dejando a los candidatos de las estructuras partidarias con un 13 por ciento (laborismo oficial), 11 por ciento (conservador) y 7 por ciento (liberal demócratas). Es una popularidad que no conoce fronteras ideológicas: a pesar de sus credenciales de izquierda, los conservadores de la capital lo prefieren al candidato partidario (48 por ciento de ellos se inclinan por Ken, y sólo 41 por ciento por el ex ministro de Transporte conservador Steve Norris). Los testimonios de la prensa británica y los que recogió éste cronista reflejan el mismo fenómeno. �Digan lo que digan de Ken, la gente va a votarlo. Es nuestro candidato�, indicó a Página/12 Maureen McEleney, una laborista que ocupa un alto cargo en la municipalidad londinense.
Gran parte de la popularidad de Livingstone proviene de su gestión a principios de los 80 a la cabeza del Greater London Council (GLC), órgano rector de los 32 municipios londinenses hasta su abolición en 1986. Gran promotor de la política de igualdad de oportunidades y opuesto a toda discriminación racial o sexual, Livingstone formó la llamada �Rainbow coalition� �coalición del arco iris� compuesta por diferentes minorías (gays, negros, asiáticos, etc.) cuyos intereses apoyó activamente para escándalo de la prensa de la época. Amante de la publicidad y de las grandes declaraciones, abundó en otros gestos igualmente polémicos, como invitar oficialmente al líder del ala política del IRA, Gerry Adams, y comparar la política británica en Irlanda con el exterminio judío realizado por los nazis. Dos hechos, sin embargo, sobrevivieron en la memoria colectiva: su política de apoyo al transporte público y su batalla con la entonces primera ministra Margaret Thatcher. Livingstone redujo en un 32 por ciento el altísimo costo del transporte público capitalino, que suele dejar boquiabiertos a turistas de todo el mundo. La política no sobrevivió más que unos meses, ya que un dictamen de la Cámara de los Lores la declaró ilegal, pero durante ese breve período, el uso de coches disminuyó en un 15 por ciento, se descongestionó el tráfico y los londinenses respiraron mejor y tuvieron más dinero en el bolsillo. Convertido en el único proyecto alternativo al gobierno de la Dama de Hierro, soportó su asedio durante años hasta que finalmente Margaret Thatcher consiguió abolir el Greater London Council. �Thatcher sacó a Livingstone a pesar de los expresos deseos de los londinenses. Votarlo y reinstalarlo al frente de Londres es un acto de justicia histórica�, dice Maureen McEleney. Aunque al perder el GLC se quedó sin su base de poder, Livingstone se convirtió en un popular símbolo de político �antiestablishment�: especie de pícaro, simpático, alternativo y caradura, capaz de oponerse a las grandes maquinarias del poder (el thatcherismo, los lores).
Cuando el primer ministro Blair puso en marcha su programa de reforma constitucional hace dos años, que incluía por primera vez la elección directa del intendente de Londres, Livingstone emergió como el candidato natural del laborismo. Había un sólo inconveniente. Lejos de simbolizar al político �antiestablishment�, �Ken el rojo� representaba para Tony Blair todo lo que mantuvo al laborismo en la oposición durante 18 años: retórica incendiaria, irresponsabilidad, ultraizquierdismo. Por si necesitaba alguna confirmación sobre el abismo que los separa, el mismo Livingstone declaró su simpatía por los grupos que destrozaron la City de Londres en unas manifestaciones el año pasado, y por los que paralizaron la cumbre de la OMC en Seattle. El primer ministro se ensañó en una campaña personal en su contra que incluyó un intento (fallido) de bloquear su precandidatura y otro (exitoso) de crear un mecanismo electoral partidario que favoreciera al candidato oficial y derrotara a Livingstone.
La ruptura entre ambos fue inevitable. Livingstone se presentó como candidato independiente, fue expulsado del partido y reforzó su imagen de Robin Hood en lucha contra los grandes poderes. Por el momento esa imagen le sirve de perillas ante los londinenses que desean un intendente diferente, que no responda a los intereses de un partido. Pero la campaña será larga y difícil. Livingstone es un llanero solitario: no tiene aparato, ni estructura financiera o militante. A su favor está que el puesto de intendente es más simbólico que real. �No tiene poderes reales. Por lo tanto, se eligen personalidades, no políticas. En ese terreno Ken descuella�, indicó a Página/12 George Jones, especialista en temas de gobierno municipal de la London School of Economics (ver recuadro sobre ideología). En contra tiene al poderoso aparato electoral del Partido Laborista que consiguió en 1997 uno de los más espectaculares triunfos electorales británicos del siglo XX. El vaticinio más obvio es que en las próximas cuatro semanas el famoso �fair play� inglés volará por la ventana para ceder paso a una de las campañas políticas más sucias de las últimas décadas. 


De ideología, más bien rosado

La ideología de �Ken el Rojo� es mucho menos clara de lo que sus rivales desearían. En los �80 Livingstone se definía como socialista pero evitaba el rótulo de marxista. A partir del colapso del comunismo, fue poniendo distancia con su pasado. En una entrevista reciente, declaró que se había equivocado al no reconocer que �la economía de mercado es la que mejor sirve para producir y distribuir bienes, lo que no quiere decir que haya que dejarla a su arbitrio�. Como tantos otros en el centroizquierda, Ken Livingstone se inclina hoy en día por el keynesianismo. Más allá de estos matices, los comentaristas y politicólogos coinciden en que ni la ideología ni el programa de gobierno tendrán gran importancia en la campaña. �Es una locura, pero a diferencia de otras capitales acá tendremos un intendente sin poder real. Lo único que podrá hacer es hablar y sentar posición sobre algunos temas candentes�, señaló a Página/12 George Jones.

Podrá hacer muy poco

La idea de un intendente electo de la capital forma parte de la reforma constitucional que ha impulsado el laborismo, pero a diferencia de Escocia, a la que se le concedió una clara autonomía, la política impositiva en Londres será manejada por el gobierno central. Por el momento el único tema que parece generar un moderado debate en la campaña es el financiamiento del sistema de subterráneos, que el gobierno central desea que provenga de una iniciativa conjunta entre el Estado e intereses privados, algo a lo que Livingstone se opone por considerarlo una privatización parcial. �En definitiva se hará lo que el gobierno central decida. En los hechos el intendente será poco más que un gerente de Relaciones Públicas que aparecerá mucho por televisión�, insiste George Jones. Algo que parecería caer como anillo al dedo a Livingstone. Ni sus más acérrimos enemigos le niegan un supremo don para las relaciones públicas, algo que en pocos años lo elevó de humilde concejal a carismático símbolo de la izquierda independiente.

 

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