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Por Claudio Scaletta La secretaria de Industria, Débora Giorgi, carga sobre sí con algunas �desventajas�: su corta trayectoria política �hasta su nombramiento se dedicó a la consultoría durante 20 años, en particular en economía industrial� y el ser la única mujer del equipo económico. Sin embargo, los empresarios, más allá de sus reclamos, abandonan las reuniones en la Secretaría con la sensación de haber sido comprendidos en sus ansiedades. A ser la única mujer ya está acostumbrada. El de los economistas profesionales es un ámbito donde las damas son minoría. Cuando su encargada de prensa destaca que los miembros del equipo económico alaban unánimemente sus piernas, Débora opta por cruzarlas y sonreír para la foto. A lo largo del diálogo mantenido con Página/12, Giorgi delineó los ejes de la política industrial del Gobierno: �Producir una mayor integración industrial, buscando en los distintos sectores aquellos nichos de mayor tecnología y con mayor valor agregado donde las ventajas comparativas de la Argentina, como la alta calidad de la mano de obra y la estabilidad económica, puedan ser valorizadas�. El contexto es �la necesidad de economías de escala a través del relanzamiento del Mercosur, pero como paso inicial hacia el resto del mundo�. Al momento de hablar de las estrategias, Giorgi destacó la defensa del mercado nacional. �Esto supone que el país cuente con mecanismos antidumping que les permitan a las empresas, cualquiera sea su tamaño, recibir en tiempo y forma protección cuando son agredidas. También la defensa a través de la fijación de precios de referencia para la entrada por Aduana que reflejen los valores internacionales de los productos�, explicó. �Dada la suma de conflictos recientes, ¿cómo puede aportar el Mercosur al desarrollo de la industria? �El relanzamiento del Mercosur da la posibilidad de potenciar nuestra industria. Por eso es que hablamos de convergencia macroeconómica, de política común de incentivos y, como esto no ocurrió antes, de sectores que deben tener un paraguas protector de comercio administrado con Brasil, pero también reconversión industrial interna, porque todos sabemos que con el paraguas no alcanza. Se empieza a ver en algunos sectores, por ejemplo en el textil, la existencia de cierta especialización, o cierta idea de complementación, aun en este contexto de caída de salvaguardas, porque aparece la idea de un sector textil regional. �En un marco de disputa regional, ¿no es un poco voluntarista creer en la autorregulación de los sectores privados? �No, precisamente por lo que digo. Los empresarios comienzan a darse cuenta de la necesidad de complementariedad. Incluso en el sector textil ya hay varias empresas con plantas en ambos países que empiezan a pensar en un sector textil regional con estrategia de integración en el ALCA, con políticas regionales comunes de defensa de la competencia y de defensa del Mercosur respecto de terceros países, que hoy no tenemos. Esto no quiere decir minimizar el problema puntual de las salvaguardas. �Sin embargo, de poco vale la voluntad de acuerdo frente a la magnitud de las asimetrías macroeconómicas. �Realmente en el Ministerio de Economía vemos avances claros para superarlas. Machinea está en conversaciones permanentes con (el ministro de Hacienda brasileño Pedro) Malan. Ya tenemos bastante avanzada la homogeneización de estadísticas. No está tan lejos poder fijar pautas fiscales y de inflación comunes que permitan gradualmente llegar a la convergencia macroeconómica. Además los empresarios perciben la nueva voluntad política. Los distintos sectores de ambos lados de la frontera, aun los más afectados, comienzan a darse cuenta de que hay mucho para ganar en la complementación a través de la especialización y la escala de la economía. �Tras el acuerdo, la situación automotriz parece estar bajo control, al menos en el corto plazo. Hoy se discute la caída de salvaguardas en textiles. ¿Cuál es el panorama en los restantes sectores? �En el sector calzados existe una salvaguarda para el deportivo que está en discusión en la OMC. En el caso del no deportivo existe un acuerdo de precios privado que no siempre se cumple. Sin embargo, éste es uno de los rubros donde la complementariedad es evidente; muchos productos que entran de Brasil están elaborados con cueros argentinos. Entonces, con reglas de juego claras y creatividad empresaria los problemas van a ser menores a los que tenemos hoy. �¿Qué va a pasar cuando termine el acuerdo de precios en el sector papel? �Ese acuerdo quizá se vea como algo protector, en tanto no ofrece posibilidades para que nuestro sector papelero crezca. En el marco del relanzamiento del Mercosur, con el mantenimiento de algún acuerdo de precios y junto con una política de incentivos, se podrá desarrollar una mayor complementariedad. �Los analistas de economía industrial consideran un aspecto crítico la desarticulación entre las grandes firmas y su cadena de proveedores, las que habitualmente están en el extranjero, proceso acentuado con las privatizaciones de la década del 90. ¿Cómo se revierte esta situación? �Uno de los puntos basales de nuestra estrategia de desarrollo para las pymes es, precisamente, implementar el desarrollo de proveedores. Ya existe un proyecto piloto con una importante empresa siderúrgica. También estamos analizando proyectos donde la posibilidad de recibir incentivos a la inversión estará vinculada directamente con la presentación de programas de desarrollo de proveedores locales, los que tendrán que ser cumplidos y serán evaluados por la Secretaría. Creemos que ésta es una materia pendiente y que es muy importante para poder reindustrializar la cadena y además generar pyme vigorosas. �¿En qué medida ocurrió el mentado éxodo de empresas, o bien de negocios, a Brasil? �A mí siempre me sorprendió porque nosotros teníamos indicadores que mostraban que la salida era irrelevante. Sí había mucha promoción de consultoras, en la Argentina y en Brasil, ofreciendo las ventajas de los estados brasileños. Sin embargo, en mi gestión sólo vi uno o dos casos. Las cifras que recibimos de la gestión anterior también eran poco importantes. �Sin embargo, muchas multinacionales que tenían plantas a ambos lados de la frontera minimizaron su producción en la Argentina y la concentraron en Brasil. �Eso sí ocurrió, especialmente en el sector automotor. Yo le diría que estos movimientos productivos se produjeron en un 60 por ciento en este sector, pero se trata de un fenómeno diferente al del éxodo. �¿Cree que los industriales comprendieron su propuesta? �Quizá tenían ciertas dudas. Yo hablé muy francamente con ellos y les planteé que iba a estar de su lado, pero también qué íbamos a poder hacer y qué no por restricciones presupuestarias. En este momento tenemos una muy buena relación. �¿Cómo quedará finalmente el plan procompetitivo? �La idea es acumular un conjunto de medidas, no sólo de la Secretaría de Industria. También habrá novedades del BICE respecto a líneas de financiamiento para exportaciones; del Banco Nación en cuanto al financiamiento de camiones mediante el régimen de bienes de capital con tasas al 7 por ciento, y de la AFIP en cuanto a simplificación y aceleración de los trámites de importación y devolución de impuestos; esto último en particular para las empresas más chicas. El anuncio lo hará el Presidente. �¿Cuánto tiempo pasará antes que los indicadores empiecen a mostrar la eventual eficacia de las medidas? �Esta se verá a partir de este mismo mes. Creo que falta muy poco. El relanzamiento del Mercosur es muy importante en este sentido, sobre todo en la percepción de los empresarios.
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