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OPINION

Relatos sobreun náufrago

Por Alfredo Grieco y Bavio

Relatos sobreun náufragoCada día la disputa por el niño cubano de seis años Elián González, náufrago y huérfano de madre, da una nueva vuelta de tuerca que demuestra que es la nueva forma espectacular y massmediática del conflicto político entre Washington y La Habana. Y si alguien pensó en un comienzo que el caso podía despolitizarse, lo que ocurrió fue precisamente lo contrario. Pero el crecimiento del conflicto sí fue hacia una dirección que no parecía la más esperada: la política interna norteamericana. Como para el diálogo entre Siria e Israel, para el caso Elián la proximidad de las elecciones presidenciales estadounidenses del 7 de noviembre es una mala noticia. El actual vicepresidente y virtual candidato demócrata Al Gore proclamó su opinión de que Elián debe quedarse en Estados Unidos. La opinión parece desconcertante, y extrañamente demagógica. Los sondeos dicen que una abrumadora mayoría de los norteamericanos aprueba la decisión de que Elián vuelva con su padre (67 contra 27 en el último Gallup). Y con su disidencia con la administración Clinton, el candidato Gore tampoco va a conseguir la metamorfosis de los cubano-norteamericanos, republicanos acérrimos, en demócratas. Pero esta captación de benevolencia electoral delata una situación de hecho. En el condado de Miami, desde las leyes de inmigración de 1965, los cubano-norteamericanos se han considerado con el derecho de no respetar las leyes si éstas van en contra de sus intereses. La clara división de poderes republicana y la independencia de la Justicia �razones que hacen de Estados Unidos un �país libre� en sus argumentos para retener a Elián� parecen menos importantes cuando son ellos los que deben admitirlas y actuar en consecuencia. Ante el aplauso de sus votantes, el alcalde de Miami dijo que la policía local se abstendrá de colaborar para cumplir las decisiones judiciales en el caso Elián, siempre que sean desfavorables para los parientes. Para muchos �anglos� en Estados Unidos, lo que ocurre es a la vez una imagen del futuro (para los reaccionarios) y una �remake� (para los progresistas). Una imagen de lo que pueden valer sus leyes cuando ellos sean la minoría. Y una remake hispana de cuando, en la década del �60, los gobernadores supremacistas blancos y sureños se negaban a cumplir en sus estados las decisiones judiciales que obligaban a la no segregación y la igualdad racial. Los sureños de entonces, como hoy los cubanos de Miami, o como las milicias derechistas, perciben al gobierno federal 

 

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